El trabajo elaborativo y las tareas prácticas durante el inicio de la lucha clan


De mis anotaciones y continuación (1974 ? 1997) del libro Apuntes para la historia del Partido Guatemalteco del Trabajo de Huberto Alvarado Arellano

Ricardo Rosales Román – Carlos Gonzáles

El pasado 19 de octubre, el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Facultad de Económicas de la Universidad de San Carlos, USAC, hizo entrega pública de la reedición del documento La intervención norteamericana y el derrocamiento del régimen democrático, aprobado por la Comisión Polí­tica del Comité Central del Partido Guatemalteco del Trabajo, PGT, en junio de 1955.

No fue éste el primer documento de la dirección del partido que hubo que distribuirse en las condiciones de la más rigurosa persecución policí­aca y terrorismo anticomunista de la contrarrevolución en el gobierno. El primer manifiesto del partido, desde la clandestinidad, fue emitido el 17 de julio de 1954 y volanteado a partir de esa fecha. En ese mismo año, circuló el primer número de Verdad, órgano clandestino del CC del partido, y se volvió a editar El Militante como boletí­n interno de estudio para la organización.

1.- Acerca de algunas caracterí­sticas del trabajo y la lucha en la clandestinidad

La capacitación, preparación y adiestramiento para el trabajo y la lucha en la clandestinidad para esa etapa, se convirtió en una tarea prioritaria para la dirección del partido, los órganos intermedios de dirección y los comités de base y cí­rculos de su destacamento juvenil, la Juventud Patriótica del Trabajo, JPT. La experiencia individual y colectiva acumulada a todos los niveles enriqueció el adiestramiento recibido y permitió librar importantes batallas contra el castilloarmismo y el ydigorismo, primero y para la incorporación a las tareas de la Guerra Popular Revolucionaria, después.

En el trabajo de reestructuración del partido y su organización juvenil, quienes militaban en los frentes amplios de lucha, supieron combinar con acierto y audacia la militancia clandestina con la lucha de masas y quienes pasaron a la clandestinidad supieron sortear los golpes de la represión y el terror gubernamental. No faltaron, a pesar de lo anterior, los descuidos y cierta subestimación de la capacidad del enemigo de clase para golpear al partido. Conforme la lucha se fue profundizando, ampliando y radicalizando, empezaron a sufrirse duros y severos reveces que, en todo caso, no lograron doblegar la recia decisión y entrega a la lucha de la militancia partidaria y juvenil, la clase obrera y los sectores populares.

La regla de oro del trabajo clandestino para los militantes y cuadros asignados al trabajo amplio, es aquélla que indica que hay que saberse mover entre las masas, que son las masas el escudo protector, y que en sus frentes han de ser los mejores y más destacados en el trabajo, el estudio y la lucha. Para los militantes, cuadros y dirigentes clandestinos lo fundamental era saberse mover entre la población, pasar lo más desapercibido que fuera posible, sin enconcharse, comportarse como el más común de las gentes, ir dos pasos adelante de los del enemigo, conocerlo a fondo, detectar cómo opera y actúa, y atender con eficiencia, disciplina, compartimentadamente, con puntualidad y exigencia camaraderil las tareas a su cargo.

2.- Una tarea arriesgada, pero no imposible

La impresión, entrada al paí­s y distribución del documento de la CP del CC de junio de 1955, La intervención norteamericana? fue una prueba –además de ingenio y creatividad–, de audacia e iniciativa, organización y eficacia del trabajo y la lucha clandestina. El núcleo principal de la dirección del partido que se quedó en el paí­s, encabezado por el secretario general del CC, Bernardo Alvarado Monzón, Mario Silva Jonama, secretario del CC, y Carlos René Valle y Valle, miembro de la CP del CC, tuvo a su cargo las labores de reestructuración del partido y la juventud. El resto de la dirigencia estaba en el extranjero. Ello no fue un obstáculo para la aprobación del borrador del documento y la toma de medidas y disposiciones prácticas y operativas para asegurar su impresión, distribución en el paí­s y circulación en el extranjero.

Lo primero que se convino fue su impresión en México, importante tarea que estuvo a cargo de Costa Amic, quien utilizando tipos de imprenta de que sólo él disponí­a y papel cebolla, logró hacer una muy legible, cuidadosa y bien presentada edición tipo cuadernillo de un cuarto de carta y en cuya carátula la firma «The Chais H., Phillips Chemical Co.» de Nueva York, USA, anunciaba la «Legí­tima leche de magnesia de Phillips». De allí­ que el documento, en aquella época y años después, fuera conocido como la «Leche de Magnesia Phillips». En la página que precedí­a al texto del documento, aparecí­an dos anuncios: arriba, el de la «Comercial Guatemalteca, S.A.» y, abajo, el de «Sears, Roebuck and Co.» En la parte de atrás de la página, en tres párrafos de propaganda, se hací­a referencia a las bondades del producto anunciado. Después, vení­a el documento propiamente dicho.

A partir de la impresión de la «Leche de Magnesia», quedaban dos pasos decisivos a cubrir. El primero, cómo asegurar el ingreso al paí­s del texto ya impreso y, el segundo, la organización de su distribución.

Para lo primero se montó un operativo de paso de frontera que aseguró el exitoso ingreso del tiraje de ejemplares a distribuirse en el paí­s, operativo que estuvo a cargo del ya fallecido compañero Joaquí­n Noval (Juan Tché) con la colaboración y apoyo de la infatigable luchadora e inolvidable compañera, Laurita de Pineda. El paso siguiente fue la organización de la distribución en condiciones estrictas de clandestinidad y medidas de seguridad que garantizaran, primero, que el documento llegara a la clase obrera, sectores populares y fuerzas democráticas y, segundo, la seguridad y salvaguardia de la organización y militancia del partido y su organización juvenil.

En el cí­rculo de la JPT al que se me asignó militábamos cinco compañeros. A principios de 1956 nos llegaron los ejemplares de la publicación que nos correspondí­a distribuir. Recibimos 50. Nos entregaron diez a cada uno. Un hecho inusual nos sorprendió: cada ejemplar habí­a que venderlo y su precio era de 25 centavos de quetzal. La tarea era arriesgada pero no imposible de cumplir.

Las instrucciones recibidas fueron que en un primer momento el documento habí­a que venderlo a los compañeros de estudio que nos merecí­an más confianza y a quienes pudiéramos saber que les interesara comprar una publicación como la que se les poní­a a su disposición. Así­ lo hicimos, y al mes de iniciada la tarea, el balance que hicimos fue positivo, exitoso. La mayorí­a habí­amos vendido los ejemplares que se nos habí­an asignado. Enseguida se procedió al rendimiento de cuentas. No era una suma sólo simbólica la que entregábamos: fue el aporte económico de quienes compraron el documento, aporte destinado a la dirección para continuar el trabajo de reconstrucción del partido y la juventud.

Recuerdo, también, que se convino que el encargado de nuestro cí­rculo le planteara a su enlace con el órgano intermedio de dirección que estábamos de acuerdo en distribuir 75 ejemplares más. En la siguiente reunión se nos entregaron 15 a cada uno y los logramos distribuir en el tiempo convenido. La diferencia, es que esta vez nos acercamos a vecinos conocidos y de confianza del barrio donde viví­amos y a amigos a quienes se los pudiéramos ofrecer. Esta segunda fase de la campaña también fue exitosa.

Simultáneamente a la distribución y venta del documento, se organizó su estudio individual y colectivo.

Continuará…