The Economist y el narcotráfico


The Economist es una de las publicaciones más prestigiosas del mundo y en el número de la semana anterior dedicó su tema principal a la guerra del narcotráfico y como detener ese flagelo que hace tanto daño a la humanidad.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Ratifica una postura que ha sostenido durante las últimas dos décadas y que pregona la necesidad de legalizar las drogas como única forma de contener el destructivo avance de los narcos alrededor del mundo y de manera muy especial en los Estados débiles que son fácilmente permeados por la corrupción derivada de las cantidades ilimitadas de dinero que pueden mover quienes se dedican a ese ilí­cito negocio.

Recuerda la revista que en 1998 la Asamblea General de las Naciones Unidas comprometió a sus miembros a trabajar por un mundo libre de drogas y a eliminar o reducir significativamente para el 2008 la producción de opio, cocaí­na y marihuana.

Diez años más tarde se ve que esa declaración fue, como muchas de las que produce la Asamblea General de la ONU, puro lirismo porque ni ha bajado la producción ni se redujo el consumo. No sé por qué, pero la receta de la ONU y de Estados Unidos de atacar el tráfico y producción de drogas sin atajar la demanda, me suena tan hipócrita, falsa y absurda como la postura del pobre papa Benedicto XVI al condenar el uso de preservativos como instrumento para contener la propagación del sida en ífrica.

Imposible manejar las cifras del consumo y tráfico de drogas con absoluta propiedad porque siendo un negocio ilí­cito lo que se usan son estimaciones que son producto, literalmente, del ojo de un buen cubero. Sin embargo, lo que se puede cuantificar sin mucho problema es la cantidad de muertes que el narcotráfico produce en los paí­ses que se han convertido en el campo de batalla de las guerras de la droga y The Economist pone especial énfasis en el caso de México, paí­s que tiene una de las 15 más grandes economí­as del mundo, que es el segundo socio comercial de los Estados Unidos e importante proveedor del petróleo que consumen los norteamericanos, reputado ahora como una democracia estable luego de los años de dictadura del PRI, fue calificado recientemente en un documento oficial de EE.UU. como un estado fallido, junto con Pakistán, por el tema del papel que juega el narcotráfico en el paí­s, la cantidad de muertes violentas que provoca y el control de las instituciones llamadas a combatirlo.

The Economist admite que la legalización de la droga no es la mejor solución, pero insiste en que es la mejor posible, porque no hay otra forma de contener ese flagelo. En Estados Unidos empieza un fuerte y significativo movimiento para legalizar el consumo de marihuana, lo que según expertos podrí­a generar tanto dinero como para realizar las más efectivas campañas informativas sobre el efecto de las drogas y prevenir su consumo legal, como se hace con el tabaco.

El punto irrefutable es que la demanda se mantiene, que no hay forma de evitarla y que mientras en Estados Unidos sigan consumiendo droga, estos paí­ses serán escenario de la guerra contra el narcotráfico con un costo impagable para nuestras sociedades. La prohibición, de drogas o del licor, se han mostrado inútiles para contener el problema y estimulantes para generar Al Capones en gran escala. El planteamiento serio y maduro de la revista resulta contundente.