Um Mohamad, una iraquí originaria de Dujail y hoy en día refugiada en Jordania, deseaba la muerte de Saddam Hussein por haber masacrado a 148 habitantes de su localidad natal, pero los estadounidenses le «robaron» su júbilo, sostiene, dolida.
Pocas horas después de la ejecución este sábado del ex dictador iraquí en Bagdad, esta mujer, de 60 años, que prefiere ser identificada con ese nombre, asegura que guarda toneladas de rencor contra el responsable de la muerte de su marido y de otros miembros de su familia.
«Claro que le deseaba el mismo final que el que él reservaba para sus enemigos. Quería que muriera. Pero la forma en que todo esto se ha llevado a cabo por los estadounidenses nos ha robado nuestra alegría», lamenta.
Para esta mujer, «correspondía a los iraquíes, y en particular a los habitantes de Dujail, hacérselas pagar a Saddam, no a una fuerza ocupante».
Además, el hecho de que el condenado fuera ejecutado el día de la fiesta musulmana del Aid al Adha, lo convierte «casi en un mártir».
«Los norteamericanos han gestionado mal esta operación. Dieron a Saddam una tribuna libre durante meses, a lo largo de su juicio. Se dirigía a la gente como si todavía estuviera en el poder y muchos creían que incluso podría volver a ser un día presidente de Irak», reflexionó Mohamad, refugiada en Jordania desde 2004.
Su marido desapareció en 1982. «Nunca hallaron su cuerpo, tampoco los de mis dos sobrinos. Ellos no tuvieron derecho a un juicio. Fueron liquidados como animales», dice, compungida.
Sentado a su lado, su hijo, Mohamad, difiere en su percepción sobre el ex dictador: «Irak sólo puede ser gobernado por un hombre como Saddam, que dirigía el país con mano de hierro».
Su madre le interrumpe: «Â¿Cómo puedes decir algo así? ¿Crees que estaríamos ahora aquí si Saddam todavía estuviera en el poder».
Mohamad se resigna, pero murmura. «Desde luego, la situación no es mejor hoy en día en Irak, con todas estas matanzas», sostiene.
Um se encoge de hombros. «Ya no sé qué penser», confiesa, mientras se seca las lágrimas.
Saddam Hussein, derrocado tras la invasión estadounidense de 2003 en Irak después de 24 años en el poder, fue condenado a muerte el 5 de noviembre por la masacre de 148 chiitas de Dujail, al norte de Bagdad, en represalia a un atentato fallido contra su convoy presidencial.