Quemar al diablo



Hoy a las seis de la tarde arderán por todo el paí­s miles de fogatas en una tradición que antaño marcaba el inicio de la época navideña y cuando en la ví­spera de la fiesta de Concepción en todos los hogares se quemaba al diablo. Nuestro dilecto colaborador Celso Lara Figueroa ha explicado el origen de esa costumbre que ahora provoca tanto resquemor en los protectores del medio ambiente porque las fogatas contribuyen a generar enorme contaminación.

Pero definitivamente que Guatemala necesitarí­a quemar a sus diablos, a esos vicios de violencia y corrupción que se han enraizado en nuestra sociedad y que parecen ser la nota caracterí­stica de nuestro estilo de vida. Mientras otros pueblos presumen de sus valores, del apego a la ley y de los valores cí­vicos, nosotros seguimos aferrados a una constante práctica de la impunidad que es estructural y que tiene profundas raí­ces porque forma parte del diseño de la sociedad misma. No es fácil entender la dimensión de nuestro problema si no entendemos que nada de lo que nos ocurre es casual sino que ha sido sistemática y razonadamente diseñado para que opere un sistema en el que se imposibilita vivir en el marco de la ley.

La necesidad de quemar nuestros diablos es evidente y nadie puede ocultarla. Serí­a mágico y hermoso que en una fogata pudiéramos poner a arder y convertir en humo todos esos males, pero sabemos que ello es imposible y que si algún dí­a queremos quemarlos en verdad, tenemos que trabajar con ahí­nco en la construcción de un nuevo sistema en el que se privilegie el respeto a la ley, la aplicación de la justicia y el estado de derecho.

Pero esta tradición que hoy observamos tiene mucho que ver con nuestra actitud mental y nuestra propia idiosincrasia, puesto que hoy viviremos una auténtica llamarada de tusa y así­ es nuestra vida. No faltarán los ingenuos que realmente crean que han quemado algún diablo pegando fuego a una de esas piñatas que por obra y gracia de los ecologistas están sustituyendo a los viejos promontorios de basura. Nuestra forma de quemar los diablos es la misma con la que asumimos nuestros deberes cí­vicos y nuestra responsabilidad social. Con mucha bulla y muy pocas nueces porque en el fondo decimos que quemamos al diablo, pero lo conservamos bien cuidado en medio de ese manto de la impunidad y de la ausencia de compromiso de la sociedad para romper con las estructuras que la han corrompido.

Sirva esta fecha para reflexionar más profundamente sobre cuáles son los diablos que debemos quemar y cómo lo debemos hacer. La tradición que se ha conservado, de quemar basura en esta fecha como signo de querer salir de los demonios que nos acompañan, nos debe permitir cuando menos un momento de reflexión sobre cuáles son éstos y cuánto daño nos hacen porque nosotros los dejamos actuar libre e impunemente.