Acercarlos con la música


La Orquesta West-Eastern Divan realiza desde esta semana una gira europea para celebrar los diez años de su creación por el director argentino-israelí­ Daniel Barenboim y el escritor palestino Edward Said, que soñaron con la difí­cil tarea de acercar a israelí­es y árabes.


Este año, 37 israelí­es, 46 palestinos, sirios, libaneses, jordanos, egipcios, turcos, iraní­es y 20 músicos españoles participan en la gira del Divan, creada en 1999 por el director de orquesta y el escritor palestino, fallecido en 2003, y auspiciada desde hace años por el gobierno de la región de Andalucí­a (sur de España).

En ví­speras de salir de gira, la convivencia soñada por ambos se tambalea en una discusión acalorada en el jardí­n de una residencia de la localidad de Pilas, cerca de Sevilla, donde la orquesta ensaya cada año y a la que asistió la AFP.

Mientras varios músicos decoran un panel que se colocará en Berlí­n para conmemorar los 20 años de la caí­da del muro, alguien dibuja el muro construido por los israelí­es en Cisjordania. El palestino Ramzi, nacido en un campo de refugiados en Ramala, escribe: «El muro del apartheid tiene que caer», y un israelí­ monta en cólera.

Alguien llama al «maestro» Barenboim, como le dicen sus alumnos, y enseguida sale a apaciguar los ánimos. «Siempre hay discusiones duras: se trata de gente que son de paí­ses enemigos». «Un israelí­ y un sirio, ¿cómo se van a poner de acuerdo?», recuerda después mientras se fuma un habano.

«Nuestra orquesta no tiene una lí­nea polí­tica común»; «tiene un espí­ritu común»; «buscamos que cada uno pueda expresar libremente su opinión, y el otro tiene que aprender a vivir con eso: esto es muy sano», explica a la AFP.

Igualmente, Edward Said «lo veí­a como una manera de conocer al otro, entender al otro, coexistir con el otro sin animosidad, y el lenguaje para ello es la música», describe Mariam, copresidenta de la Fundación Baremboim-Said y viuda del intelectual palestino.

Sin embargo, el palestino Ramzi Abú Redwan, de 30 años, cree que «una gran parte de los israelí­es tiene la mente cerrada» e «ideas fijas».

«Yo vengo para aportar mi mensaje y decir que lo que su paí­s hace en Palestina no es bueno», dice Ramzi, que lamenta que en la orquesta «no se habla lo suficiente».

Más conciliador, el violinista israelí­ Asaf Maoz, de 30 años, asegura que «la idea del Divan ha funcionado» con él, ya que cuando se mudó a Berlí­n, lo hizo con otro israelí­ y un egipcio de la orquesta.

«No venimos como enemigos, venimos como jóvenes y músicos que queremos aprender unos de otros». «Soy israelí­ y no sé nada de los libaneses o sirios. Cuando vengo aquí­ (…) aprendo cosas de sus vidas y veo que se parecen mucho a la mí­a». «A veces no estamos de acuerdo, pero tenemos que escucharnos».

El mismo espí­ritu mueve al libanés Nassib Ahmadieh, violoncelista de 32 años que lleva nueve en la orquesta.

«Desgraciadamente en el mundo árabe hay muy poco contacto entre paí­ses», y la orquesta «es mi única oportunidad de estar con gente con la que comparto el futuro de la región».

«Ahora sé que hay israelí­es que están en contra de la polí­tica israelí­ y que simpatizan con la causa palestina, y es una idea que me tranquiliza», relata.

Pero la orquesta de Barenboim y Said –que «se ha convertido en un mito en Europa», «en la forma alternativa de pensar en este conflicto», explica Barenboim en referencia al conflicto israelo-palestino–, va más allá de acercar a israelí­es y árabes.

La Fundación también sostiene varias escuelas de música en Cisjordania con el fin de «tender puentes» entre los propios palestinos, ya que «la ocupación ha cortado el paí­s en varios trozos», apunta Mariam Said.

Mientras el Diván se presenta este miércoles en Madrid y prosigue su gira en Suiza, Austria, Alemania y Gran Bretaña hasta el 22 de agosto, en la región «ahora todo depende de una solución impuesta por Obama; es lo más deprimente que puedo decir», deplora Barenboim.