Más que suficiente es ya la muerte de centenares de hombres del volante de autobuses, sus ayudantes y además usuarios del servicio de transporte urbano, extraurbanos, y de otros que igualmente han dejado familias en desamparo sin implementarse una solución concreta a tan lamentables muertes.
Millones de corazones guatemaltecos deseamos que termine ya esa matanza de trabajadores honrados como hay tantos, en la perfección deseable de las personas que por trabajadoras debieran seguir viviendo para bien de nuestro País. Es tan deplorable la situación para este gremio que ya es una ocupación indeseable, que llegara a ser difícil encontrar en el futuro quien haga este oficio satisfactoriamente.
Patronos, Estado y maleantes son las piezas que juegan en este tablero de la muerte, y los conductores, ayudantes y usuarios del transporte son peones y víctimas del juego que desaparecen del escenario de la vida. Y se llegará a estar en mayor riesgo temerario si no se encuentra una solución concreta cuanto antes.
Pareciera que los mismos patronos fueran indiferentes a estos lamentables sucesos diarios, puesto que ni intentan realizar alguna fórmula de las tantas que se han sugerido para evitar que sus trabajadores sigan siendo el blanco de las codiciosas demandas de los extorsionistas. El Gobierno hace lo que puede, y recién declaró estar impotente para el control definitivo y las secuelas que deja cada suceso en perjuicio de la economía y la tranquilidad de la población.
Los esfuerzos del gobierno de la UNE han resultado en una pírrica gobernabilidad, mientras no se tenga un control inteligente que favorezca y de seguridad a todos los sectores: conductores, ayudantes y usuarios en general. De «sabiendas se sabe» quienes pudieran ser los verdaderos autores, o tal vez no lo sean, puesto que ninguno se auto atribuirá la autoría. Pero que los hay los hay.
Es cierto que la Dirección General de Transportes pasa por el momento más acertado de su existencia, actúa con seriedad, seguridad, honestidad y mejores ideas para actualizarlo; pero no será suficiente sino actúa cuanto antes para lograr sus buenos propósitos.
Quizá una solución siga siendo que las municipalidades vendan tarjetas prepago para el transporte en cada línea o ruta dentro de su jurisdicción, fechadas del mes calendario para cada semana y cada quince días, ser perforadas por el conductor o ayudante la fecha de su uso al abordarse la unidad. Y además hubiese siempre un guardia oficial de seguridad ciudadana en cada autobús, cuyo salario se descuente honradamente de los ingresos que dé cada unidad de transporte.
De esta manera no habrá: (1) manejo de dinero que guardar que se les ambicione; (2) no se harían cobros ilegales caprichosos por los chóferes y ayudantes; (3) no se codiciaría quedarse con parte de la venta (o moco) ni de vueltos; (4); no se pelearía el pasaje en forma atentatoria a la vida humana como ahora; (5) Propietarios y municipalidades obtendrían con exactitud y honestidad lo que en legalidad les corresponda por cada línea de transporte; (6) Propietarios y municipalidades saldrían abundantemente favorecidas sin necesidad de subsidios del Gobierno Central a este servicio; (7) seguro que las unidades lucirían mejor presentación, aseo y atención personal como en el Transmetro Capitalino; (8) Se incrementaría la utilidad financiera a las municipalidades para el mantenimiento de las vías públicas urbanas; (9) El Gobierno se ahorraría millonadas de quetzales en subsidios para el buen mantenimiento de carreteras; y (10) Pararían las muertes de trabajadores del volante, ayudantes, usuarios, accidentes vehiculares y no más paros de transporte al servicio del pueblo.
Es asunto de creatividad, administración de economistas chispudos y como suelen decir los sindicalistas- «si hay buena voluntad política de gobierno y transportistas.»