De vuelta a casa


Con un fuerte aplauso entre los asistentes a Roland Garros, Nadal fue despedido de tierra batida.

Por primera vez en cinco años, Rafael Nadal celebraba su cumpleaños rodeado por su familia y sus amigos en Mallorca, hoy, en lugar de hacerlo en Roland Garros, donde la fiesta era ya toda una tradición camino de cada uno de sus cuatro tí­tulos consecutivos.


Esta vez no hubo felicitaciones ni tarta en el bar de la prensa. El tenista español, que tení­a apenas 18 años cuando debutó en el cuadro principal del torneo de Grand Slam sobre polvo de ladrillo en 2005, cumplió 23 años de vuelta a casa tras la gran decepción de ser eliminado en octavos de final.

Fue el domingo, cuando el mundo entero tení­a los ojos puestos en la tierra batida de la mí­tica pista central Philippe Chatrier pensando que el número uno mundial no tendrí­a problemas para superar al sueco Robin Soderling, personaje poco querido por los tenistas, con el que el mallorquí­n ya habí­a tenido sus más y sus menos.

Pero el 25º jugador mundial hizo temblar la tierra en el partido de su vida. No sólo derrotó por 6-2, 6-7 (2/7), 6-4, 7-6 (7/2) al mejor jugador del planeta sino que lo logró en el feudo del manacorí­, que no conocí­a la derrota en sus 31 primeros partidos en Parí­s, y en octavos de final.

Se agotaron las palabras para describir el asombro por el inesperado desenlace, la caí­da de un coloso. Un Roland Garros sin Nadal en la final y ni siquiera en la segunda semana no cabí­a en ningún pronóstico y mucho menos en los planes del «rey de la tierra batida».

Esa misma noche, decepcionado por un público parisino que animó con todas sus fuerzas a Soderling y que, a pesar de sus cuatro magistrales victorias, «nunca tuvo un detalle» con él, embarcó en un avión rumbo a su querida isla para «descansar y analizar con Toni», su tí­o y entrenador, «lo que pasó».

Roland Garros se quedó huérfano. Reinaba en el ambiente una ausencia demasiado palpable, como cuando el martes, en ví­speras de su cumpleaños, unos enormes carteles con la fotografí­a tamaño natural de un sonriente Nadal presidí­an una fiesta para promocionar el turismo en las Islas Baleares sin su protagonista principal.

Si no hubiera tenido uno de sus peores dí­as en la pista ante Soderling, que luego confirmó su estado de gracia metiéndose en semifinales al aplastar al ruso Nikolay Davydenko, Nadal habrí­a celebrado sus 23 años en Roland Garros preparándose para una semifinal contra el chileno Fernando González.

Pero, sabiendo que cuenta con el respaldo de los fans que tiene en todo el mundo, el í­dolo de juventud festejaba un cumpleaños agridulce con los suyos en Manacor, antes de poner rumbo a Londres para defender su tí­tulo en Queen»s.

Allí­ empezó a escribir el año pasado otra página en la historia del tenis, al convertirse en el primer español en ganar un torneo sobre césped desde Andrés Gimeno en 1972, antes de conquistar su primer Wimbledon arrebatando la corona al suizo Roger Federer.

Nadal, campeón de todos los «grandes» salvo el US Open, viajará el sábado o el domingo a Londres con la firme intención de dejar atrás su amarga salida de Roland Garros y aprender también de la derrota para volver a deleitar a los aficionados al tenis ganando tí­tulos con sus mágicos golpes.

«Roland Garros se quedó huérfano. Reinaba en el ambiente una ausencia demasiado palpable». AFP