Armado de su guitarra y de sus letras de humor corrosivo, Ray Fernández canta en los bares y cafés de La Habana la vida diaria, pura y dura, de esta isla de revolucionarios, donde «hay que luchar para ganarse el pan».
En un café bohemio de La Habana, este hombre bajito, de 37 años, toca con desenfado para un público de fieles seguidores, la mayoría jóvenes que bailan y corean sus canciones, algunas muy duras contra el sistema cubano.
En un país donde la información es controlada por las autoridades, Ray dice «cantar lo que todo el mundo piensa, pero no dice».
Una de sus canciones, «Matarife» (El carnicero), relata la discusión entre un trabajador social y un cubano que purgó diez años en prisión por haber matado una vaca para comer.
«Pensé en autocensurarme, pero es un error. La libertad es mi sello, por eso la gente viene a escucharme. Con humor fino, uno puede decir muchas cosas», afirma.
Ray Fernández forma parte de una nueva generación de trovadores, esos cantantes que son. a la vez. poetas y músicos, quienes, como Silvio Rodríguez o Pablo Milanés, cantaron a la revolución de Fidel Castro pero también los defectos de la sociedad cubana. No sin a veces generar tiranteces con las autoridades.
Ray dice ser de la «generación perdida», aquella que creció bajo el «ideal socialista» pero que al llegar a la vida adulta fue golpeada por las penurias que causó en la isla la caída de su aliado, la Unión Soviética, en 1991.
Empujados por la crisis, miles de cubanos emigraron a Estados Unidos, incluida la primera esposa de Ray y su hijo, ahora de 20 años y a quien sólo ha visto una vez desde que se fue. Los viajes entre los dos países enemigos son complicados por un régimen de visas muy severo, vinculado al embargo estadounidense.
Este nieto de poetas y antiguo jefe de cocina ha conocido también lo que es llegar con dificultad a fin de mes: por cuatro años se ganó el pan deambulando por el Malecón con su guitarra, frente al mar.
El cantante, que vive en un bloque de apartamentos en el este de La Habana con su esposa -una médica-, dos niños y sus abuelos, está desde hace cinco meses en el rango de profesionales de la canción.
Eso le permite, en caso de no tener trabajo, gozar de una subvención del Estado que puede alcanzar los 1.500 pesos por mes (unos 60 dólares), alta en un país donde el salario promedio es de 17 dólares.
Próximamente va a animar un programa de televisión sobre la trova. Pero su éxito no implica que puede permitirse todo y ciertas canciones no es bueno cantarlas en algunos bares.
Gracias a internet aunque muy a pesar de Ray, «Lucha tu yuca taíno», su canción más conocida, se convirtió en una suerte de himno para los opositores a los hermanos Raúl y Fidel Castro en Miami (Florida).
El tema evoca a un cacique que detenta el «poder absoluto» mientras que el indígena, de la etnia de los «taínos», lucha por ganarse el sustento (yuca) y las taínas se prostituyen.
«Y que trabaja, trabaja, como suda el indito/Y la tribu vive al margen del delito/y nunca se calla el cacique (…) Lucha tu yuca, taíno/que el cacique delira/que está que preocupa», canta Ray.
«Es una canción crítica de un sistema. La revolución es una cosa, el sistema es otra. No soy disidente, soy sincero y quiero a mi país», explica.
El tema, censurado del concierto del cual salió el único disco de Ray, lo reclaman en coro y a gritos los jóvenes apretujados en el café Fresa y Chocolate: «Â¡Yuuuca!».
«Los trovadores como Ray cantan nuestra vida cotidiana tal y como es, tal como la vivimos, y no como la muestra la televisión» cubana, comenta un espectador, Darvis Romero, de 33 años.