Un año le viene quedando al actual gobierno, un gobierno que se olvidó del eslogan de «Con Berger ganamos todos», pues se concretó desde su inicio a golpear a los más pobres con la cínica tolerancia al incremento de los precios a los productos de la canasta básica y a los servicios públicos básicos como la energía eléctrica, el teléfono y otros, así como su total pasividad ante la demoledora política norteamericana que determinó el incremento al valor de los combustibles, política que por supuesto jamás pudo beneficiar a los sectores de menores recursos en el mundo.
De esa clase de gobernantes parece ser el presidente Berger, cuyo gobierno con su manifiesta y coqueta dependencia de sectores que plenamente adversan un mínimo alivio a los sectores menos favorecidos económicamente, ha caído en actos de corrupción tan sonoros como los del gobierno anterior, al que se dedicó a señalar con toda la furia y revanchismo propios para mantener distraída la atención de la población que esperaba más de su optimista gobernante, que lo que menos hizo fue preocuparse por mejorar la situación económicamente de los empleados menores del Estado, mientras que a sus altos funcionarios les extendió más privilegios.
Menos podía esperarse que este gobierno, primer hijo del gobierno del PAN, se preocupara por la lamentable situación de los jubilados del Estado que han tenido que enfrentar precios más altos con las misma y modestas pensiones que vienen arrastrando junto con sus penas desde siempre, esperando el ilusorio arribo de un salvador que jamás va a ser alguien comprometido con quienes utilizan el poder para beneficiarse en grupo, pero no para beneficiar a un país que espera despegar hacia el desarrollo integral.
Es la penúltima Navidad que el Presidente Berger está al frente del Poder Ejecutivo, pronto dejará de ser el funcionario acosado por los sectores marginales, para pasar a formar parte de la enorme lista de los administradores que sirvieron muy bien a sus financistas, pero que dejaron una herida más grande en los habitantes de la otra Guatemala, la Guatemala que no atienden porque les falta voluntad y porque no les conviene encauzar hacia el desarrollo.
Un gobierno que habla de visión de país, pero, que actúa y favorece selectivamente a quienes dicen «amén» hasta por los errores que comete, lo cual evidencia que no puede haber visión de país si no se promueve el desarrollo integral, porque de seguir así lo que estarán logrando es enfatizar más la presencia de las dos guatemalas: La de los marginados y la de los privilegiados.
La despedida debiera ser triste si el gobierno hubiera atendido las demandas de los necesitados, pero por lo visto la despedida será alegre porque éstos celebrarán la salida de uno de los gobiernos más caros de la historia, pero con un vasto despliegue de publicidad que ofende a la ignorancia de los sin escuela, la enfermedad de los pacientes hospitalarios sin atención, la incertidumbre de los sin seguridad. «El que desea no ser engañado, procure no engañar» Platón.