LA MíS GRANDE POSESIí“N


Ya le habí­a destruido sus propiedades, y asesinado a sus familiares y amigos, pero don Lauro Marvedí­ resistí­a con dignidad la violencia de los salvajes que se aprovechaban del poder de sus armas.

César Guzmán
cesarguzman@yahoo.com

De rodillas, debido a las inclementes torturas de sus enemigos, pero con el corazón victoriosamente de pie, ese valiente se negaba a delatar a aquellos que como él creí­an en la libertad, la hermandad y la justicia.

-¡Eres una basura! ¡Ya te despojamos de todo!- le gritaban sus inhumanos verdugos.

Pero don Lauro, ya sin fuerzas ni para llorar, se levantó del suelo y les dijo a otros:

-¡Se equivocan! Aún tengo a Dios.

Y eso era más que suficiente, porque tení­a lo mejor que nadie le podí­a quitar.

LLí‰NATE DE LA ESENCIA DIVINA, Y SERíS POR SIEMPRE LIBRE.