Los prejuicios y las picadas de hí­gado que produce Hugo Chávez. A propósito de Despacho Presidencial.


            «ílvaro Colom imita a Hugo Chávez con programa radial».  Con ese tituló un periódico guatemalteco informó esta mañana sobre el programa radiofónico semanal que el presidente guatemalteco ha nominado como «Despacho Presidencial».  No me cabe duda que para aquellos cuyo nombre «Hugo Chávez» pone furibundos, desequilibrados y con alteraciones nerviosas el titular habrá sido una bomba matinal de altos kilotones.  Esa es la forma cómo los medios nos fastidian cotidianamente y nos inoculan sus miedos y obsesiones, siendo nosotros pobres ví­ctimas de odios que no hemos inventado.

Eduardo Blandón

            Estoy seguro que «Hugo Chávez» no ha sido ni es el único presidente del mundo al que se le ha ocurrido la idea de comunicarse con sus ciudadanos a través de la radio, la prensa o la televisión, pero, eso sí­, la idea es «mosquear» a la gente e insistir en que el presidente Colom es un pelele que imita a ojos cerrados al tal dictador venezolano.  El propósito es malévolo y tendencioso, ruin, poco objetivo y cargado de ideologí­a.  ¿Puede tomar en serio alguien a un periódico con semejante tendencia?  No me lo creo, pero eso nos invita a leer lo que se nos mediatiza, con mucho cuidado, a no ser confiados ni demasiado benévolos.

            La idea de que un Presidente se dirija por medio de un programa radial a sus ciudadanos no me parece mala en sí­ misma, pero en nuestro caso merece un análisis.  En primer lugar, creo que si existiera un deseo legí­timo de cercaní­a con la población para escucharlos directamente serí­a valiosa la iniciativa.  Sin embargo, desafortunadamente, esos programas son un instrumento para la propaganda, la descalificación y la tribuna perfecta para la apologí­a y la manipulación.  Todo esto desvirtúa un concepto original y valioso.

            En segundo lugar, los programas son orientados y convertidos en una burla para los que escuchan.  Habitualmente, los presidentes cuentan con un grupo de partidarios con servicios de teléfono para lanzar vivas y porras al mandatario.  Quienes dirigen el programa impiden hablar con libertad, cortan las llamadas o inducen las opiniones.  Por el otro lado, los de la oposición también ponen a sus jaurí­as para arruinarle el banquete al gobernante y eso que podrí­a ser un programa de cierta altura, se convierte en un ring de lucha libre.

            Si los presidentes hicieran de los programas radiales un espacio para anunciar polí­ticas, explicar cambios y dar resultados sinceros del trabajo realizado serí­a maravilloso.  Pero los programas terminan siendo el lugar preferido de los mandatarios para inventar estadí­sticas, hablar de proyectos no realizados y sueños y quimeras inexistentes.  Son programas echados a la perdición y al saco roto.  No se preparan, se improvisan y no hay una polí­tica inteligente de conducción.

            Todo esto podrí­a resultar muy negativo para un programa que apenas comenzó hoy por la mañana.  Pero no es mi intención ser aguafiestas, el propósito de este artí­culo es que el Presidente y sus peludos (¿todaví­a están?) piensen bien en la potencialidad del programa y no lo desvirtúen.  Por ahora ya empezaron con el pie izquierdo porque la derechona irracional ya comenzó con el prejuicio ese de: «Se trata de un programa mediante el cual imitarán a Hugo Chávez».  Mientras los dejamos que se piquen el hí­gado, veamos si algo bueno puede salir de esa, como mí­nima, interesante iniciativa.