Débil esperanza


Israel. Miembros del Ejército de Israel conducen a un compañero herido, tras una batalla. El 2007 se abre en Israel con la esperanza de un alto el fuego y una reanudación del diálogo con los palestinos.

El 2007 se abre en Israel con la esperanza de un alto el fuego y una reanudación del diálogo con los palestinos, tras un año marcado por la continuación de la violencia y una infructuosa guerra en Lí­bano.


Las perspectivas son aún más sombrí­as debido a lo que para los israelí­es parece una carrera ineluctable de Irán hacia el arma nuclear, mientras su presidente, Mahmud Ahmadinejad, no deja de reclamar la desaparición del Estado hebreo.

«La consolidación de la tregua podrí­a abrir la ví­a a otras medidas para conseguir una paz justa y global en la región», afirmó Al Quds, el principal diario palestino.

«La calma que precede la tormenta», advirtió por su lado el diario Yediot Aharonot, que pronosticó grandes cambios, tanto polí­ticos como militares, en los meses venideros.

Es una conclusión preocupante para un año que comenzó con la desaparición de la escena polí­tica del primer ministro israelí­, Ariel Sharon, que cayó en un coma profundo el 5 de enero, cuando se hallaba en su nivel más alto de popularidad, y se encuentra en estado vegetativo desde entonces.

Este dramático acontecimiento asestó un golpe fatal al plan Sharon, que buscaba trazar unilateralmente la frontera este de Israel a través de la retirada de Cisjordania y el mantenimiento de bloques de colonias.

Unas semanas después, el movimiento islamista Hamas ganó las elecciones legislativas, lo cual dejó un poder palestino bicéfalo: por un lado, el presidente moderado Mahmud Abas, uno de los jefes del Fatah, y por otro Ismail Haniyeh, primer ministro del gobierno del Hamas.

La reacción no se hizo esperar. La ayuda internacional dejó de llenar las arcas palestinas e Israel advirtió que combatirí­a sin cesar al Hamas (acrónimo en árabe del Movimiento de Resistencia Palestina), que preconiza su destrucción a largo plazo.

Beneficiándose de la reputación de su predecesor, Ehud Olmert fue electo en abril como jefe del gobierno israelí­, y prometió aplicar el plan Sharon.

Pero al amanecer del 25 de junio, un comando palestino cruzó la frontera que separa a la franja de Gaza de Israel y secuestró al soldado Gilad Shalit.

El plan fue colocado en el refrigerador y enterrado definitivamente el 12 de julio, cuando otros dos soldados israelí­es fueron secuestrados en una operación comando dirigida por Hezbolá y apoyada por disparos de cohetes contra el norte de Israel.

No era necesario nada más para desencadenar una respuesta masiva de Israel en Lí­bano. Siguieron 33 dí­as de una guerra que divide hasta el dí­a de hoy a la dirección polí­tica y militar del paí­s, porque al fin de cuentas, Hezbolá logró disparar más de 4.000 cohetes contra el norte de Israel.

En el frente palestino, operaciones del ejército israelí­ dejaron más de 400 muertos y no lograron poner fin a los disparos de cohetes artesanales desde la franja de Gaza. Desde septiembre de 2000, 10 israelí­es murieron tras ser alcanzados por estos proyectiles.

Cuando todo parecí­a empantanado, Olmert y Abas lograron súbitamente ponerse de acuerdo a fines de noviembre para instaurar una tregua en la franja de Gaza, un alto el fuesgo que se mantiene a toda costa pese a algunos disparos aislados de cohetes.

Ehud Olmert, en su nivel más bajo de popularidad, volvió a lanzar la idea de un acuerdo de paz por el cual Israel «se retirarí­a de numerosos territorios y de los asentamientos construidos» en Cisjordania para permitir la creación de un «Estado palestino independiente y viable».

No obstante, evitó precisar la amplitud de la retirada propuesta, no se comprometió a poner fin a la colonización y condicionó la reanudación del diálogo a la formación de un nuevo gabinete palestino que esté dispuesto a sellar la paz con Israel.

El diálogo está casi interrumpido desde septiembre de 2000, fecha del inicio de la Intifada.

Sobre la cuestión del programa nuclear iraní­, responsables estadounidenses e israelí­es evocaron estas últimas semanas la posibilidad de un ataque contra instalaciones nucleares iraní­es.

Las repetidas declaraciones del presidente iraní­ Mahmud Ahmadinejad llamando a «borrar a Israel del mapa» son tomadas muy en serio por las autoridades israelí­es.