¡MADRE TIERRA!
He venido a repartir ceniza
a donde antaño mi sombra
se juntaba con los cálices
del día.
Discurso de Atitlán
Tengo los ojos anclados en la orilla celeste de Atitlán.
Estoy seguro de haber sido pregonero ?algún pájaro tal
vez? cuando llegaron los teúles.
Parecían peces de hojalata recién salidos del mar
Y atormentaban a la gente,
la tasajeaban con el filo de sus armas.
Esta escena se repite, se repite, se repite en mi memoria.
Se repite en otros pueblos, en otras épocas,
en otras circunstancias? Punto menos, punto más
?¡cuatro siglos y medio de lo mismo!
Después he sido jinete por obra de la necesidad
y al trote de un caballo montañés he visto nuestra miseria.
No es divertido escribir cuando se tienen
tantas viejas heridas y nuevas, piel adentro.
Terremoto, huracanes, agresiones, funerales colectivos
y teúles?
Estúpidos amos que mataron y robaron,
Endiosados sobre un charco de sangre y podredumbre.
Esta es la parte que nunca me ha gustado,
la más increíble de todas las historias.
Esta la cara que siempre me aterró desde la infancia.
Aterrar es enterrar,
Es llenarle la boca con tierra, las entrañas con tierra,
los tuétanos con tierra al paisano que luchaba
por un poco de pan y dignidad?
No digo pan y libertad porque, la libertad?
¡quien sabe qué será! Nadie sabe dónde pernocta,
con quién se acuesta, a quién le plancha la camisa y le
calienta el catre.
No me gusta estas palabras crudas, pero el poema
va por donde quiere. Cuando la carga es mucha, los ríos
se salen de su cauce. Nos ha llovido duro y con granizo,
tupido y con granizo y el cielo está pesado y negro.
Tengo los ojos anclados en la orilla de Atitlán?
¡Los tengo llenos de agua!
Nota: Luis Alfredo Arango (Falleció el 3 de noviembre de 2001) es uno de los grandes poetas guatemaltecos de gran reconocimiento internacional. Con unos versos sencillos, su poesía trasciende el ámbito celestial de la sensibilidad humana. (Hugo Madrigal)