APUNTES SOBRE EL ORIGEN DE LA FIESTA DEL CORPUS CHRISTI (PARTE II)


Proceso de elaboración de alfombras de flores, pino y serrí­n con motivos tradicionales y contemporáneos así­ como arcos de frutas y hojas de pacaya con adornos de papel esmaltado, por parte de pobladores de Patzún. Chimaltenango para la procesión del Jueves de Corpus. 2008. (Fotografí­a Guillermo Vázquez González).

Con estos escolios escritos a vuelo de pluma, tienen como objeto ilustrar a nuestros lectores de La Hora sobre una de las fiestas más importantes de Guatemala y que concluimos ayer, Jueves de Corpus, al exponer algunos aspectos sobre el origen de la festividad del Corpus Christi en el mundo occidental y en particular en Guatemala.

Celso Lara

Jueves de Corpus en la Catedral Metropolitana de la Nueva Guatemala de la Asunción. Al frente Palacio Arzobispal un Procesión de Corpus Chisti en el barrio de Candelaria en la Ciudad de Guatemala. El sacerdote bajo palio, porta la Custodia con la Hostia Consagrada y bendice un Altar de Corpus en la puerta de una casa de la Calle Amargura de dicho barrio. (Fotografí­a Guillaermo Vásquez Gonzáles, 2008)

La procesión de Corpus en las urbes hispánicas del siglo XV, cuyo principal foco de interés era la Hostia -el verdadero Cuerpo de Cristo para los Cristianos-, llevada por el clero bajo palio, recorrí­a una ruta preestablecida en la cual el suelo era cubierto de ofrendas vegetales y hierbas aromáticas. A lo largo de ella los devotos levantaban altares adornados de colchas de fino tejido, flores, ramas, cirios y sí­mbolos religiosos cristianos. A ambos lados de esta ruta se apiñaba la multitud muchas veces proveniente de las aldeas vecinas atraí­da a la ciudad para contemplar el vistoso desfile, más la que se ubicaba en los balcones de los edificios que flanqueaban la ví­a, embellecidos por colgaduras y flores, en los que se agolpaban los fieles para ver el paso del cortejo.

Seguí­an las autoridades, las corporaciones con sus insignias, los gremios y las figuras alegóricas que simbolizaban el mal derrotado por la fe de Cristo. En las poblaciones pequeñas se repetí­a esta orden en menor escala y a imitación de las grandes ciudades desfilaban detrás de la custodia, en orden jerárquico. Según Julio Caro Baroja, «en las villas agrí­colas aparecerán ocupando lugar destacado los agricultores, en los puertos de mar los marineros y pescadores, etcétera».

La custodia, especie de relicario en forma de sol con un pedestal en cuyo centro se coloca la Hostia consagrada, es uno de los implementos indispensables en toda iglesia.

Su fabricación a partir de la institución del dí­a del Santí­simo por los Papas Urbano IV, Clemente XI y Juan XXII, fue un importante incentivo para el desarrollo del arte de la orfebrerí­a religiosa en España y más adelante en el Nuevo Mundo.

En algunas ciudades se realizaron concursos para dotar de custodia al templo de la localidad, en los que participaron los más destacados orfebres. Piezas de esa época aún son conservadas en las iglesias como joyas que aún acompañan las procesiones de Corpus. Ejemplo de esto es la custodia de San Miguel de Vera, perteneciente a la Iglesia de Callosa de Segura (Alicante) y la elaborada por el famoso orfebre Enrique de Arce perteneciente a la Catedral de Toledo.

Más adelante en España y en otros paí­ses de Europa, la Hostia fue llevada en algunas ciudades en una compleja y sofisticada urna gótica fabricada en oro y plata para dar más magnificencia a la procesión. El ornato de las calles con hierbas aromáticas y flores, colocación de altares con colgaduras y tapices a lo largo de la ruta de la procesión y el esmerado arreglo general de fachadas de casas y edificios revelan la voluntad de «ocultar, hacer desaparecer, literalmente el aspecto cotidiano de la ciudad. Así­, además de los pasos, arcos triunfales, altares y otros elementos etnográficos, veremos cómo los vecinos más pobres utilizarán tapices, colgaduras y aún simples colchas, con tal de recubrir hasta el último centí­metro cuadrado de muro superponiéndose a veces un motivo sobre otro, hasta configurar un espectáculo abigarrado y colorista».

Existen abundantes testimonios en obras de autores españoles acerca de la celebración del Corpus y sus elementos: altares, tapices y enramadas para decorar calles y casas, desfiles y sus personajes alegóricos incorporados, danzas, etc. Como ya hemos indicado, las fiestas del Corpus más famosas se celebraban en Barcelona, Sevilla, Madrid, Toledo, Zaragoza, San Sebastián y Granada, entre otras ciudades. Existen además abundantes referencias de su celebración en poblaciones pequeñas de extensas regiones del paí­s por ser fiesta de gran importancia para los católicos de España y también en Portugal.

Como toda fiesta de participación popular y donde se incluyen tantos elementos de diversas procedencias, se cometieron numerosos excesos que hicieron a Juan de Mariana escribir en el Tratado contra las Juegos Públicos, lo siguiente: «Ojalá pudiéramos negar lo que no se puede decir sin vergí¼enza. Toda esta torpeza de haber entrado en los templos y haberse hecho estos dí­as danza en las procesiones con tal sonada y tales meneos cuales ninguna persona honesta sufriera en el burdel».

La procesión del Corpus en España se ajustó entonces a la Ley de Carlos III en 1780, desapareció de ella todo lo que se consideró profano e irreverente: así­, los gigantes, enanos e incluso la tarasca de indudable origen simbólico cristiano, fueron eliminados del desfile de ese dí­a. Se abolieron los Autos Sacramentales y se combatió el teatro religioso. Estas prohibiciones tuvieron efecto desigual y si bien en algunas ciudades desaparecieron estos elementos de uso muy antiguo, en otras persistieron hasta nuestros dí­as.

Consideramos importante hacer referencia a otras danzas en distintas localidades españolas, en otras épocas del año cercanas al carnaval y que tienen algunos rasgos comunes con el ataví­o y la celebración de los Diablos del Corpus en Totonicapán y en el altiplano del centro-occidental de Guatemala, especialmente en los atuendos, la organización de Hermandades tradicionales que preparaban las fiestas, y el pago de promesas que se cumple utilizando la indumentaria ritual.

En Cataluña y en la región de Valles al norte de Barcelona, los Diablos -Diablots- de Carnaval, se poní­an cencerros en sus cinturones que producí­an sonido al entrechocar en la danza, bailaban en los campos helados mientras un campesino araba un surco con una yunta de bueyes, lo que le da el indudable carácter de danza de fertilidad. Otra fiesta en la que también danzan personajes ataviados de diablos es la de San Blas, cuya preparación que está a cargo de una sociedad de hombres y en la cual participan jóvenes y adultos, que costean todos los gastos que ocasiona la celebración incluyendo las velas y grandes cantidades de licor que se consumen en la ocasión, tiene lugar los dí­as 1, 2 y 3 de Febrero.

Los danzantes, todos de sexo masculino, se visten de diablos con máscaras de cuernos, los muchachos que se comprometen a participar en la danza lo hacen para pagar promesas por enfermedades o problemas familiares, de por vida o por cierto número de años. La participación en estos eventos pasa de padres a hijos y se permite la incorporación de niños. En esta sociedad, el diablo de mayor antigí¼edad se convierte automáticamente en Diablo Principal o Diablo Mayor que dirige a los demás. Para realizar su danza piden permiso a las autoridades para bailar por las calles y aún dentro de la propia iglesia. George Foster tuvo la oportunidad de observar esta ceremonia en honor a San Blas en la población de Almonacid hace más de treinta años y realiza una descripción de las ceremonias de ese dí­a. Allí­ los participantes usan ataví­os confeccionados con pantalón y camisas de colorida tela de algodón estampada, máscara y una especie de mitra (gorro puntiagudo) de papel con cruces doradas en la frente. Este autor consideró como la parte más importante presente en la indumentaria de los danzantes, el uso de cencerros de metal y campanas de bronce dispuestas en juegos de tres que producí­an un ensordecedor sonido cuando se encontraban todos reunidos y moví­an su cuerpo con este propósito. Ninguno de los hombres participantes estaba desprovisto de instrumentos sonoros -sonajas de danza, uno de los tipos más antiguos de instrumentos musicales- de metal que sacudí­an incesantemente. Estos diablos bailaban tanto en las calles como en el interior de la iglesia. A la salida de la procesión que acompañaba a la imagen de San Blas, llevado en hombros por la Hermandad que celebra su culto, el grupo de danzantes corrí­a hacia la imagen y saltaba frente a ella cayendo después al suelo, aparentemente sofocado. Al llevar la imagen nuevamente a su lugar en la iglesia, bailaban de nuevo dentro del templo, saliendo después en retroceso sin dar la espalda al templo desde donde se dirigí­an a casas de amigos para brindar con licor. Mientras dura el sermón del sacerdote, entran nuevamente a la iglesia y gesticulan contra la imagen de San Blas como si estuvieran furiosos o levantan las manos en señal de súplica y emprenden el camino a sus hogares.

El uso de instrumentos sonoros de metal es común en fiestas del área mediterránea oriental -campanas, cencerros y cascabeles- y es una costumbre muy antigua. Las campanillas de metal son usadas en la iglesia cristiana según antigua creencia para alejar el espí­ritu malo o para marcar -como en el momento de la elevación de la Hostia en la misa- el instante supremo del rito, así­ como también para llamar a los fieles a la oración.

James Frazer en su obra El Folklore en el Antiguo Testamento dedica un capí­tulo completo a las campanillas de metal, en el cual hace referencia a su uso en rituales de diversas regiones y culturas del mundo. En muchas de ellas es común la creencia de que el tintineo de metales ahuyenta los espí­ritus nefastos. Se refiere también al Código Sacerdotal en el que se indica que el sacerdote para estos fines debe colocar en la orla anterior de su manto campanillas de oro y llevarlas «a oficiar para que se oiga el tintineo, cuando entre él en el santuario ante Yah»ve y cuando salga y así­ no muera».

Indica este autor que desde la antigí¼edad existe la extendida creencia de que el sonido del metal ahuyenta a los demonios y espí­ritus del mal; así­ campanas, cí­mbalos y gongs o platos de bronce o hierro son usados en prácticas de exorcismo en diferentes continentes del mundo. Durante el siglo XII se dice que en las procesiones se tocan las campanillas «para asustar a los demonios y hacerlos huir».

En la Edad Media en varias localidades europeas se echaban a volar las campanas de las iglesias para ahuyentar a brujas y hechiceros que según la creencia popular de la época se juntaban en el aire. Quizás por esta razón se tañí­an campanas cuando morí­a alguien en los pueblos para evitar se acercaran al alma del difunto los espí­ritus malignos. En Francia tení­an la costumbre de echar al vuelo las campanas el cinco de febrero -dí­a de Santa Agatha- para ahuyentar a las brujas, en todas las parroquias durante la noche. En algunos lugares de España existí­a la misma costumbre esa misma fecha. También se repicaban en la ví­spera del dí­a de San Juan y en toda Europa sonaban campanas durante las tormentas para ahuyentar a los espí­ritus malos que eran, según tradición ampliamente difundida, los que provocaban esta situación. Las campanas eran consideradas por la Iglesia como instrumentos sagrados con toda la solemnidad, y la gente creí­a que se le daban nombres, se las lavaba y bendecí­a con los santos óleos para que pudieran ejercer su función de ahuyentar los malos espí­ritus.

En Asia y ífrica instrumentos sonoros de metal son empleados con fines parecidos. En Kenia las viudas se atan a la cintura en la espalda, un cencerro de ganado que hacen sonar mientras acompañadas de sus amigos corren hacia el poblado del muerto. Las campanillas son utilizadas en este continente también para espantar los espí­ritus malignos y se cree que su uso es muy antiguo, pues desde hace siglos se conocen en extensas regiones los metales y la manera de trabajarlos. Es caracterí­stico en algunas regiones de ífrica, el uso de campanillas de metal por adivinadores, sacerdotes y hechiceros cuando realizan sus ceremonias de exorcismo o adivinación.

En España, como vemos en estas referencias entresacadas de la bibliografí­a a nuestro alcance de las fiestas tradicionales de ese paí­s, del cual proviene el principal aporte cultural europeo al nuevo mundo americano y por ende a Guatemala, no era costumbre exclusiva de la festividad del Santí­simo Sacramento la participación de personajes caracterizados de diablos y la realización de procesiones teatrales asociadas a las celebraciones de la iglesia.

Puede afirmarse que en casi toda Europa, a los diablos se les identificaban como los representantes de todo lo malo -la herejí­a, el pecado, entre otros- en contraposición a todos los paí­ses donde se extendió el cristianismo a las ceremonias organizadas y patrocinadas por la iglesia, en los que participantes realizaban acciones muy cercanas a las más antiguas ceremonias mágicas para conjurar los espí­ritus del mal.

Actualmente la celebración de la fiesta de Corpus Christi es muy importante en España, caracterizada aún por la realización de suntuosas procesiones precedidas por la custodia que contiene el cuerpo de Jesús Sacramentado.

El arreglo de las calles reviste especial importancia y la ruta que sigue la procesión es adornada con especial esmero. Se elaboran alfombras de flores, de sal o de aserrí­n con bellos y complejos motivos, a veces de muchos kilómetros de extensión. Se adornan los suelos con hierbas olorosas, ficsia, romero, tomillo. Se levantan arcos vegetales en numerosas poblaciones y se adornan en ellas las calles que cruza la procesión con colchas y sábanas bordadas. En otras danzas que acompañan la procesión del Corpus dentro o fuera del templo de diversas regiones de España podemos citar Paloteos, Danzas de Espadas, Moros y Cristianos, Sardana, Baile de Seises de Sevilla, Cavallets, Danza de los Monos y Danza de la Cruz, entre otros.

Es esta una información muy somera ya que no pretendemos hacer un trabajo exhaustivo sobre la fiesta de Corpus en España y Guatemala, sólo hacemos referencia en este trabajo los elementos que conforman la actual conmemoración del Santí­simo Sacramento para evidenciar la fuerza y persistencia de la tradición popular transmitida de una a otra generación por ví­a oral o participación directa, su fuerza y su vigencia.

Nueva Guatemala de la Asunción

Jueves de Corpus, 11 de junio de 2009