EN LOS CONFINES DEL DíA DE SAN JUAN (II)


En su iconografí­a más antigua, San Juan aparece rodeado de atributos vegetales lo que lo relaciona con los cultos agrarios. En una tablilla que data del año 200, se le representa entre troncos desbastados que vuelven a germinar. En Florines de Oro florentinos en uso entre los años 1251 y 1531, aparece con un frondoso gajo a sus pies; en un sello de Curia Episcopal de Florencia del siglo XIV se lo representa con un ramo exuberante a su lado.

Celso Lara

Altar para San Juan Bautista

A otras divinidades era consagrada en Europa la fecha que hoy dedica la Iglesia a San Juan. Coincidente con esta fecha era celebrado en Roma el culto a la diosa Fortuna, fundado por el rey plebeyo Servio Tulio, nacido de esclava en el que participaban mayoritariamente las clases populares y los esclavos, por estas razones, considerado por muchos autores como un culto plebeyo. El 24 de Junio, dí­a de Fors Fortuna en Roma, el pueblo bajo se dirigí­a a los dos templos de la diosa ubicados no distantes uno de otro en la ví­a Fortuense, situada a lo largo del rí­o Tí­ber. En este dí­a era permitida la licencia y la embriaguez. En Praeneste, la diosa era representada en actitud de amamantar a sus hijos, Y era especialmente venerada por las mujeres. Su culto tení­a carácter oracular, es decir, se realizaban prácticas rituales de adivinación en el altar especialmente levantado para estos fines. Fortuna era diosa del destino y la oportunidad, portadora de la fertilidad y su incremento. Tení­a como sí­mbolo la rueda o la esfera, lo que lo relaciona con las divinidades solares y la cornucopia llena de flores y frutos que la relación con las agrarias. En su fecha, se inauguraba religiosamente la cosecha.

En el calendario romano, el dí­a 24 de Junio se señalaba la celebración de Fors Fortuna en Roma y el comienzo del año solar está indicado también como Solstitium o Lampas o Dios Lampadarum en el cual habí­a la costumbre, aún en vigencia en muchos lugares de Europa, de llevar teas encendidas a través de los campos.

El politeí­smo habí­a sido hasta el año 274 de nuestra era, religión oficial del Imperio Romano, del cual formaba parte España, paí­s de donde proviene la mayor parte del aporte cultural europea nuestro paí­s y en general a toda América Latina. Es a partir de ese año que el emperador Aureliano declara al culto solar como religión oficial del Imperio Romano, la cual se extendió al amplio territorio cubierto por el Imperio, por haberle concedido el sol Invictus la victoria de Siria. Esta decisión, de declarar oficialmente sólo un culto, según numerosos autores, preparó el terreno para la penetración del cristianismo a Europa. El culto solar sirvió como ví­nculo religioso y polí­tico entre los habitantes del imperio, celebrándose con especial énfasis las fechas correspondientes a los solsticios.

Refiriéndose a los elementos incorporados en la fiesta del Bautista, Lanternari, citado por Julio Caro Baroja, en su obra Occidente y Tercer Mundo, apunta:

«Sobre este sustrato podí­a desarrollarse la fiesta de San Juan, que tiene en efecto, una difusión casi universal en el mundo occidental, y particularmente entre las plebes rústicas se presentaba como un ritual pagano complejo y todaví­a vivo que atestigua aún hoy con toda claridad sus orí­genes pre-cristianos, que en ciertas localidades se pueden hacer remontar hasta una época prehistórica. La fiesta conserva en general, incorporadas a ella, todas las huellas de una génesis agraria, en el seno de una sociedad que extrae de la agricultura toda su vida. El que el Bautista en su figura de «regenerador» y de profeta de una nueva era, tal como lo plasmó la tradición, tenga en sí­ los caracteres de una antigua divinidad agrí­cola se ve en los ritos agrarios de su «fiesta» y no sólo en la iconografí­a más antigua que lo representa con ramas y troncos de árboles partidos que vuelve a brotar, sí­mbolo de una vida que periódicamente se renueva».

Desde sus lejanos comienzos, el culto a San Juan tuvo un apoyo popular masivo, predominando en sus prácticas rituales el elemento femenino y nupcial con énfasis en la adivinación amorosa. Era costumbre desde el dí­a 23 la entonación de canciones licenciosas que constituí­an uno de los elementos más antiguos y combatidos por la Iglesia, San Agustí­n, en sus obras se refiere a ella; en el siglo X el Obispo Otton de Vercelli se refiere también a este hábito como sigue: «la triste costumbre de que las mujeres significativamente definidas como meretriculas recorrieran la comarca cantando y danzando no sólo prediciendo el futuro». En 1686 el Obispo de Meaux, Bossuet rogaba en su catecismo abandonar la costumbre de cantar canciones deshonestas en el dí­a de San Juan después de siglo y medio del Concilio de Trento, en el que oficialmente se habí­an condenado las costumbres que perduraban en el culto de los Santos: francachelas, embriaguez, lascivia.

También fue prohibido en numerosas ocasiones el baño ritual renaciendo cada vez con mayores brillos en muchas regiones donde esta práctica estaba proscrita. A media noche la gente se revolcaba en los pastos húmedos de rocí­o, bañándose simbólicamente con éste. Esta costumbre aún vigente en algunos lugares de Europa y América, podí­a tener además otra significación, la de unirse con la madre tierra, según algunos autores.

La costumbre de levantar enramadas en forma de cabaña al aire libre, la entonación de canciones licenciosas y obscenas y la realización de francachelas en las cuales participaba masivamente el pueblo, eran caracterí­sticas comunes que compartí­an la importante fiesta romana Anná Perenna y la de San Juan. Resabios de estas actividades se encuentran en los cantos y «bombas» propias del oriente de Guatemala: Jalapa y Jutiapa particularmente.

En Grecia Medieval y según el testimonio del griego Theodoro Balsamon, la fiesta de San Juan se celebraba a partir del dí­a 23 de Junio, fecha en la que hombres y mujeres reunidos escogí­an a la hija primogénita y la vestí­an de novia…

«Después tení­an su banquete correspondiente: danzaban, bailaban y cantaban y hací­an que la muchacha sirviera de oráculo o adivinadora del porvenir recogiendo agua del mar en un recipiente. El agua de mar la buscaban yendo a las orillas en procesión, a la cabeza de la cual iba la muchacha y al dí­a siguiente rociaban sus casas con esta agua. Por la noche hací­an fuegos y saltaban sobre ellos, con lo que pretendí­an purificarse y sacar agí¼eros. El lugar donde celebraban la fiesta lo adornaban con hermosí­simas telas y ramas de árboles».

En toda Europa el dí­a 23 de Junio -ví­spera de San Juan- y especialmente a la media noche es un perí­odo mágico por excelencia en el que suceden todo tipo de prodigios, se hacen realidad los vaticinios, se recogen plantas o partes de ellas que tendrán singulares poderes todo el año. Ellas corresponden en lí­neas generales a las viejas plantas mágicas de los pueblos indoeuropeos -latinos, griegos y celtas- que sirven para hechizos y contra hechizos así­ como también para usos medicinales. Entre ellas tenemos la verbena, la artemisa, llamada también hierba de San Juan, la albahaca, ruda, valeriana y las semillas de helecho, o helecho macho entre otras.

La artemisa se emplea en usos medicinales hervida en pociones con agua o vino y también quemada con sahumerio. Recogida la media noche de San Juan es un poderoso amuleto contra toda clase de sortilegios si se le suspende de un roble en mitad de un campo volverá fértil el terreno y preservará las cosechas del granizo. En Alemania se elaboran coronas con artemisa que se queman en las hogueras de San Juan y se guardan sus restos como material protector. En Normandí­a cuando se recoge esta hierba la ví­spera del dí­a de San Juan se cree que tiene poder para destruir los maleficios que impiden dar leche a las vacas. En la región de Bohemia se colocan junto a la imagen de San Juan coronas hechas con esta hierba a fin de protegerse de hechizos durante todo el año.

La recolección de esporas o semillas de helecho macho en esta fecha tiene amplia difusión en Europa. Se tienen por especialmente eficaces, las recogidas en la media noche de San Juan cuando empiezan a sonar las doce campanadas, se cree que destruyen las pesadillas, alejan el rayo y obran contra los hechizos. Se reparten con equidad entre los recolectores, sino es así­, pierden todos sus poderes.

Esta semilla según la creencia popular tiene virtud contra todo espí­ritu maligno, si se toca con ella a una persona enferma «sanará y hallará el consuelo necesario», según consejos populares, ampliamente extendidos en Europa. Los brujos recogen estas semillas el 23 de Junio para realizar sus actividades diabólicas. En Guatemala, los Aj»kines» recogen este dí­a las semillas del árbol de pito que les servirá todo el año en sus prácticas adivinatorias, y esta costumbre también se aplica a los ramos benditos del Domingo de Ramos en Semana Santa.

Dada la importancia de las prácticas rituales que se han realizado desde épocas remotas durante la media noche y la mañana de San Juan, la Iglesia Católica para adaptarse a las costumbres practicadas y compartidas por las poblaciones europeas, instituyó especialmente tres oficios religiosos para conmemorar su nacimiento que se efectuaban entre los dí­as 23 y 24 de Junio; en el crepúsculo, a la media noche y al alba del dí­a 24.

A través de los tiempos, la acción eclesiástica tuvo su mayor influencia en las áreas urbanas, permaneciendo las comunidades rurales marginadas de esta influencia y practicándose allí­ prescripciones tradicionales de los rituales en honor al Bautista que es el Santo Católico que ha recibido un culto más intenso en los paí­ses cristianos europeos. En otra oportunidad profundizaremos sobre esta fiesta en España y América Latina.

Nueva Guatemala de la Asunción, Dí­a de San Juan

24 de Junio de 2009