Eduardo Blandón
«Postmodernidad y cristianismo» puede definirse como un texto en el que se desarrollan los fundamentos de la postmodernidad y su aporte a la tradición cristiana católica. Es una presentación en donde se vincula filosóficamente dos visiones de mundo con el propósito de extraer lo mejor de cada una.
¿Qué elementos hacen valioso el libro? En primer lugar, su lenguaje, orden y sistematicidad. Mardones, aunque filósofo, es un pedagogo de la escritura que sabe conducir al lector de una manera didáctica hacia el puerto que desea. Es un ensayo que de manera ordenada, con síntesis al final de cada capítulo, aclara los elementos definitorios de la postmodernidad y su influencia en la praxis social.
Por otro lado, el libro tiene la virtud de dejar huellas bibliográficas que pueden ser útiles al lector exigente y con deseos de información. Me parece que la obra es ideal para quienes apenas han escuchado hablar de la postmodernidad y quieren entenderla de manera sucinta, pero no superficial. Se le ubica en el tiempo y, sin ataques de conservadurismo ni progresismo insensato, se piensa en el aporte que pueden tener esas ideas en el imaginario cristiano.
El libro se divide en dos partes (cada uno con diversos capítulos): I. Modernidad y Postmodernidad; y, II. Postmodernidad y Cristianismo. En la primera parte (Modernidad y Postmodernidad) se establecen los siguientes capítulos: 1. El umbral de la postmodernidad. Rasgos distintivos de la modernidad grávida de postmodernidad; 2. La muerte de Dios, o la razón moderna y la postmodernidad. La crítica moderna a la razón ilustrada; y, 3. La utopía postmoderna. La sociedad y el hombre postmodernos. La segunda parte (Postmodernidad y Cristianismo) se subdivide así: 1. La crítica postmoderna de la religión; 2. La postmodernidad y el Dios cristiano; 3. La religiosidad postmoderna; 4. La teología en la postmodernidad. Postmodernidad y cambio de paradigma en la teología; y, 4. Epílogo. El desafío postmoderno, o llamados a dialogar con el fragmento.
Comencemos a comentar la obra. Para Mardones la postmodernidad no se originó por generación espontánea o de manera milagrosa. La postmodernidad es hija de la modernidad y en ésta ya es posible encontrar los gérmenes de aquélla. No hay, por tanto, desde su perspectiva, una especie de ruptura que lleve a pensar que la posmodernidad sea un fenómeno absolutamente diverso. En realidad, afirma, es posible encontrar en muchos autores «modernos» esa semilla postmoderna que sólo después se vuelve explícita y bien desarrollada.
Aun cuando no haya una ruptura con el pasado, sin embargo, la postmodernidad tiene rasgos definitorios que la convierten en ese algo diametralmente opuesto que hará que la visión de mundo sea en verdad otra cosa. La postmodernidad tiene varias características que la definen, pero una de ellas que es vital es lo relativo a lo que Mardones llama «fragmentariedad». ¿En qué consiste semejante cosa? Intentemos comprenderla.
La modernidad, que se remonta probablemente a Descarte, porta dentro de su imaginario el deseo de «totalidad». Tiene fe en las posibilidades infinitas de la razón, en el progreso humano, en la interpretación de la historia, en el acceso al misterio de Dios y en la comprensión del mundo que se le presenta como una especie de máquina relativamente fácil de controlar (mecanicismo). El todo tiene una lógica y la razón está llamada a descifrar esas claves ocultas. Dado que hay una «lógica», sólo los insensatos pueden oponerse a ella. La verdad de la modernidad es «clara y distinta», evidente, sólo los ciegos o, como diría la Biblia, los «necios» pueden no verla o rechazarla.
En la modernidad no hay espacio para «lo otro» ni la diversidad porque hay un sistema omnicomprensivo en la que sólo queda la adaptación. í‰sta es signo de inteligencia: el sabio es quien sabe adaptarse. De aquí que en un mundo «normal», los «anormales» no caben y los centros de reclusión se justifican, así como la inquisición y la persecución a los «herejes». Pero esto no es todo.
Hay también, dentro de la misma modernidad, voces críticas que empiezan a cuestionar esa visión totalitaria del mundo: Nietzsche, Horkheimer, Adorno, Foucault, entre otros, que proponen un paradigma distinto, más descentrado, desacralizado y pluralista. Según Mardones, aparece el relativismo y se comienza a cuestionar la posibilidad de un fundamento, una verdad. «Estamos en la sociedad del politeísmo de valores (dioses y demonios)».
Ahora, entonces, aparece la posmodernidad que se caracteriza de tres maneras (desde la óptica de Vattimo): En primer lugar, el pensamiento postmoderno es un pensamiento de la fruición. Esto es, el pensamiento no tiene un propósito de dominio ni es instrumental (como en la modernidad), sino vital por el deseo simple de vivir la realidad misma. Mardones dice que Vattimo es influenciado por Schleiermacher que sugeriría más una ética de los bienes frente a otra ética de imperativos.
«El pensamiento postmoderno de la fruición postula, por tanto, una actitud vital que se traduce en un estilo de vida: rechazo radical de la instrumentalización de la razón (Horkheimer) y de la misma vida, y afirmación de lo vivido en cada momento «sin función de preparar otra cosa»».
Otro rasgo importante del pensamiento posmoderno es ser un pensamiento de la contaminación. Se trataría de una actitud del pensamiento abierta radicalmente a la multiplicidad de juegos de lenguaje que la cultura y saber actual ofrece desde la ciencia, la técnica, el arte y los «mass-media». En esto nos situamos en las antípodas de la modernidad que acostumbraba a derivar principios y criterios fijos desde una totalidad o centro.
Por último, el pensamiento postmoderno es un pensamiento del mundo de la técnica moderna. No se trataría, como en la modernidad, de la visión de la técnica como la gran salvadora de la humanidad, sino como el triunfo de ésta sobre la metafísica. La técnica es hija de la metafísica y expresión segura de su triunfo sobre la lógica, la concatenación de causas, la previsión y el dominio.
En conclusión, dice Mardones, «si quisiéramos encontrar una expresión que resumiera «el proyecto postmoderno», tendríamos que elegir la de estetización general de la vida. Frente «al proyecto moderno», que, como repite Lyotard, ha estado dominado en el pensamiento y la acción durante los siglos XIX y XX por la idea de la emancipación de la humanidad y la promesa de la libertad, hay que caminar hacia su olvido y superación. Sólo así podremos lograr escapar al mito/trampa del progreso, a esa promesa que el mismo desarrollo histórico y sucesos como Auschwitz han deslegitimado».
Hasta aquí queda explicado, grosso modo, el vínculo y significado entre modernidad y postmodernidad. Hace falta introducirnos, para enterarnos, del aporte de la filosofía postmoderna al cristianismo. Esa tarea le queda a usted cuando decida leer el libro. Puede adquirirlo en Librería Loyola.
Autor: José María Mardones
Título: Postmodernidad y cristianismo. El desafío del fragmento
Editorial: Sal Terrae
Edición: segunda
País: España
Año: 1988
Páginas: 155
ISBN: 9788429308181