En el sitio de la hecatombe, la Cruz Roja italiana levantó un verdadero campamento humanitario.
En 20 hectáreas, decenas de carpas alineadas albergan a miembros de 186 sociedades nacionales de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja. Los organizadores esperan hasta el domingo próximo la asistencia en total de unas 10 mil personas.
Llegados desde los cuatro puntos cardinales del mundo, jóvenes en su mayoría, los voluntarios debaten, intercambian opiniones y participan en formaciones diversas.
Con tablas, martillos, palas y toldos de plástico, cien participantes aprendieron el viernes bajo la canícula a montar un campamento de refugiados.
Para los miembros de la organización, como Sa»ed Arabia, de 29 años, delegado de la Cruz Roja palestina, venir a Solferino es muy simbólico.
«Cuando llegué a Solferino, la primera imagen fue la de esa batalla y no pude evitar una comparación: si esa guerra terminó, ¿por qué en Palestina e Israel los combates siguen y agotan a la población?», dijo.
Para él, esta reunión ha servido para acercarse a los delegados israelíes, con quienes estableció «lazos de amistad».
Para la Cruz Roja todo comenzó en esta pequeña población, situada cerca del lago de Garde. El joven suizo Henri Dunant, de 31 años de edad en ese entonces, estaba el 24 de junio de 1859 en Solferino cuando trataba de entrevistarse con Napoleón III para hablar sobre asuntos de Argelia.
El ejército francés comandado por el emperador y el del reino de Piemonte-Cerdeña por Victor-Emmanuel II, al que Francia vino a apoyar, derrotaron al ejército austriaco logrando un nuevo éxito tras la batalla de Magenta.
Piemonte-Cerdeña podrá tomar la Lombardía, nuevo paso hacia la unidad de Italia, pero Dunant ve la parte oculta de la victoria: una verdadera carnicería con cerca de 40.000 muertos y heridos.
Organiza los servicios de rescate con mujeres de los alrededores, que atienden sin discriminación alguna a los heridos de ambos bandos, lo que es una verdadera revolución.
Dunant logra incluso de Napoleón III la liberación de los médicos austriacos prisioneros para que se incorporen y ayuden a atender a los heridos.
Traumatizado, Dunant publicó dos años más tarde «Un recuerdo de Solferino», donde denunció los horrores de la guerra e inició luego la tarea de fundar la Cruz Roja en 1863.
«Ciento cincuenta años después de Solferino, la idea de Dunant se ha difundido por todo el mundo y hoy la Cruz Roja tiene millones de voluntarios», dijo el presidente de la Cruz Roja italiana, Francesco Rocca.
«Pero ahora es necesario reflexionar sobre cómo afrontar las batallas de Solferino del tercer milenio», concluyó.