LAS ORACIONES Y LOS HOMBRES


El hombre tiene la habilidad de razonar, evaluar y analizar las cosas, y está en capacidad de juzgar lo que es bueno y qué es lo malo. Puede pensar, percibir y decidir, con voluntad propia, lo que juzgue conveniente y todo esto le es posible porque es dueño del don de libre albedrí­o que le ha dado el Espí­ritu Santo.

Jorge Mario Diéguez Pilón, Cédula A 1, 103260     

Un comportamiento correcto cristiano es ponerse en las manos de La Providencia, o sea de Dios, y como todos conocemos a nuestros coetáneos, estamos al tanto de sus temores, sus esperanzas, sus entusiasmos y sus desilusiones, y en consecuencia podemos ofrecerles el compartir con ellos la «buena noticia» de un Dios que se hizo hombre, padeció, murió fí­sicamente y resucitó para salvar a la humanidad; pues el corazón humano anhela un mundo en el que reine el amor, donde los bienes sean compartidos, donde se edifique la unidad, donde la libertad encuentre su propio sentido, y la fe puede dar respuesta a estas aspiraciones, si todos nos reunimos en oración y pedimos la bendición para que estas aspiraciones se hagan realidad.

Recordemos lo que ocurrió con la liberación de Egipto donde Israel sufrí­a una esclavitud, para la época, insoportable, sentimiento generalizado que captó Moisés, y todos en una sola voz y con una acción decidida y compartida, en uso de su libre albedrí­o, decidieron y  lograron escapar hacia nuevas tierras que el Creador les habí­a ofrecido.

Este pequeño relato desea esbozar un mensaje que se estima pertinente. No es suficiente cualquier innumerable cantidad de oraciones, si las personas todas no están conscientemente involucradas y convencidas de las intenciones y de la forma de solución de los problemas que nos aquejan, y que haciendo uso de su libre albedrí­o, piensen y actúen en forma unificada, como ocurrió, según la historia, en Egipto en tiempos de Moisés.