Cuando uno ve la forma en que se dispuso la ubicación de la tienda panameña que opera en la Terminal Aérea en lo que no se puede calificar sino como un asqueroso negocio, se da cuenta que hubo premeditación y alevosía para afectar a las tiendas de puerto libre que operan en beneficio de obras de caridad importantes y reconocidas. Al salir del área de control de pasajeros, donde obligan a los viajeros a quitarse los zapatos, se topa uno con las tiendas de la empresa panameña que fueron colocadas de manera tal que de sopetón atraen al viajero.
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El negocio sucio puede venir de la anterior administración, pero es obvio que los actuales funcionarios no se escaparon de la salpicada respectiva porque fueron ellos los que asignaron el sitio preferencial a las tiendas situadas cabalmente en donde principia el área internacional del aeropuerto. Cualquier explicación que quieran dar los funcionarios es inútil porque la corrupción salta a la vista de manera más que burda.
La tienda panameña no es puerto libre y eso no se explica a los viajeros que terminan pagando más por la compra de licores, perfumes y otros productos que les ofrecen en esa privilegiada ubicación, mientras que las entidades benéficas que por mandato de ley tienen la concesión para vender sin impuestos fueron refundidas a donde ya no llegan los viajeros o, si en caso tienen que pasar hasta esos extremos, resulta que ya hicieron sus compras pagando más de la cuenta. Porque en sucia actitud, las autoridades de Aeronáutica no explican a los viajeros que sus socios panameños no venden libre de impuestos y que no se trata de tiendas de puerto libre.
La semana pasada estuvieron conmigo personeras de alguna de las entidades afectadas y me explicaban que lo menos que demandan es que se haga una reubicación de los locales para que los viajeros puedan tener acceso a sus negocios. Todos están en grave riesgo de tener que reducir la labor social que realizan en beneficio de sectores vulnerables de la sociedad, como pueden ser niños y ancianos, por obra y gracia del negocio sucio que se hizo para autorizar la operación en el área internacional de un establecimiento que fue maliciosamente «invitado» a competir con ellos.
Yo les aconsejé que reclamaran que se hiciera énfasis en rótulos ubicados en la Terminal Aérea sobre la diferencia entre las concesiones legalmente establecidas como «puerto libre» y la otra, la del trinquete, que no puede vender productos libres de impuesto y por lo tanto engañan a los viajeros cuando los atraen para que compren en sus bien dispuestas instalaciones con la idea de que están adquiriendo productos que no han pagado impuestos, como ocurre en prácticamente todos los aeropuertos del mundo.
Si el presidente Colom aprecia mínimos gestos de honestidad, debe exigirle al director de Aeronáutica que abandone la sucia práctica de privilegiar a quienes han pagado y que coloque en lugares más accesibles a quienes no persiguen lucro sino que venden para recaudar fondos que van en beneficio de gente que realmente lo necesita. No hacerlo y apañar la descarada maniobra que hicieron para engañar al público viajero es indecente y demostraría que no es únicamente la gente de Aeronáutica la que ha sido salpicada, sino que también en otras esferas. Y es que si tuvieron plata para sobornar funcionarios de dos gobiernos, ya nos podemos imaginar lo que están ganando esos señores.