Prófugos de la pobreza


Federico Castillo Valenzuela

Cuando miro y oigo a los «optimistas» técnicos economistas del Gobierno, de la Banca Central y de la Junta Monetaria, insistir en que nuestra «macroeconomí­a» ha alcanzado los niveles de éxito esperados, es cuando con más preocupación pienso en los sectores populares de esta «cueruda» patria mí­a, suya y de todos, y es cuando uno no llega a entender eso de «macroeconomí­a», porque de nada le sirve a las grandes mayorí­as continuar su calvario de miseria y pobreza, sí­ esa llamada «macroeconomí­a», elegante señora que sólo vive en las deslumbrantes mansiones de los funcionarios de la Banca, de la Junta Monetaria y del Gobierno, jamás va a extender sus delicados y olorosos brazos de atención a quienes se desgarran las entrañas de hambre.

A este paí­s de cerca de diez millones de personas afectadas por la pobreza no se le puede encausar por la ví­a del desarrollo y bienestar, mientras doña «macroeconomí­a» no decida bajarse del flamante y último modelo Mercedes, y caminar por los suburbios de nuestras ciudades y de los barrancos rurales, para escuchar ese centenario clamor de dolor y abandono.

No es con presentaciones protocolarias de altos funcionarios de gobierno y de instituciones internacionales, en las que se derrochan «sonrisas» de llenura y satisfacción, como se va a enfrentar ese crecimiento acelerado de la pobreza y miseria, porque aunque vivan bien dos millones de personas, eso no quiere decir que el paí­s esté bien, y mientras no adopten las medidas correctivas para comenzar a resolver este gran desequilibrio, siempre habrán voces de inconformidad y malestar.

Un gobierno, un sector empresarial y productivo que se conforman con enfatizar la abultada cantidad de millones de dólares que nuestros hermanos guatemaltecos enví­an desde los Estados Unidos, no son más que un grupo de «aprovechados», ya que no dicen las causas por las cuales estos nuestros hermanos tuvieron que irse al norte, y menos que se comprometan a adoptar medidas para impulsar fuentes de trabajo, ya que sólo los polí­ticos a quienes ya conocemos en exceso, son los que demagógicamente hacen estas promesas cuando se encuentran en campaña.

Nuestros hermanos se fueron huyendo de aquí­, de esta pobreza que no permite soñar con un futuro mejor, de esa discriminación social, económica, étnica, laboral y polí­tica que parece intencionalmente manipulada para no permitir la superación de los marginados, porque parecen no estar dispuestos a compartir el poder con quienes siempre han estado sometidos por cientos de años, lo que hace vulnerable el contenido de los llamados Acuerdos de Paz que sólo han servido para lograr enormes financiamientos cuyo destino ha sido motivo de polémicas porque no producen el efecto de desarrollo y bienestar para los que están abajo.

Entonces tenemos que cortejar a doña «macroeconomí­a» para que se vaya a dar una vuelta por donde viven los guatemaltecos que a pesar de levantarse temprano, de todas maneras hay otros «listos» que madrugan y les comen el mandado. «La riqueza de sentimientos constituyen un tesoro, los demás bienes son abundantes en preocupación, dolor y temor». FCV.