Giro a la izquierda


Reunión. Los presidentes de Uruguay, Tabaré Vázquez (I), y de Venezuela, Hugo Chávez, saludan a simpatizantes desde la puerta de la residencia presidencial en Montevideo. A partir de hoy, los presidentes sudamericanos se reunirán en Bolivia

El año electoral 2006 confirmó el giro a la izquierda de América Latina y su voluntad de liberarse de la hegemoní­a estadounidense, pero la mayorí­a de los paí­ses quieren seguir su propio camino sin imitar las fórmulas radicales del venezolano Hugo Chávez.


La izquierda llegó al poder en Bolivia (con el indí­gena Evo Morales) y en Chile (con la socialista Michelle Bachelet), fue confirmada en Brasil con la reelección del ex obrero metalúrgico Luiz Inácio Lula da Silva y está de regreso en Nicaragua con el sandinista Daniel Ortega, así­ como en Ecuador, con el economista Rafael Correa.

Con el peronista de izquierda Néstor Kirchner en Argentina y el socialdemócrata Tabaré Vázquez en Uruguay el tablero latinoamericano está casi completo. De los grandes paí­ses sólo quedan fuera Colombia, donde fue reelegido el conservador ílvaro Uribe, y México, donde el candidato de la derecha, Felipe Calderón, ganó por un escaso margen.

Los últimos comicios del año –el 3 de diciembre en Venezuela–, volvieron a darle el triunfo al bullicioso Hugo Chávez con más del 61% de los sufragios, lo que dará nuevos brí­os a su revolución bolivariana y a su proyecto de socialismo del siglo XXI.

Pero al margen de las diatribas contra el imperio, el ultraliberalismo estadounidense y el diablo Bush o su pretensión de recibir la herencia espiritual del lí­der cubano Fidel Castro, las caracterí­sticas ideológicas de su proyecto siguen estando mal definidas.

El socialismo (a la venezolana) debe tomar lo mejor de las experiencias socialistas conocidas y dejar de lado el resto, dijo el viceministro de Relaciones Exteriores venezolano, Vladimir Villegas.

Los analistas señalan que Chávez sabe ser pragmático cuando le conviene: jamás dejó de venderle petróleo a Estados Unidos, su cliente número uno y mercado decisivo para el crudo venezolano, difí­cil de refinar. También llegó a acuerdos en una reforma agraria presentada al principio como una guerra contra los latifundistas.

En el ámbito internacional, su carisma de tribuno mostró sus lí­mites en noviembre, cuando después de tres meses de gira por ífrica y Asia, fracasó a la hora de conseguir los votos necesarios para obtener un asiento no permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

La proximidad que mantiene con regí­menes controvertidos, como Irán, molesta incluso a sus propios aliados, como Néstor Kirchner, en momentos en que la justicia argentina acaba de acusar a Teherán de un atentado antijudí­o en Buenos Aires en 1994.

Incluso Rafael Correa, el nuevo presidente ecuatoriano, quien prometió renegociar los contratos petroleros en su paí­s y la deuda externa y concluir las relaciones con el FMI y el Banco Mundial, rechaza que lo califiquen de nueva versión de Chávez.

Otra decepción para Chávez: recién elegido, su amigo el ex guerrillero marxista Daniel Ortega, beneficiario de sus generosos enví­os de petróleo, se apresuró a tender la mano a Estados Unidos y garantizarle el mantenimiento del Tratado de Libre Comercio con Nicaragua.

América Latina pretende ser más independiente de Washington y los organismos internacionales: Brasil, Argentina y Uruguay reembolsaron sus deudas al FMI para no estar más sometidos a sus dictados.

Pero cada paí­s busca su propia ví­a: como Michelle Bachelet, que no reniega de las recetas del milagro económico chileno (apertura de las inversiones y acuerdos de libre comercio) y paralelamente busca ampliar el acceso a la salud y a la educación, privatizadas por el ex dictador Pinochet.

O Lula, acusado a veces por sus partidarios de traicionarlos porque al tiempo que defiende el empleo y a los pobres, aplica polí­ticas ortodoxas para controlar la inflación.

El escritor peruano Mario Vargas Llosa hizo recientemente el elogio de una izquierda latinoamericana responsable y pragmática para referirse a Chile, Brasil y Uruguay. Simultáneamente manifestaba su preocupación por el resurgimiento del populismo y se decí­a muy preocupado por lo que ocurre en Venezuela y Bolivia.