En el centro de Beirut y enfrente del palacio gubernamental, los opositores instalados allí se declaran dispuestos a quedarse hasta la caída del gobierno y preparan su improvisado campamento para soportar los rigores del invierno.
Este sábado se cumplen 16 días de protesta en la plaza Riad de los partidarios de la oposición dirigida por el movimiento chiita prosirio Hezbolá.
«Vamos a instalar un pino en la plaza para la noche de Navidad. Incluso habrá distribución del regalos», afirmó Sayed Héloué.
El campamento está en construcción y los obreros trabajan para levantar unas 1.200 tiendas pequeñas. Algunas están junto a la gran mezquita Mohamed Al-Amin, a la sombra de la cual se encuentra la sepultura del ex primer ministro asesinado Rafic Hariri.
Jamal Bahmad, de 34 años, trabaja con un martillo. «Estamos instalando grandes tiendas para el invierno con un sistema de calefacción», explicó.
Hussein Mokahal, de 18 años, alumno del último año de secundaria, es uno de los 5.000 permanentes que vive en el lugar. Durante el día va al liceo y en la tarde se une a sus camaradas.
«Si los que están en el poder piensan que habrá una erosión del movimiento, se equivocan. Estamos determinados a mantenernos hasta que se vaya (el primer ministro Faud) Siniora. El pueblo libanés aguantó 33 días bajo las bombas israelíes», comentó.
Un grupo de futbolistas ha ocupado una parcela de terreno. «Somos pobres y no tenemos los medios para frecuentar los lugares elegantes del centro de la ciudad», explicaron.
Los partidarios del Hezbolá, a menudo familias de escasos recursos, no tienen acceso a las tiendas y lugares públicos elegantes del centro de la ciudad destruido durante la guerra (1975-90), y que fue renovado por la sociedad inmobiliaria privada Solidere, creada por Rafic Hariri.
Los manifestantes se han instalado en medio de una obra suspendida, cerca de la Plaza de los Mártires, donde un letrero anuncia: «Proyecto Landmark, hotel cinco estrellas». Allí está previsto un complejo de hoteles, residencias y tiendas, financiado por inversionistas de los países árabes del Golfo.
Separados por alambradas en la parte baja del lugar de la manifestación, algunos comerciantes irreductibles mantienen abiertos restaurantes y cafés.
«Es absolutamente necesario que las fuerzas del orden aseguren el acceso a los lugares públicos del centro de la ciudad. Contamos con las fiestas de fin de año para compensar las pérdidas del verano debidas al conflicto entre el Hezbolá e Israel», arguye uno de los comerciantes.
«Â¿Pero qué turista va a aventurarse a dos pasos de una manifestación de integristas?», se lamenta el dueño de un restaurante delante de sus mesas vacías.