Configurando los estudios culturales centroamericanos II


Arturo Arias

Si América Latina sólo se problematizó como región ante la inminencia de la guerra hispano-cubana, Centroamérica se problematizó como tal desde antes de la independencia. Podrí­amos irnos a la discursividad en torno a la independencia para inaugurar una genealogí­a de los estudios culturales centroamericanos. En los debates iniciales entre Pedro Molina y José Cecilio del Valle que se inician en octubre de 1820 y duran hasta la fecha de independencia tenemos ya un punto de partida interdisciplinario para problematizar la centroamericanidad.


Como todos sabemos, el hondureño Valle es una figura polémica. En los textos escolares de escuela primaria elaborados durante el perí­odo arevalista guatemalteco quedó reducido maniqueamente al lí­der conservador opuesto a la independencia centroamericana, en contraste con el héroe liberal Molina que pujaba por la misma. Sin embargo ante el fait accompli del 15 de septiembre de 1821, se dio vuelta y redactó el acta de independencia. Pese a los mencionados estereotipos girando en torno suyo, creados en su mayorí­a por los intelectuales liberales de la segunda mitad del siglo diecinueve, es importante recordar que Valle fue el hombre mejor formado de Centroamérica en la primera mitad de dicho siglo, manteniendo una relación estrecha con el pensador inglés Jeremy Bentham entre 1826 y 1829 y nombrado miembro de la academia francesa de ciencias, único centroamericano en recibir esta distinción. Las diferencias entre Valle y Molina no fueron de fondo sino tácticas: Valle era gradualista, Molina exigí­a transformaciones inmediatas. Pero sus proyectos eran conceptualmente similares y sus diferencias eran más de poder, como señaló primero Rodrí­guez Beteta y luego Franklin Parker (521). Valle tení­a un proyecto de paí­s para Centroamérica que, partiendo del trauma de la historia colonial, empleó mucho de las reformas propuestas por Bentham, basadas en el axioma de «la mayor felicidad para el mayor número,» de una manera inherentemente múltiple, disyuntiva y heterogénea que sugiere un marco ético y conceptual para el pensamiento centroamericanista.

Como ya señaló Danilo Pérez Zumbado, Valle, en su texto Prospecto de la historia de Guatemala de 1825, planteó cuatro categorí­as para dar explicar el desarrollo histórico del del Reino de Guatemala como primer paso para configurar los rasgos identitarios de la Centroamericanidad: Guatemala india, provincia de España, provincia de México y República federal libre. Su primera referencia a las poblaciones indí­genas implican un reconocimiento de sus estructuras sociales como naciones contrarias entre sí­ pero opuestas a la dominación mexica o azteca. Cuando articula la presencia española señala los actos usurpatorios y destructivos de las sociedades y culturas indí­genas. Representa la conquista como una especie de ruptura epistémica en la cual, pese a reconocer aportes españoles a una conjunción de culturas, articula la misma casi en términos de una voluntad de poder nietzscheana, sin jerarquizar binarimos como lo hiciera Sarmiento décadas después con su noción racista de civilización y barbarie. Según Pérez Zumbado, Valle no parte de una ontologización negativa del mundo indí­gena, sino más bien problematiza su subjetividad argumentando la necesidad de un conocimiento histórico de su mundo y problematización de su imaginario. A este respecto, incluye la cita de Valle donde critica a los españoles porque:

…el celo que querí­a abolir la religión pagana y plantar la Católica destruyó los monumentos de los Indios que podí­an dar luces sobre sus opiniones religiosas y morales, su disciplina y sus cultos;…desaparecieron los sacerdotes, depositarios de la teologí­a, liturgia y astronomí­a de los Indios; desaparecieron en su mayor número los caciques que habí­an recibido educación, y tení­an por ella y sus empleos algunas luces o ilustración. Quedó lo más infeliz, lo más ignorante de los pueblos; y a esos hombres que quedaron no se permití­a tener un baile, ni montar una caballerí­a. (Valle, 1982: 350-51).

Asimismo, siguiendo las premisas de Rivera, observamos que Valle se anticipa de un siglo a La raza cósmica de Vasconcelos, quien leyó a Valle, cuando afirma:

Cruzándose los indios y ladinos con los españoles y suizos, los alemanes e ingleses que vengan a poblar América, se acabarán las castas, división sensible de los pueblos; será homogénea la población; habrá unidad en las sociedades; serán unos los elementos que las compongan. («América»: 217).

Desde luego Valle no escapa a la crí­tica que podrí­amos hacer de su discursividad o bien de su sistema de pensamiento. Producto del iluminismo, existe un eco eurocentrista en sus enunciados que es fácil blanco de la crí­tica, pese a que él mismo hizo esfuerzos significativos por torcer los términos iluministas para interpretarlos de manera diferente a los originales. Despliega la herencia iluminista para articular dicho pensamiento en la fundación de sus categorí­as polí­ticas que conceptualizaban una centroamericanidad nasciente. Se le escapa el toque racista en su ensayo «América,» publicado en El amigo de la patria el 30 de noviembre de 1821, pese a afirmar de las poblaciones indí­genas que «…las obras de Anáhuac; las maravillas de Tenochtitlán, los atestaban iguales o mayores que los del español en sus primeros siglos…. (Ibid., 209), y de agregar que «habrá filósofos entre los indios; todos tendrán mayor o menor cantidad de civilización.» Se le escapa porque supedita la cultura indí­gena a la europea, aunque también es cierto que le atribuye esta subordinación al genocidio de los conquistadores que acabó con las élites indí­genas. Por eso, como afirma Pérez Zumbado, su eurocentrismo no es del todo categórico, ya que «en algunos momentos de su discurrir intelectual identifica y valora la cultura indí­gena sin llegar a asumirla como una alteridad legí­tima que convoca a una relación horizontal» (76).

Todos sus debates en torno a la cuestión indí­gena, la moral, y su visión centroamericanista suceden en el contexto de problematizar la historia como mecanismo para encontrarle salidas a las contradicciones de Centroamérica, para ubicar el imperio mexicano de Iturbide de cuyo parlamento también formó parte como representante centroamericano, llegando a ocupar sitio de primer ministro, y para conceptualizar el hemisferio occidental en general. El 25 de enero de 1822 historificó, revisó y problematizó las leyes que España le habí­a dado a las Américas, desde las Siete Partidas hasta la Recopilación de Leyes de Indias. El 16 de febrero publicó un artí­culo acerca de la justicia de la independencia de las colonias de América, empezando a ganar atención fuera del istmo. Finalmente, el 1 de marzo publicó su artí­culo más famoso, «Soñaba el Abad de San Pedro; y yo también sé soñar,» donde articula una visión inicial de la unidad americana, pidiendo la realización de un congreso general en Costa Rica o en León que trajera delegados de toda América para formar una gran federación que uniera los estados americanos y un plan económico que los enriqueciera. Agregó que por ubicarse en el centro del hemisferio, y con posibilidades de construir un canal interoceánico, Centroamérica estaba localizada en el sitio perfecto para gobernar el destino económico del continente. Luego de perder las elecciones de 1825 se dedicó a publicar información sobre Centroamérica que hoy podrí­amos denominar como formativa de los estudios culturales, desde su nuevo periódico El redactor general. Incluye ésta un estudio geográfico que envió a Londres para corregir la visión errónea de Rudolph Ackermann en su Catecismo de geografí­a. Sin duda desvela algunas limitaciones y evidencia la persistencia de ciertos discursos hegemónicos de corte eurocéntrico, pero los cuestiona a su vez, deduciendo conclusiones originales de los mismos en lugar de reinscribir sus modelos de conformidad con los paradigmas teóricos universalistas.

En este trabajo mi objetivo no es tanto hacer un panegerí­co de Valle, como argumentar que, guste o no, tenemos que ubicarlo en el inicio mismo de los estudios culturales centroamericanos y, sin duda, latinoamericanos., por ser el primer pensador en articular discursos conceptuales en términos interdisciplinarios y culturales desde una perspectiva epistémica continental, fenómeno que prácticamente no se repetirí­a sino hasta fines del siglo diecinueve como indicamos anteriormente. Asimismo, al diferenciar lo mexicano de lo centroamericano, y ambos de los sudamericano, su proyecto busca afirmar la lógica de la diferencia y la posibilidad en contra de las tendencias homogenizantes del pensamiento bolivariano entonces en boga.

Si Valle fuera el punto de partida de los estudios culturales centroamericanos, en esta genealogí­a tendrí­amos ciertamente que ubicar en ella, entre muchos otros, a Rafael Heliodoro Valle, Froilán Turcios, Francisco Gavidia o Alberto Masferrer, hasta llegar a la producción contemporánea, ya que todos ellos buscan visibilizar el terreno de las diferencias culturales, sociales y económicas de Centroamérica en el contexto hemisférico. En este sentido, existe aquí­ una cierta convergencia entre los proyectos suyos, articulada en torno de las polí­ticas de lugar. No estoy arguyendo que este es el único espacio de convergencia posible. Mi argumento es más bien el de señalar la necesidad de elaborar una genealogí­a en el sentido foucouldiano, entendida ésta como diferente de los metadiscursos históricos de teleologí­as vagas, con inicios accidentales como producciones discursivas que indican, como las huellas de los pies en los caminos de tierra, un trayecto que conduce hasta nosotros mismos. Son estos pasos crí­ticos que nos llevan a una relectura de los integrantes de dicha lí­nea que conduce hasta el presente, para elaborar un diálogo entre sus proyectos y los nuestros en el proceso de problematizar cómo los sujetos centroamericanos fueron llevados a pensar como tales.

SEMBLANZA


José Cecilio del Valle ( 22 de noviembre de 1777 – 2 de marzo de 1834), nació en Choluteca, Honduras, redactó el acta de independencia, de Centro América, además fue Presidente de Guatemala, Honduras, presidente de las provincias unidas de Centro América y fue elegido presidente de la República Federal de Centroamérica.

Fue regente de la nueva Cátedra de Economí­a Polí­tica en la Sociedad Económica de Guatemala en septiembre de 1812. Contrajo matrimonio con Josefa Valero Morales, originaria de Comayagua el 12 de octubre de 1812.

Fue nombrado Auditor de Guerra del Ejército de Guatemala en mayo de 1813.

Designado Juez de Honor del Ejército en junio de 1813.

Fue nombrado Fiscal interino de la Audiencia en enero de 1817, elaboró el expediente «Sobre fomentar la Agricultura, la Industria y el Comercio», mediante gestión del Real Tribunal del Consulado el 6 de noviembre de 1817.

Publicó el prospecto de El Amigo de la Patria el 6 de octubre de 1820, el Primer número de » El Amigo de la Patria» salió el 16 de octubre de 1820.

Fue Electo Alcalde de Guatemala en 1821.

Electo miembro de la Diputación Provincial en marzo de 1821.

Obtiene el nombramiento real de nuevo Auditor de Guerra en mayo 1821, renuncia como Alcalde.

El sabio Valle falleció por problemas de salud, en enero estaba bien de salud, pero en febrero comenzó a quejarse de fatiga acentuada, además presentó un episodio de disnea, fatiga y angustia, falleció el 2 de marzo de 1834, antes de tomar la presidencia de la federación centroamericana.