El surgimiento de una Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica en España, reclamando que la Audiencia Nacional actúe en los casos de abusos cometidos durante la guerra civil que sufrió ese país y los delitos cometidos por la dictadura de Franco, establecida como consecuencia de ese conflicto armado interno, nos hace ver que España ha estado viendo la paja en el ojo ajeno, pero no se da cuenta de la viga en el propio porque pretende juzgar a criminales de otros países pero no lo ha hecho con los propios.
Pocos conflictos han sido tan feroces como la guerra civil que se vivió en España cuando un grupo de oficiales al mando de Francisco Franco se sublevaron contra las autoridades de la República provocando un enfrentamiento de más de tres años que cobró, según José María Gironella, más de un millón de muertos. El mismo Presidente del gobierno español es nieto de un republicano fusilado por las fuerzas de la Falange bajo el mando de Franco y en ambos bandos se cometieron atrocidades.
Ahora, al abrirse el espacio para recuperar la memoria histórica, tanto por la existencia de una asociación de víctimas y descendientes de las víctimas, como por una iniciativa del partido oficial, el Socialista Obrero Español (PSOE), habrá en la sociedad española un intenso debate que se verá salpicado por las actitudes de los herederos del franquismo, los miembros del Partido Popular, que harán todo esfuerzo por evitar que se puedan deducir responsabilidades y hacer señalamientos en contra de quienes fueron responsables de los mayores abusos y peores atrocidades.
Faltaría ver si algún otro país del mundo trata, como hace ahora España, de plantear reclamos ante la justicia de ese país para que nos envíen a algunos de los funcionarios que tuvieron participación en el gobierno. Todavía anda por allí el señor Fraga, fundador del PP y uno de los líderes de la época de Franco, quien podría ser canjeado por alguno de los funcionarios de los gobiernos de países latinoamericanos donde se cometieron abusos y crímenes de lesa humanidad.
Por ello es que los populares tendrán que ser muy cuidadosos en la defensa que hagan del franquismo, para no alentar impunidades que justifiquen que otros países pidan órdenes de captura contra los que aún sobreviven de esa nefasta dictadura que hundió a España no sólo en la pobreza y el ostracismo, sino que también significó el imperio del oscurantismo.
Todos tenemos nuestra historia, sin duda alguna, y la recuperación de la memoria histórica es un bálsamo para los pueblos que más han sufrido y que necesitan realmente disponer de la verdad para entender la razón de sus problemas e impedir que se vuelvan a repetir fenómenos sociales tan graves y devastadores. España, una democracia consolidada gracias a los pactos de la Moncloa, tiene que cimentar su futuro en el rescate de la memoria.