Creo que todo esfuerzo que haga un gobierno por mantener una adecuada política de comunicación con el pueblo es importante y necesario en el proceso de ir construyendo la auténtica democracia, pero es evidente que en el gobierno actual si algo ha faltado es esa clara concepción de lo que tiene que comunicarse y cómo debe hacerse, puesto que se ha confundido la propaganda con la comunicación social y el diseño del programa radial que una vez a la semana coloca al Presidente frente a los micrófonos de la radio nacional es una muestra más de la ineptitud para definir adecuadas estrategias en ese sentido.
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Poner al Presidente en contacto con la gente es más que colocarlo a él como conductor de un programa en el que resulta pidiendo públicamente que le expliquen cómo es que funciona Prorural, el programa a cargo del señor Dalton. Está bien que ese tipo de preguntas las hagan el señor Robles o los otros colaboradores, pero suena muy feo, aunque tenga finalidades didácticas, que el mandatario tenga que preguntar públicamente a un funcionario qué hace, por qué lo hace y cómo lo hace. Eso traslada la sensación (y en política las percepciones son fundamentales) de que el pobre gobernante no tiene idea de lo que hacen sus subalternos y que es a través de este programa radial que adquiere conocimientos de los planes que se están ejecutando.
La forma es crucial en este tipo de asuntos y cuando el Presidente le pide a un funcionario que le diga en qué consiste uno de los programas más importantes de su gobierno, si es para que informe al pueblo, no puede adoptar la actitud del entrevistador de radio o televisión que se limita a formular preguntas.
Hace una semana, al defender la realización del programa radial, el Presidente dijo que ese modelo existe en otros países del mundo y que no es Chávez el único que lo utiliza. Entre otros mencionó a Felipe Calderón y a Barack Obama como mandatarios que usan la radio para comunicarse con su pueblo. Pero sería bueno que sus asesores le pasaran al presidente Colom esos ejemplos para que, tras escucharlos, se dé cuenta de la abismal diferencia entre el formato que le propusieron y aceptó y el que existe en otros países. Porque la verdad es que nada se puede objetar respecto a la necesidad de comunicarse con el pueblo, pero por supuesto que una adecuada política de comunicación tiene que poner especial cuidado en la forma en que se haga, para no dilapidar un recurso que puede ser valioso.
Comparar al locuaz Hugo Chávez, que se puede pasar horas de horas hablando en la radio y que usa ese programa para girar órdenes precisas, como la que dio para que el personal de su embajada en Colombia salga del país, con el programa de Colom es imposible. Comparar el inocuo programa Despacho Presidencial con el mensaje radial que una vez a la semana envía el Presidente Barack Obama a su pueblo, dentro de una larga tradición dictada por Franklin Roosevelt, es absurdo por cuestiones de forma y de contenido.
Por eso creo que si dejaran que Colom oiga cómo lo hacen sus colegas, a lo mejor puede introducir cambios que hagan al menos fumable lo que hoy cuesta tanto digerir.