Los soldados israelíes y los combatientes palestinos que antes se enfrentaban se han convertido en los últimos promotores de la paz en Oriente Medio, aunque son considerados traidores por sus adversarios y héroes por sus partidarios.
Presentándose como «Combatientes por la Paz», decenas de israelíes y de palestinos que antes eran enemigos predican ahora la reconciliación.
«Hay israelíes que me dicen: eres un asesino, ¿qué estás haciendo en Tel Aviv?», afirma Osama Abú Karsh, un palestino que pasó tres años en una prisión israelí.
Soldados que en algún momento se negaron a obedecer las órdenes y militantes palestinos relatan su historia en poblados y universidades para hacer comprender que la violencia no puede resolver el conflicto y que las dos partes deben actuar juntas para poner fin a la ocupación israelí.
Para ellos se trata de un imperativo cuando el balance de la Intifada ha llegado a más de 5 mil 600 muertos, en su gran mayoría palestinos, desde que ésta comenzó, hace seis años.
«Tengo muchos amigos que me critican porque trato de cambiar totalmente la idea que se tiene de este conflicto. Ellos consideran que lo que hago es un crimen», se lamenta Ashraf Jader, un palestino de 28 años que hace poco lanzaba piedras y botellas incendiarias contra los soldados israelíes.
Más de 90% de sus camaradas han conocido las cárceles israelíes. La mayoría de ellos forma parte del Fatah, el movimiento fundado por Yasser Arafat.
Por el contrario, ningún miembro del Hamas o de Yihad Islámica, dos movimientos radicales, participa en las discusiones con los israelíes.
Avner Wishnitzer, un ex miembro de un comando de elite israelí, que rechazó seguir en servicio después de haber quedado impactado por lo que había visto durante la segunda Intifada, reconoce que tiene miedo de encontrarse cara a cara con combatientes palestinos.
«Es horroroso. Nuestros encuentros comenzaron en plena Intifada con miembros de grupos de militantes del Fatah, alguno de los cuales eran muertos cada día por israelíes», comentó.
«Por otra parte, es posible que nos hayamos disparado entre nosotros en los meses precedentes», destacó.
Una vez superadas las reticencias, los miembros de los grupos de discusión no son ingenuos y no tratan de exagerar el impacto potencial de su iniciativa dentro de dos sociedades endurecidas por la violencia y atrincherados en sus pasiones.
Osama Abu Karsh cree que sus esfuerzos no habrán sido en vano si su hija de 13 años puede ver que existen «otros israelíes».
«Allí donde vivo, en una colina que domina una ruta por donde pasan los colonos, los únicos israelíes con los que nos topamos son colonos, soldados que matan o judíos malos», declaró Osama Abu Karsh.