En la víspera del Día Internacional del Trabajo, es oportuno hacer referencia al homenaje a la memoria de los mártires y sobrevivientes del sector sindical en Guatemala que la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado llevó a cabo el pasado miércoles 22 de abril en el edificio del antiguo Colegio de Infantes, a un costado de la Catedral Metropolitana.
El acto incluyó la publicación de un libro titulado ¿Por qué ellas y ellos? en el cual se señala que la intención es dignificar la figura de los caídos que fueron asesinados a sangre fría, de quienes fueron secuestrados y desaparecidos y de aquellos que habiendo estado en las garras de los criminales lograron escapar con vida.
Entre las víctimas de esa obscura noche dentro del valle de lágrimas en que convirtieron a Guatemala los artífices de la muerte, figura don Rodolfo Ramírez, quien era un convencido del sindicalismo como herramienta de lucha de los trabajadores en contra de la injusticia y a favor de mejores condiciones de vida. En 1980 era el Secretario General de la Federación Autónoma Sindical de Guatemala, Fasgua, una de las principales centrales obreras de nuestro país.
Sin embargo, los que hoy como ayer se oponían a la libre organización sindical, se ensañaron contra él. La noche del 15 de abril de 1980, don Rodolfo y su esposa doña Andrea Rodríguez de Ramírez, regresaban de dejar en casa a su hijo mayor, ya casado, quien vivía en otro punto de la ciudad de Guatemala. Varios esbirros del régimen tenebroso del general Romeo Lucas García, a bordo de dos automóviles los emboscaron frente a su residencia en el proyecto 4-3 de la zona 6. Les bloquearon el paso y unos individuos con vestimenta característica del oriente, dispararon sus armas calibre 45 contra el rostro y el pecho de ambos.
Luego sobrevino una tragedia inesperada. Los criminales comenzaron a perseguir y amenazar a los miembros de la familia Ramírez, porque talvez creían que alguno de ellos podía reconocerlos. Las intimidaciones continuaron hasta el punto que la situación se volvió insostenible. Fue así como los 9 hijos de don Rodolfo tomaron la decisión de buscar asilo en una Embajada sudamericana, que gracias a la intervención de doña Lulú Colom, hermana del licenciado Manuel Colom Argueta, accedió a darles protección llevándolos con vida hacia el extranjero.
Todos ellos continúan en el exilio. Luis Armando Ramírez, amigo mío y ex compañero de trabajo, vino por primera vez la semana pasada luego de casi 30 años para estar presente en el homenaje. í‰l y sus hermanos son los sobrevivientes del terror, quienes esperan que algún día se haga justicia y se juzgue a los responsables del asesinato de sus padres.