En su residencia capitalina, rodeado del cuidado y amor de los suyos exhaló el último suspiro el 8 del presente mes. En consonancia con Canción de la Vida Profunda del poeta Porfirio Barba Jacob: «Mas hay un día, un día, en que levamos anclas, para ya no más volver…» dejó este mundo cuando avanzaba el tropel de la mañana.
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El fatídico ataque al miocardio, que hoy se lleva tantas víctimas con la fuerza de la guadaña, fue causante de su fallecimiento. Una corta enfermedad lo tenía recluido en sus habitaciones. Su activa existencia vino truncándose muy a su pesar. Habituado sistemáticamente a caminatas, ejercicios en procura del bienestar físico y anímico.
La rutina cotidiana proyectaba entre otras cosas más, una encomiable tendencia a las interrelaciones sociales, cuyo énfasis se centraba en charlas con plurales amistades y parientes. Además reiteradas ocasiones de hacer a satisfacción evocaciones abundantes de buen humor de los años lejanos de la vida estudiantil, institutera y universitaria.
Crecimos juntos en el terruño San Cristóbal Verapaz, a título de primos. Crecimos juntos en la adolescencia que nos llevó al Instituto Normal Mixto del Norte, Cobán, Alta Verapaz. Trasladados a la capital crecimos hasta arribar a la edad madura y de consiguiente envejecimos juntos. Pero en el viaje sin retorno me ganó la delantera.
Hijo amado del compositor Rodolfo Narciso Chavarría, cuya producción musical ha trascendido las fronteras patrias y satura los espacios radiales y marimbísticos. A su vez, esposo ejemplar, padre responsable y creo abuelo especial, así como en los restantes lugares del frondoso árbol genealógico que añora su ausencia material.
Estudiante aventajado, gracias a su intelecto, basamento y genes en conjunto coordinados por la mano del Creador. Ganador en diversos concursos o certámenes literarios, al igual que favorecido de dotes oratorios. Llevó las palabras de despedida, en el acto de graduación de maestros la noche del 15 de noviembre de 1950.
Presente también en primera fila durante el significativo evento de las Bodas de Oro del Instituto Normal Mixto del Norte, Cobán, que reunió a incontables promociones de egresados de aquella casa de estudios, nuestra alma Máter, el 4 de Junio de 1,995. La nuestra tiene en legítimo derecho la denominación de Segunda (1946-1950).
El popular «Chicho» gozó de aprecio colectivo, en razón a sus acciones conductuales equivalentes al respeto mutuo y darle su lugar a cada quien. Alto de estatura y buena complexión, fuerte timbre de voz, motivos que sustentaron el calificativo también cariñoso de Chentón, a voz en cuello, aquí y allá donde transitaba.
Durante varios años que se los llevó el viento y el viento los apagó, cursó estudios en la Facultad de Derecho, en el antiguo edificio de la 9a. avenida y 10a. calle, zona central, hoy el Musac. No pudo, por razones de fuerza mayor, culminar la carrera, que tanto soñó. Antiguos compañeros de la enseñanza superior recuerdan a Juan Vicente Narciso Najarro.
Ejerció en condición de servidor público consciente de sus compromisos ante la patria y los connacionales diversos cargos en el engranaje burocrático. En los Tribunales de Justicia, después en instituciones como el INTA y otras que escapan a mi mente. Dejando una huella digna poblada de ética en las atribuciones a su cargo.
Que sirvan estos renglones de recordatorio constante a sus deudos, a sabiendas que la mutación de su cuerpo material ha transpuesto en el más allá un lugar trazado por la Divina Providencia. Les deseamos de todo corazón cristiana resignación y que descanse en paz el primo y siempre compañero en las etapas de la vida.