Decenas de miles de rumanos y búlgaros no esperaron que sus países ingresaran oficialmente en la Unión Europea (UE) para venir a una España creadora de empleo y de fronteras permeables.
En Madrid, transformada en gigantesca obra en construcción para la renovación de calles y túneles, nadie se sorprende ya del acento eslavo de los obreros.
Y cuando los futbolistas del Steaua Bucarest vinieron a desafiar al célebre Real Madrid en su propio terreno, jugaron como en casa… Aclamados por 15 mil rumanos que llegaron al Santiago Bernabeu en metro.
En una década, la cifra de búlgaros y rumanos que viven en España dio un salto impresionante respecto de 1996, cuando ni siquiera figuraban en las estadísticas.
Unos 189 mil rumanos viven legalmente en España, según cifras oficiales de junio de 2006, y son la cuarta colectividad extranjera en este país detrás de marroquíes, ecuatorianos y británicos. Los búlgaros que tienen permiso de residencia son unos 55 mil, según cifras gubernamentales.
Pero hay que tener en cuenta a los ilegales: serían 550 mil rumanos y cien mil búlgaros.
¿Los motivos de este éxodo hacia España?
En primer lugar una economía fuerte con un crecimiento superior desde hace años al de la zona euro, gracias al boom de la construcción, que se lleva buena parte de la mano de obra extranjera. Luego, una frontera más permeable que la de países como Francia o Alemania.
Según un estudio de la Universidad de Valencia sobre la inmigración rumana en España, el resumen es el siguiente: «Rumania, más que otros países post-comunistas, atravesó una profunda y duradera crisis económica» que significó la «pérdida de 2,5 millones de puestos de trabajo en diez años desde 1990. En el mismo período en España, la cantidad de empleos dio un salto a cuatro millones».
Los rumanos y búlgaros empezaron a llegar masivamente a España en enero de 2002, cuando España suprimió el visado obligatorio.
Ese es el caso de Bilyana Priropova, una búlgara de 26 años que vive hace cinco años en Madrid, adonde llegó «como turista después de un viaje de tres días en autobús».
Llegó hasta aquí para reunirse con su compañero. «El quería ir a Alemania, pero como aquí la frontera es más abierta y no hay demasiados controles de policía…», relató.
Bilyana estaba a punto de obtener su diploma en lenguas eslavas cuando se fue de Bulgaria, convencida de que allí no tenía «ningún futuro», asegura.
Y ahora no lo lamenta.
Es camarera en una cafetería del centro de Madrid. En 2005 obtuvo sus papeles gracias al proceso de regularización extraordinaria que abrió el gobierno socialista y permitió legalizar a 570 mil trabajadores ilegales.
Actualmente gana «800 euros por mes más dos meses suplementarios, más las propinas», y su compañero, Gregor, gana 600 euros. Hace poco se compró un apartamento en Bulgaria por 40 mil euros «como inversión».
«Con la UE habrá mucha ayuda y los precios van a subir», apuesta en un español perfecto, antes de explicar que algunos búlgaros piensan volver a su país con sus ahorros, «como lo hicieron algunos amigos polacos».
La embajada de Bulgaria afirma que en Sofía -como Bucarest- se vislumbra la reactivación económica.
Mientras tanto en España, el presidente de la Federación de Asociaciones de Rumanos, Miguel Fonda Stefanescu, califica de «inútil» el régimen transitorio de dos años impuesto por España a los emigrantes rumanos y búlgaros para acceder al mercado de trabajo español.
«De todas maneras, España necesitará 2,5 millones de trabajadores en los próximos años».
Bilyana tiene claro que quiere quedarse «en España, para retomar los estudios y ser guía turística».