El Gobierno no tiene y nunca ha tenido planificación. Eso está más que evidente hoy día, sobre todo cuando ya han salido varios ministros y viceministros, lo que deja entrever que nunca se formó un equipo.
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Al Ministerio de Economía, por ejemplo, lo convirtieron en una institución obsoleta. Por suerte la crisis económica ha provocado la baja en la demanda a nivel mundial, con lo que los precios han caído. Pero, mientras estuvieron al alza, el Ministro no intentó hacer siquiera alguna acción para procurar que no hubiera alza en los precios. Lo mismo se puede decir de Energía y Minas, que tuvo suerte de la caída del petróleo.
Tres ministros de Economía en 14 meses, y el actual, más parece que ejercerá una especie de oficinita adherida a la Cancillería, otro ministerio fallido, que en vez de preocuparse por las relaciones internacionales, procura acuerdos comerciales.
La situación en el agro no puede estar peor. Durante años, el programa de fertilizantes ha servido de proselitismo, y no para enriquecer el suelo, que actualmente se encuentra agotado. Esta semana asumió el tercer ministro de Agricultura, que ya sabe cuál debe ser su papel: hacerse a un lado para favorecer la acción de ProRural, el invento de este Gobierno a la problemática agraria.
El Ministro de Gobernación se dio el lujo de rechazar 275 millones de quetzales, aduciendo que no le hacían falta, sin recordar que el año pasado, el Gobierno pataleó para que hubiese una ampliación presupuestaria, precisamente para enfocarse en el combate a la violencia. La propuesta de Gándara es utilizar armas descompuestas y enmohecidas que permanecen guardadas, porque el crimen organizado las dejó tiradas.
Y, así, se puede ir haciendo el análisis de este Gobierno, que sólo tenía claro el programa de Cohesión Social… de ahí, nada.
Y ante la falta de planificación, sobre todo en materias de seguridad y de economía, lo único que nos queda es encomendarnos a Dios. Se encomienda a Dios el piloto que sabe que su profesión es riesgosa. Se encomienda a Dios la familia que al despedirse por las mañanas cree que en la noche no podrán reencontrarse por la violencia. Se encomienda a Dios quien es extorsionado y no tiene cómo pagar.
Y es curioso, porque al parecer este Gobierno también deja en manos de Dios el devenir de las cosas. O al menos eso da a entender cuando recibe a Luis Palau, cuyo discurso fundamentalista no deja analizar la coyuntura ni propone soluciones. O cuando el Presidente gasta una mañana de domingo en presentarse ante el populoso público de la Megafráter. Y, a pesar de que el Gobierno se encomienda a Dios, hace oídos sordos cuando las Iglesias -junto a la Usac y la PDH- le dan en sus manos un plan de seguridad.
En fin, la política se encomienda a Dios, porque es previsible que en las próximas elecciones participe un pastor evangélico, como Harold Caballeros, pese a que la Constitución se lo prohíbe como ministro de una Iglesia. Y es, gracias a Dios, que se han aprobado leyes con olor a fundamentalismo evangélico, como la Ley Antitabaco.
Es de notar que desde la llegada de Salvador Gándara a Gobernación, los agentes policiales también han sido instruidos en prácticas religiosas, ya que si el Ministro opta por rechazar sus recursos para comprar chalecos antibalas, es preferible cubrirse de una protección divina.
El Gobierno tiene razón, y es que si no hemos caído en la más profunda crisis, es porque debemos darle gracias a Dios, porque ni el mismo Gobierno ha hecho nada. Es como si nuestro principio de planificación fuera el mismo que uno de los lemas de Estados Unidos: «In God we trust».