Después de la llegada de Ramiro de León Carpio a la Presidencia de la República, desempeñándome como Secretario General de la Presidencia me encontraba en mi casa viendo un noticiero de televisión cerca de las 22:20 horas cuando sorpresivamente, al menos para mí, desde Poptún, Petén, en donde se encontraba de gira, el Presidente anunció la «depuración» del Congreso y honestamente, por poco me voy de espaldas porque yo, más que un funcionario, su amigo, no sabía nada al respecto.
Los grupos sociales, los medios de comunicación exigían esa «depuración». Unos a «patadas» y otros, por los caminos que la misma Constitución ofrecía, aunque más lentos, escabrosos y tardados.
Ramiro, según supe después, encargó elaborar un plan a un militar y a una ministra de su más absoluta confianza, bajo la premisa de iniciar «masivas» manifestaciones que «indudablemente» el pueblo las respaldaría abrumadoramente porque era el pueblo el que pedía esa depuración.
Pero ese plan falló y al contrario, los diputados parecían ir ganando la batalla. Tras estar apartado de todo este asunto, una tarde Ramiro me llamó a su despacho de palacio y me dijo claramente: «Los diputados están ganando y tal parece que el depurado voy a ser yo ¿qué pensás?…»
«Es primera vez que hablamos de esto -manifesté- porque nunca me dijiste lo que pretendías, ni la forma en que lo harías, pero mi obligación es tratar de ayudar a resolver el problema y solo encuentro el largo, legalista, tedioso procedimiento constitucional, para ello deben hacerse reformas constitucionales y meter uno o varios artículos transitorios en donde el mismo Congreso cese en sus funciones, estableciéndose un diálogo entre las partes y que los mejores constitucionalistas nos ayuden a redactar esas reformas que se necesitan».
Bajo la tutela de la Conferencia Episcopal presidida por Monseñor Flores y los delegados gubernamentales Arnoldo Ortiz, Richard Aiktenhead y yo, así como un numeroso grupo de congresistas iniciamos la discusión y análisis de las diferentes propuestas.
Una de ellas, que en su momento fue aprobada, se trataba de elegir a los magistrados del Organismo Judicial, al Fiscal General, al Contralor de Cuentas y otros cargos, a través de postulaciones realizadas por comisiones específicas que precisamente postularan a los candidatos a ocupar esos altos cargos, recayendo el nombramiento de los miembros del OJ en el Congreso, así como el del Contralor, en tanto el del Fiscal en manos del Presidente, según la nómina de los candidatos que las respectivas comisiones enviaran.
En lo personal, creí realmente, por ingenuidad o tontería, que se había dado un gran paso, dada la integración de tales comisiones por parte de académicos con altos méritos y/o cargos.
Debo confesar que siempre mi buena fe en las personas me ha jodido de por vida. Y eso pasó con tales comisiones que creí estarían, de alguna manera, fuera del contexto político y que realmente su misión sería escoger, no solo conforme a derecho, sino conforme a la ética, la honestidad, la sabiduría y la honradez de cada uno de ellos, a los mejores candidatos que garantizaran la confianza y el buen ejercicio de los cargos para los que se eligieran, dejando así sin salidas politiqueras al organismo político y al personaje político por excelencia, como son el Congreso y el Presidente, quienes dirían la última palabra.
Es decir, las Comisiones de Postulación -creía yo- serían el mejor filtro para llevar también a los mejores. Pero no, no fue así, tales comisiones se han dejado influenciar por el poder, la política y en algunos casos la partidocracia. Los nombres de los seleccionados ya fueron previamente cocinados en esa instancia para que el Presidente y el Congreso ya solo den su OK a aquellos que siempre estarán dispuestos a servirlos, en lugar de servir a la justicia y al país.
Los cabildeos con los integrantes de estas comisiones empiezan desde meses atrás con ofrecimientos que van desde complacencias de todo tipo «si llegan a ocupar el cargo», hasta sobornos disimulados algunos, o descarados otros. Los grupos políticos o el presidente, a la hora de votar ya saben pues, por quién lo harán, para prostituir más al Estado y llevarlo al despeñadero absoluto.
Hay grupos de la sociedad civil que ante la próxima elección de los nuevos magistrados de la Corte Suprema y de salas de apelaciones ya han empezado a manifestar abiertamente sobre esta situación y espero que no dejen de luchar y trabajar para que ahora las Comisiones de Postulación sean las primeras en ser «depuradas» de todos los demonios que las acechan.
Recuerdo Vivo. Al cumplirse este mes, 30 años del cobarde y doloroso asesinato de Manuel Colom Argueta va mi respetuoso recuerdo a la memoria de uno de los líderes más carismáticos y honestos de la Historia de Guatemala. La trayectoria política, social y humana de Meme es parte de los guatemaltecos y jamás podrá ser olvidada.