LOS ORíGENES HISTí“RICOS DE LA FIESTA DE LA CRUZ DE MAYO


Dí­a de la Cruz. Altar y cruz adornados para las celebraciones del Dí­a de la Santa Cruz por albañiles y alarifes en el barrio de la Reformita de la ciudad de Guatemala para el dí­a 3 de mayo. 

(Fotografí­a Guillermo Vásquez González, 2008)» title=»Dí­a de la Cruz. Altar y cruz adornados para las celebraciones del Dí­a de la Santa Cruz por albañiles y alarifes en el barrio de la Reformita de la ciudad de Guatemala para el dí­a 3 de mayo. 

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<p>Una de las festividades más relevantes que se llevan a cabo  en Guatemala y otros paí­ses de América Latina es la celebración de la Cruz de Mayo.  Vinculada desde tiempos coloniales al gremio de los alarifes o albañiles, los edificios «u obras en construcción» rinden tributo a la Cruz este dí­a, tres de Mayo, haciendo altares con cruces muy adornadas de papel de china y crepé, así­ como papel de china con flecos. Se le colocan veladoras y a las doce del dí­a, los albañiles detienen su trabajo y brindan con trago blanco en honor a la Santa Cruz de Mayo.  Asimismo, se queman muchos juegos pirotécnicos, cohetes en su gran mayorí­a.</p>
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Celso Lara

Imagen del Niño de Amatitlán,

En muchos pueblos de Guatemala la Cruz es motivo de grandes festividades. Destaca entre todas la fiesta de la Cruz en el municipio de Amatitlán, en donde, además de la Cruz, se conmemora al Niño Dios de Amatitlán o de Belén.

Particularmente esta fiesta es importante y única en Guatemala, porque además de la procesión en el poblado de Amatitlán se realiza una de las manifestaciones populares más originales de Guatemala: las alfombras de flores en el agua, por donde pasan las lanchas que llevan al Niño Dios revestido con su traje sacerdotal, así­ como los bailes de lanchas, además de comidas tradicionales propias de dicha fiesta: dulces de azúcar, pepescas y mojarras del lago.

A pesar del profundo deterioro ecológico y social del lago de Amatitlán, esta fiesta se celebra todos los años el tres de Mayo, dí­a de la Santa Cruz.

La fiesta de la Cruz sin embargo, tiene profundos orí­genes en la cultura occidental y en el mundo oriental. He aquí­ algunos apuntes a vuela pluma sobre su origen histórico y el vasto sentido del sincretismo religioso que matiza esta fiesta en Guatemala y otras regiones del Nuevo Mundo.

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Consideramos oportuno, entonces, referirnos, en primer lugar, a los antecedentes occidentales de las fiestas consagradas a la Cruz, ampliamente difundidas en todo el continente y que a partir del proceso de colonización y catequización se expandieron por toda Hispanoamérica. La vinculación de las fiestas de la Cruz de Mayo con las de San Juan el Bautista, además de los elementos comunes -ritos amorosos destinados a estimular la fertilidad de las plantas, de los animales y seres humanos, asociación con los cultos a los árboles y rituales relacionados con el agua-, es especialmente evidente en algunas regiones de nuestro paí­s, en las que el dí­a 31 de Mayo se celebra el acabo de la Cruz (en el Progreso y Jalapa principalmente) y a partir de las doce de la noche se conmemora la Entrada del mes de San Juan, a quien se consagra todo el mes de junio.

La Cruz, universalmente conocida en nuestro paí­s desde el perí­odo de la Colonia, es el sí­mbolo cristiano por excelencia. En nombre de Dios, y clavando en tierra la Cruz, desembarcaron los colonizadores en cada uno de los viajes en los cuales descubrieron nuevas tierras. Sin embargo, no es de los sí­mbolos más antiguos del Cristianismo. Tal y como lo demuestra Eduardo Dí­az Reyna, anteriores a la cruz fueron el pez, sí­mbolo del milagro de la multiplicación de los panes y los peces; el áncora, el pavo real, cuya carne era incorruptible según las leyendas piadosas; una figura con las manos alzadas hacia el cielo en medio de un paisaje de árboles y flores; el buen Pastor y la palma, sí­mbolo de la victoria de Cristo sobre la muerte, anteriormente del atleta victorioso para los griegos. Todos ellos en comienzo fueron claves secretas que, en un mundo hostil a esta religión, sólo eran comprendidos por los cristianos ya iniciados. No obstante, algunos autores apuntan que los cristianos se reconocí­an unos a otros dibujándose el signo de la Cruz sobre la frente. Para los antiguos romanos, la Cruz era el sí­mbolo de un suplicio infamante al que eran sometidos criminales de diversa í­ndole.

Es a partir del siglo IV de nuestra era cuando el signo de la Cruz es utilizado abiertamente como sí­mbolo cristiano, desde que se declara el Cristianismo religión oficial del Imperio Romano. El dí­a 3 de Mayo se conmemora la invención de la Cruz y la leyenda hagiográfica atribuye a Santa Elena, madre de Constantino, primer Emperador Romano Cristiano, el descubrimiento de la verdadera Cruz, acontecimiento que se recuerda en esta fecha.

El crucifijo que contiene la imagen de Jesús se adoptó mucho más tarde como sí­mbolo de adoración, posiblemente entre los siglos VII y VIII; la Cruz en el altar apareció en el transcurso del siglo IX, tras de todas las ceremonias destinadas a la adoración de la Cruz en el mes de Mayo y a través de muchos rasgos que son muy evidentes, se encuentran cultos destinados a incrementar la fertilidad y a exaltar la exuberancia de la naturaleza y a las aguas tan necesarias para todas las actividades agrí­colas, difundidos en toda Europa y en general en el área mediterránea que abarca también el cercano Oriente. Citaremos en este artí­culo algunos de los cultos que consideramos influyeron en las celebraciones católicas de la Cruz de Mayo de las cuales hay testimonio en obras de numerosos autores.

El propio nombre del mes, Mayo, indudablemente se debe a los festivales que se llevaban a cabo en el Imperio Romano en honor a la diosa Maia, cuya devoción se hallaba profusamente expandida en el extenso territorio del Imperio del cual formaba parte España. Maia era la contraparte femenina de Faunus, el dios de la naturaleza, y sus festivales se realizaban con gran pompa el dí­a primero de Mayo, cuando el Flamen -sacerdote- de Vulcano ofrecí­a a ella el sacrificio para favorecer la multiplicidad de los productos agrí­colas e incrementar la fertilidad en animales y humanos. Contar con el sacerdote o Flamen, indicaba que era una auténtica diosa romana, pues sólo los dioses originarios de este pueblo, poseí­an miembros en el colegio de sacerdotes liderizados por el Pontifex Maximus o Sumo Pontí­fice, quien designaba tanto a los sacerdotes como a las Vestales. Los dioses extranjeros cuyo culto fue paulatinamente captado por el Estado Romano, no poseí­an representantes en el Colegio Sacerdotal.

Aunque considerada Maia como una diosa auténticamente romana y en conocimiento del común origen indo-germánico entre este pueblo y los griegos, éstos a su vez veneraban a Afrodita, diosa de la belleza, fertilidad y amor, cuyo culto según numerosos autores proviene de Chipre. Ella es representativa de las deidades femeninas comunes a todos los pueblos que se establecieron desde la antigí¼edad en las riberas del Mar Mediterráneo, en las que aparece con atributos semejantes y nombres diferentes entre los cuales están Isthar, Esther, Astarté, Cibeles, la gran Madre, Atargatis, entre otros, cada una de ellas posee caracterí­sticas que simbolizan la proyección del arquetipo femenino. Afrodita, nacida de la espuma, surgió de una concha en una playa posiblemente ubicada en Chipre y según la leyenda al caminar sobre la tierra hizo las hierbas crecer y las plantas florecer. No tení­a festivales muy importantes aunque era reverenciada especialmente en Corintio, donde habí­a prostitutas sagradas que representaban su culto. Venus, identificada como Afrodita por los romanos fue originalmente numen de los jardines donde se cultivaban hierbas, flores y frutos, sin embargo no está relacionada con la fertilidad, se piensa que la identificación de ambas diosas comenzó con el culto a Afrodita en Eryx al noroeste de Sicilia, quien se convirtió en Venus Erycina para los romanos. Otra diosa, cuyo culto también estuvo relacionado con la vegetación y los ritos y por ende con el aumento de la fertilidad en el Imperio Romano, fue Flora, patrona de las plantas que se le consagraban, también tení­a un sacerdote en el Colegio Sacerdotal. Su templo se encontraba ubicado cerca del Circus Maximus y el dí­a de su festival era variable, algunos apuntan que se le consagraba el dí­a 28 de Abril, fecha en que se representaban sainetes lascivos; era tenida en muy alta estima por cortesanas y prostitutas.

Bartolomé de las Casas, en su obra Apologética Histórica, señala que a la diosa Flora se le dedicaba como gran fecha para sus festivales el dí­a 3 de Mayo, que coincidirí­a hoy con el dí­a que el calendario católico celebra la Invención de la Cruz. Flora es semejante a las otras divinidades anteriormente citadas por su poder sobre la vegetación y porque era considerada con aprecio especial por las prostitutas. En su honor se realizaban actos lascivos, lo que manifiesta su asociación con ritos eróticos y de fertilidad en los que predomina el elemento femenino: El gran fraile describe así­ las ceremonias en honor a la diosa Flora:

«… otra muy infame mujer que hubo por nombre Flora, la cual habiendo en el oficio execrable de las públicas mujeres adquiriendo grandes riquezas, y dejase al tiempo de su muerte por heredero universal de sus bienes al Senado Romano, dejada cierta cantidad y muy grande su hacienda dedicada para que la hiciesen cada año una fiesta solemní­sima por toda Roma?», «?fingiéronla diosa de las flores y que presidiese en ellas, para que las flores y frutos de los árboles y de las viñas se criasen y prosperasen, y que por esto convení­a servilla y agradalla con las fiestas y juegos torpí­simos que le inventaron, y esta fisión doró Ovidio en el libro de los Fastos?», «?estas fiestas de la diosa Flora se celebraban en el tercer dí­a de Mayo, como parece por Ovidio, libro 5, De Fastis».

«Aquellos dí­as por honra y culto desta diosa vestí­an los romanos de vestiduras de diversos colores porque las flores en que presidí­a esta diosa son así­, en color diversas, y en las noches traí­an cirios encendidos, traí­an todos muchas flores en las manos, y el templo dedicado a ella estaba adornado de rosas y flores. En estas fiestas, que se llamaban Florales, tení­an la misma licencia de hacer y decir por palabras y obras deshonestidades, que en las que se cometí­an en las de Berecintia?» «Y entre otras era una desvergonzadí­sima según Lactancia, que todas las mujeres pecadoras públicas salí­an del todo desnudas en cueros, haciendo sus bailes, danzas y representaciones delante todo el pueblo?»

«?Plutarco en Los Problemas, cuenta de la que cuando fue casada (debí­a ser casada antes de su meretricio) bebí­a largamente a escondidas de su marido, que se llamaba Flavio, adevino, la azotaba con vergas de arrayán de donde vino que de todas las flores y ramos verdes de todos los árboles en su templo las mujeres le poní­an, salvo del arrayán, por no renovar el aflición que en aquel tiempo su marido le hací­a. Vino empero, debajo de nombre de leche le ofrecí­an.»

Estas referencias cargadas con apreciaciones subjetivas tal vez por su propia formación como sacerdote, son importantes ya que de ellas podemos extraer los siguientes rasgos comunes con las deidades femeninas antes citadas: ritos eróticos realizados dentro del templo con representaciones lascivas, importancia de la diosa como auspiciadora de la vegetación a quien se le consagran las flores y se le ofrecen en señal de adoración, asimismo, se organizan los fieles en procesiones con cirios encendidos. Todos estos rasgos refuerzan referencias de cultos anteriores realizados por otros pueblos del área mediterránea y por supuesto en el Nuevo Mundo y en Guatemala.

En artí­culo posterior, aclararemos las relaciones de la Cruz de Mayo en estas diedades, propias del sincretismo religioso que conlleva la religiosidad popular de Guatemala .Por de pronto, bastan estos apuntes para ilustrar a los lectores del Diario La Hora

Nueva Guatemala de la Asunción

29 de abril de 2009