La evolución de los precios preocupa a los economistas puesto que si bien el riesgo de deflación no puede ser descartado a corto plazo en los países ricos, los planes de rescate y su impacto sobre la deuda podrían provocar posteriormente una fuerte inflación.
Las autoridades, en particular en Estados Unidos y en la eurozona, descartan el riesgo de deflación, es decir un descenso prolongado de los precios que deprimiría toda la actividad económica.
Pero en opinión de los economistas el peligro es real. La deflación es «un riesgo serio», considera Elie Cohen, un directivo del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) francés.
Recalca sobre todo el hundimiento «muy brutal de los pedidos industriales» en Alemania, principal economía de la zona euro, lo cual tendrá, según él, «un impacto en los precios».
Si bien la inflación subió ligeramente en febrero en la eurozona (a 1,2%) y en Estados Unidos ( 0,4%), «no es representativo de la tendencia de fondo», matiza Cohen: «Se puede ver con el gas, los productos industriales, los precios de venta al por mayor… La tendencia es claramente a la baja de los precios».
Una opinión que comparte Elsa Dargent, de Natixis. En Estados Unidos «la inflación pasará a ser negativa a corto plazo», cree.
Clemente di Lucia, economista de BNP Paribas, también cuenta con una inflación negativa este verano (boreal) debido al descenso de los precios de la energía.
«Por el momento, la bajada de la inflación es una buena noticia ya que proporciona poder adquisitivo a las familias y sobre todo procede del recorte de los precios del petróleo», comenta por su parte Agní¨s Benassy-Quéré, directora del Centro de Estudios Prospectivos y de Informaciones Internacionales (CEPII) de París.
Pero esto «se volverá problemático si la bajada de la actividad conlleva una bajada de los salarios», añadió.
Aunque a corto plazo lo preocupante para los economistas sea la deflación, a largo plazo, cuando la recuperación sea un hecho, lo que les preocupará realmente será una subida rápida de la inflación, por paradójico que pueda parecer.
«Se habrá creado mucha liquidez y se corre el peligro de ver una repetición de los fenómenos de burbujas de activos», advierte Elie Cohen.
«Si la economía arranca de nuevo con fuerza y si los gobiernos no son capaces de tomar medidas presupuestarias draconianas, hay un riesgo de inflación», insistió Benassy-Quéré.
Y es que los Estados tendrían que vérselas con una deuda pública que se habría disparado como consecuencia de los planes de lucha contra la crisis.
Se perfilan tres soluciones para atenuar el peso del endeudamiento: aumentar los impuestos, poner en marcha la máquina de fabricar dinero o, en caso extremo, no reembolsar la deuda, explica Benassy-Quéré.
Optar por el no reembolso de la deuda sería la peor de las soluciones ya que impediría a los Estados pedir prestado dinero en el mercado con condiciones ventajosas. Aumentar los impuestos es una medida impopular.
Queda la emisión de dinero. Los bancos centrales ya bajaron masivamente sus tipos de interés e inyectaron en el mercado mucha liquidez para intentar estimular la actividad económica y el mercado crediticio. Todavía podrían crear más dinero para reembolsar la deuda.
Sería más fácil en Estados Unidos y en Gran Bretaña que en la eurozona, donde el banco central debe tomar en consideración las diferentes políticas económicas de los Estados miembros.
Pero si estos países crean mucha inflación «será difícil permanecer aislados debido a la globalización», concluyó Benassy-Quéré.