La tendencia conocida de que un mayor desarrollo económico se traduce en una menor natalidad se está revirtiendo desde hace unos años en los países más desarrollados, según un estudio que subraya que el envejecimiento de la población podría en el futuro ser menos pronunciado que lo previsto.
«A nivel mundial, desde que comenzó el siglo XXI, mostramos un cambio fundamental en la correlación negativa entre fecundidad y desarrollo», indica un estudio de tres demógrafos de la Universidad de Pensilvania (Estados Unidos) y de Bocconi en Milán (Italia), publicado en la revista Nature.
En los países con ingresos bajos o intermedios, la cantidad promedio de nacimientos por mujer decrece a medida que avanza el índice de Desarrollo Humano (IDH), que tiene en cuenta los ingresos, pero también la esperanza de vida, la alfabetización y la escolarización.
Un IDH de 0,9 corresponde a una esperanza de vida de 75 años y a un Producto Interno Bruto (PIB) por persona de 25.000 dólares.
Cuando el índice no supera 0,85, como es el caso de 130 países de 177, según el Informe sobre Desarrollo Humano de la ONU de 2007-2008, la fecundidad baja siempre a medida que el desarrollo progresa, constataron los autores del estudio que recuerdan que en 1975 esta afirmación era cierta para los países más desarrollados.
Pero desde hace unos años, «en niveles de desarrollo humano avanzados, un desarrollo adicional puede revertir la tendencia de disminución de la fecundidad», afirman los investigadores.
La tasa de fecundidad de los cuatro países más avanzados (Australia, Noruega, Islandia e Irlanda), fue en 2005 de 1,89 nacimientos por mujer, contra sólo 1,24 para aquellos países en donde el índice de desarrollo humano está entre 0,9 y 0,92 (como es el caso de Grecia, Alemania, Eslovenia o Corea del Sur).
«Los gobiernos pueden responder al declive de la fecundidad poniendo en práctica una política que mejore la igualdad entre los sexos y la compatibilidad entre el éxito económico y profesional y la vida de familia», precisan los investigadores.
A la inversa, la desigualdad entre hombres y mujeres y el desequilibrio en favor del trabajo, constatado por ejemplo en Japón y en Corea del Sur (1,26 y 1,08 nacimientos por mujer respectivamente en 2005) explicarían la muy baja tasa de fecundidad en esos países.
De manera general, una correlación positiva entre un alto nivel de desarrollo humano y la fecundidad tendría importantes implicaciones para el envejecimiento de la población, la edad de la jubilación o la política migratoria.
En efecto, más de la mitad de la población mundial vive en regiones en donde la fecundidad está por debajo de los nacimientos por mujer (2,1) necesarios para renovar las generaciones.
Sin una contribución migratoria importante, la población disminuirá, con las tasas actuales, a la mitad cada 40 a 45 años en países como Alemania o Corea del Sur.
Por el contrario, con un nivel de fecundidad como el de Australia, Noruega o Francia, «el nivel de la población puede mantenerse con un aporte relativamente modesto de la inmigración», destacan los investigadores.