Ya le había destruido sus propiedades, y asesinado a sus familiares y amigos, pero don Lauro Marvedí resistía con dignidad la violencia de los salvajes que se aprovechaban del poder de sus armas.
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De rodillas, debido a las inclementes torturas de sus enemigos, pero con el corazón victoriosamente de pie, ese valiente se negaba a delatar a aquellos que como él creían en la libertad, la hermandad y la justicia.
-¡Eres una basura! ¡Ya te despojamos de todo!- le gritaban sus inhumanos verdugos.
Pero don Lauro, ya sin fuerzas ni para llorar, se levantó del suelo y les dijo a otros:
-¡Se equivocan! Aún tengo a Dios.
Y eso era más que suficiente, porque tenía lo mejor que nadie le podía quitar.
LLí‰NATE DE LA ESENCIA DIVINA, Y SERíS POR SIEMPRE LIBRE.