Cuatro atentados que dejaron al menos 11 muertos marcaron hoy la llegada a Afganistán de un Año Nuevo al que los afganos piden paz y que se vayan las tropas extranjeras, cada vez más impopulares por las bajas civiles que cuesta su guerra contra los rebeldes.
Dos de los atentados tuvieron lugar en la provincia meridional de Kandahar, feudo de los talibanes, y otros dos en el este del país.
En el más grave de todos, seis personas -cinco civiles y un policía- murieron cuando un kamikaze atacó un puesto policial en la provincia de Nangahar. El atentado fue revindicado por los talibanes y condenado por el presidente afgano, Hamid Karzai.
Mientras tanto, en el norte del país, más de 100.000 afganos procedentes de todas las regiones y etnias -pashtunes, tayikos, hazaras y uzbekos- se congregaron en Mazar-i-Sharif, para celebrar el Nuevo Año persa, o «Nawroz», que coincide con el equinoccio de primavera.
Si bien todos piden paz y seguridad, muchos afganos añaden otra petición al entrar en el año 1388 de su calendario: la partida de los soldados extranjeros.
«Deseo que mi país sea liberado de las garras de los soldados extranjeros, que matan a inocentes», afirma Jatem Khan, de la provincia oriental de Jost, junto a la mezquita de Mazar-i-Sharif.
Oriundo de Kandahar, la cuna de los talibanes, Mohamed Nasrula describe un día a día invisible, entre la espada y la pared.