Enfrentamientos empañan campaña electoral


La estratégica batalla entre los soldados estadounidenses y los talibanes sacude mucho más el inestable valle del rí­o de Helmand, en el sur de Afganistán, que la casi inexistente campaña electoral a un mes de las elecciones presidenciales.


Desde la llegada a principios de julio de 4.000 marines a la provincia, primera gran ofensiva de refuerzos enviados por el Gobierno de Barack Obama, muchos grandes ejes viales están cortados debido a las minas instaladas por los rebeldes, y numerosos aldeanos asustados han abandonado sus casas.

«Los talibanes entran en cualquier momento en nuestras casas y reclaman comida y dinero», se queja un viejo aldeano de Garmser, uno de los distritos con fuerte influencia rebelde que los marines deben asegurar de cara a las elecciones presidenciales y provinciales del 20 agosto.

«Los talibanes cierran las escuelas y no les podemos desobedecer, sino nos torturan y nos matan. Nosotros apoyamos la acción de los soldados estadounidenses, pero ellos apuntan sus armas sobre nuestros hijos que ya no pueden salir a jugar», agrega.

Este aldeano querrí­a poder votar en las elecciones, pero las libretas electorales no han llegado a su pueblo de casas de barro.

Los dí­as anteriores, una unidad de marines desplegada muy cerca fue objeto de una serie de ataques con bombas artesanales enterradas en los caminos de tierra que salen del pueblo. «No es nuestra gente quien ha hecho eso», asegura el viejo, sin dar mayores explicaciones.

Los marines se instalaron a pasar la noche cerca del pueblo, que sus aldeanos abandonaron creyendo que los soldados podrí­an atraer violencia.

El Helmand actual ofrece un fuerte contraste con el optimismo que allí­ reinaba en los años posteriores a la expulsión del poder de los talibanes a fines de 2001, por una coalición liderada por Estados Unidos.

En 2005, el entonces presidente estadounidense, George W. Bush, consideró la democracia afgana «floreciente» y veí­a a Afganistán como un precursor, junto a Irak, de un futuro «gran Medio Oriente» democrático, incluido Irán.

Desde entonces la situación se ha degradado dramáticamente y su sucesor ha asignado una misión más realista a sus tropas: restablecer la seguridad.

La ofensiva estadounidense en Helmand servirá para «establecer las condiciones propicias a las elecciones», afirma su comandante, el general Larry Nicholson, que admite que ganarse nuevamente la confianza de la población llevará tiempo.

Las tropas extranjeras probablemente conserven un bajo perfil el dí­a de las elecciones, dejando la seguridad «visible» en manos de los policí­as y soldados afganos, formados por los occidentales para retomar el control en todo el paí­s a largo plazo.

Los 4.000 marines movilizados en el valle se han encontrado con una resistencia esporádica y aseguran contar con el apoyo de los lí­deres locales.

Pero a principios de julio, un periodista de la AFP que acompañaba a los soldados estadounidenses pudo constatar los obstáculos colocados en la ruta de las tropas extranjeras.

Encargados de limpiar una carretera sembrada de bombas artesanales a lo largo de 30 km, los estadounidenses sólo pudieron reconocer su derrota: tras siete dí­as de explosiones, el convoy regresó prematuramente a su base con dos marines fallecidos.

Los talibanes ya habí­an amenazado con atacar el proceso electoral en 2004 y 2005, pero la violencia habí­a sido relativamente limitada.

De momento no han proferido amenazas directas contra las próximas elecciones, pero varios candidatos provinciales han sido asesinados.