Contrario a lo que siempre se ha dicho y la propia Disney se ha encargado de repetir una y otra vez, Blancanieves y los siete enanitos no fue la primera película de animación de la historia. Antes de que Walt Disney realizara su hazaña cinematográfica hubo otros pioneros, entre los que brilla con luz propia el italo-argentino Quirino Cristiani, que se adelantó por 20 años a la famosa producción estadounidense.
Cristiani llegó a Argentina con 4 años de edad, en 1900; desde pequeño mostró gran habilidad por el dibujo, de manera que siguió sus estudios en la Academia de Bellas Artes. Mientras tanto, otro italiano emigrado a Argentina, Federico Valle, empezó a producir sus propios noticiarios y documentales de actualidad; Valle había sido colaborador de la empresa de los Lumiere en Europa y su depurada técnica hizo que sus noticiarios adquiriesen cierta popularidad.
Valle contrató a Quirino Cristiani para realizar una aportación en dibujos animados para uno de sus noticiarios. Cristiani aprendió los rudimentos a partir de unas cintas de í‰mile Cohl que Valle tenía entre sus posesiones; Cohl era un pionero de la animación de origen francés con el que Valle había tenido cierto contacto en su estancia en Europa.
La aportación de Cristiani para el noticiario de Valle duraba dos minutos y medio y recibió el título de La intervención en la provincia de Buenos Aires. En ella se reproducía con marcado caracter de sátira política la diatriba del presidente del momento, Irigoyen, contra el gobernador de Buenos Aires, Marcelino Ugarte. Irigoyen era un político de pasado revolucionario y con cierta tendencia a la demagogia, admirado por el pueblo y despreciado por los conservadores.
Ni a Valle ni a Cristiani les interesaba excesivamente la política, pero a los argentinos sí, y el pequeño corto fue todo un éxito, dado que la popularidad de Irigoyen estaba en entredicho por culpa de sus encendidas diatribas contra la corrupción. Valle propuso entonces realizar una sátira política animada sobre el presidente.
El resultado fue El Apóstol, la primera película animada de la historia, cuyo guión visual, diseño, dibujos y dirección fueron obra de Quirino Cristiani; la película fue un éxito rotundo, y en ella se emplearon unos 58.000 dibujos hechos a mano y rodados en fotograma de 35 mm. El nombre de la película era una ironía sobre las promesas de acabar con la corrupción de Irigoyen, que aparecía representado como un santurrón que lanzaba rayos contra los malvados y acababa destruyendo la ciudad de Buenos Aires.
En 1931, tras numerosos cortos y algún largo animado mudo, volvió a adelantarse a la Disney haciendo el primer film animado sonoro: Peludopolis, que también atacaba al reelecto presidente Irigoyen; la película mostraba aspectos muy crudos de la sociedad y la política de entonces, hasta tal punto que resultó ser un fiasco entre el público y un escándalo entre la clase dirigente; a partir de entonces, el trabajo de Cristiani fue más irregular y distanciado en el tiempo.
Entre otros logros, Cristiani fue jefe de publicidad de MGM en Argentina, patentó una mesa para realizar dibujos animados e incluso fue tentado por Walt Disney en persona en los años cuarenta para detentar un cargo en su estudio. Cristiani no aceptó la oferta de Disney para no descuidar su propio laboratorio fotográfico, el más importante de Argentina en aquel entonces. Desgraciadamente, una serie de catastróficos incendios en sus almacenes destruyó casi toda su obra, quedando conservada tan solo El mono relojero, de 1938. Por este hecho, Cristiani se retiró del mundo del cine a principios de los 60.
En los años 80, la obra de Cristiani volvió a hacerse popular gracias a la investigación de jóvenes realizadores. Antes de morir en 1984, Cristiani recibió numerosos premios de parte del gobierno italiano y argentino. Entre sus honores se encontraba, por fin, el reconocimiento de haber creado la primera película de animación de la historia.