Daño irreparable


La semana pasada se conocieron informes independientes sobre el efecto de la minerí­a en el paí­s y el resultado es que existe un alto nivel de contaminación que convierte el agua de los rí­os en inútil para el uso humano, lo que obliga a que se verifiquen tales conclusiones y se ordenen de parte del Ministerio de Ambiente evaluaciones que permitan determinar el grado de certeza de los estudios ya realizados.


Porque la verdad es que si los mismos son correctos, y no tenemos razón para dudar de que lo sean, el paí­s estarí­a sufriendo un daño irreparable que obliga a que se tomen medidas enérgicas para sancionar a los responsables y para impedir que sigan cometiendo tal perjuicio a la población de Guatemala. Por supuesto que sabemos que se mueven demasiados intereses alrededor del tema de la minerí­a y que existen presiones muy fuertes sobre las autoridades para impedirles que puedan actuar en protección del bien común, pero estamos frente a lo que puede considerarse como una verdadera catástrofe y por lo tanto, sin prejuicios ni aspavientos, urge que se hagan estudios serios para corroborar la información y de esa cuenta tomar las medidas pertinentes.

Aun si el paí­s estuviera recibiendo grandes utilidades por la explotación de sus recursos minerales, cosa que en el caso nuestro no ocurre, nada compensa el daño que se hace al ambiente y el perjuicio que se causa a la población. En paí­ses con mayor desarrollo se establecen mecanismos de control y verificación permanentes que monitorean el impacto ambiental que tiene la actividad minera porque se sabe que uno de sus efectos residuales es cabalmente la destrucción del medio ambiente. Existen medios para combinar la explotación de las minas con la preservación ecológica, pero para ello es obligado que se haga uso de los medios más modernos que generalmente son también más costosos y por lo tanto las empresas que se dedican a la minerí­a tratan de evadir los controles para continuar con las prácticas más baratas y más contaminantes.

No deja de ser una gran paradoja que paí­ses desarrollados que del diente al labio mantienen un compromiso con la protección del medio ambiente, como es el caso de Canadá, sean los que más presionen para que en estas latitudes se obvien los mecanismos de control. No faltan los ataques a los grupos que se preocupan por el medio ambiente y la descalificación hasta de la misma Iglesia Católica por su constante y firme compromiso con las comunidades que se ven dañadas por el comportamiento irracional de empresas que únicamente se ocupan del lucro.