Estoy absolutamente convencido que el mejor y más carismático dirigente que tuvo Guatemala en la segunda mitad del siglo pasado fue el licenciado Manuel Colom Argueta, quien desde su juventud tuvo una destacada participación en la vida nacional y al ser electo Alcalde de la ciudad capital en 1970 demostró sus capacidades no sólo políticas sino administrativas, puesto que reformó por completo la Municipalidad introduciendo por vez primera una visión de largo plazo contenida en el Esquema Director de Ordenamiento Metropolitano 2000, que contenía lineamientos que debieron ordenar la vida en la ciudad para los siguientes treinta años.
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Conocí estrechamente a Manuel, con quien tuve el honor de trabajar en la Municipalidad de Guatemala, y por razones del trabajo participaba diariamente en reuniones en la Alcaldía, lo que permitió cimentar la relación que partía de la amistad que siempre hubo entre él y su hermano Tono con mi padre y mi abuelo. Por esa amistad es que estaba al tanto de las luchas de Meme cuando, recién salido de la Universidad con el cartón de abogado bajo el brazo, se decepcionó de la forma en que Mario Méndez Montenegro negoció con los grupos más conservadores y decidió en ese momento renunciar del Partido Revolucionario y junto a una pléyade de jóvenes profesionales de la época organizó la URD, expresión auténtica de la socialdemocracia en el país con una decidida y abierta crítica a la Liberación que por aquellos años ejercía enorme influencia política.
Tanto Meme como sus compañeros sufrieron carceleadas y exilio porque nunca aceptaron expresiones dictatoriales como la Ley de Defensa de las Instituciones Democráticas emitida en tiempos de Castillo Armas y que impedía la libertad de expresión y de pensamiento político. En tiempos de Ydígoras, los jóvenes de la URD fueron la vanguardia de la oposición real al régimen y cuando se produjo el golpe de Estado que el Ejército, con el coronel Peralta Azurdia a la cabeza, derrocó al viejo general, fueron expulsados del país luego de haber pasado algún tiempo en las cárceles.
Prácticamente todos los expatriados aprovecharon el exilio para terminar su formación universitaria y Meme viajó a Italia en donde se especializó en derecho agrario, si no recuerdo mal, y también definió su vida familiar. Vuelto a Guatemala no sólo se dedicó a su profesión y la docencia, sino que mantuvo su militancia política y de esa cuenta en las elecciones de 1970 con muy pocos recursos lanzó su candidatura a la Alcaldía que ganó en una campaña que tuvo en la mística y el voluntariado de sus simpatizantes el mejor capital.
La lucha por inscribir el FURD en el marco de leyes que cerraban los espacios a la participación fue un imperativo para ofrecer una expresión política a la izquierda democrática. Sin abandonar por un momento su responsabilidad como Alcalde, mantuvo una fuerte oposición al gobierno de Arana e hizo crecer su popularidad nacional por sus actos como Presidente de la Asociación Nacional de Municipalidades, reclamando más apoyo para los municipios como pilar del desarrollo nacional.
Su asesinato, semanas después de la inscripción del partido político, fue el cierre definitivo de toda esperanza de participación democrática y polarizó más a la sociedad. Fue asesinado como único recurso para impedir que llegara al poder. ¿Qué sería hoy de Guatemala sin ese crimen? Imposible intentar una respuesta acertada, pero sin duda que de haber existido espacio para la socialdemocracia, hubiéramos evitado el derramamiento de tanta sangre. Mi respetuoso y cariñoso recuerdo a la memoria de Meme a los 30 años de su vil asesinato.