El fantasma de Sandra Torres


Sandra Torres debe ser dinamita pura.  Trabajólica, estratégica, maquiavélica y calculadora, todo le debe caer a la señora.  El miedo que inspira no debe ser gratuito.  Los hechos lo confirman: faltan cerca de dos años para las elecciones y todo, rifles, cañones y baterí­as antiaéreas apuntan hacia ella para destruirla desde la salida.  Hay que abortarla polí­ticamente a como dé lugar.

Eduardo Blandón

La señora causa pavor, temor y temblor, miedo y angustia. Especialmente a las mujeres, particularmente a algunas periodistas, sobre todo a ciertas que dicen ser parte de la clase media y dicen ser preparadas y estar por encima de prejuicios, más allá del bien y el mal.  Es curioso que ella inspire tanto odio y rechazo entre mujeres que se sienten defensoras de la libertad, los derechos humanos y la exclusión.

Ella causa escozor, incluso entre feministas.  Debe ser una persona terrible, un monstruo, un fenómeno digno de estudio.

           

También algunos medios de comunicación la rechazan.  Están atentos a sus pasos, la espulgan, la escudriñan y están atentos a la cáscara de banano para verla caer.  No la resisten, por eso es que algunos periódicos se prestan para sacarle las peores fotos, el ridí­culo de la viñeta y los chismes de las primeras páginas.  Hay que encontrar un chivo expiatorio ante tanta calamidad y, claro, nada mejor que una mujer que súbitamente detenta tanto poder, demasiado dicen algunos.

La idea es martirizarla y aplastarla.  El propósito es insistir en las oscuras intenciones que ellos, los machos y las machas, dicen adivinar en sus acciones.  Los reflectores no deben apuntar hacia ella sino para poner en evidencia los malévolos planes de alcanzar la Presidencia y obtener el poder supremo.  Jamás hay que permitir que llegue a gobernar, ella no, quizá otra sí­, pero ella, Sandra Torres, no.

Lo que a veces olvidan los portadores de la ira es que no depende sólo de ellos impedir que la señora alcance sus propósitos.  Para vencerla hay que dar la batalla, invertir dinero y poner a pensar a sus pseudointelectuales.  Esto requiere tiempo y a dos años de las elecciones lo sabio es empezar a afilar cuchillos y convencer a la opinión pública de lo descabellado de la idea que ella, Sandra Torres, llegue a ser Presidente.

Lo bueno en todo esto es el espectáculo que siempre ofrece gratuitamente la oligarquí­a, el ridí­culo al que se expone y la ignorancia que publicita a granel y generosamente.  Lo agradable es ver la creatividad de los polí­ticos, el circo del Congreso y los campos pagados del CACIF.  Lo sorprendente es ver el malabarismo de los columnistas, la lógica ilógica de los conductores de radio y la corrupción de los canales de televisión.  La señora, Sandra Torres, tiene la virtud de reunir a todos contra ella.

Lo que está por verse es si la vencerán, porque ella es también de la misma catadura de sus adversarios.  Parece tener organizado el campo, el área rural y la maquinaria de eso que llaman «el interior» de la República.  En esos lugares no están expuestos a nuestros prejuicios citadinos, no leen columnistas contaminados ni los campos pagados del sector privado.  Son ellos quienes pueden dar la sorpresa y, entonces, sólo entonces, podrí­a haber Sandra Torres para rato.  Esto promete ponerse bueno.Â