Pareciera existir una consigna para que los medios de comunicación social toquen a diario la necesidad porque el Congreso tenga un nuevo edificio y así darle cabida al cada vez más grande y costoso organismo, el que por cierto, lleva muchos años de demostrar ineficiencia, baja productividad e incapacidad para cumplir con sus deberes y obligaciones. Para colmo de males, a nuestros políticos se les ha subido a tal punto los humos a la cabeza que han perdido el contacto con la realidad, en especial nuestros diputados, a quienes poco les importa la pérdida de prestigio y credibilidad que ahora padecen, lo que ha fijado todavía más fuertemente en la mente de la ciudadanía la urgente necesidad de reducir drásticamente su presupuesto, empezando por el alto número de diputados y siguiendo con la enorme burocracia que ello ha traído consigo.
Para colmo, el alcalde metropolitano, a saber con cuáles intereses creados de por medio, arrogándose posturas de un monarca, ofrece el sitio que ocupa el Parque Centenario, como si fuera de su propiedad y sin percatarse que con ello no solo causaría enorme perjuicio al ornato del Centro Histórico, al que mantiene en tristes condiciones de deterioro, sino le estaría quitando a la población otro lugar más para su solaz y esparcimiento. Con los pies bien puestos sobre la tierra, digo que el edificio que ocupa actualmente el Congreso es más que suficiente para alojar a los sesenta diputados con que debiera contar. ¿Para qué son útiles los actuales 158, incluso los 250 que ya tienen nuestros politiqueros en mente?; ¿no sería mejor con ese dinero construir un hospital en Villa Nueva y a lo mejor hasta alcanza para tres más situados al norte, occidente y poniente, en municipios aledaños a la capital?
El refrán en boga es que «no está la Virgen para tafetanes», porque se ha puesto a pensar estimado lector ¿Para qué tener tantos diputados si ni siquiera pudieron aprobar bien el Presupuesto de Ingresos y Egresos del Estado que les manda la Constitución en su Artículo 171, inciso b) pues ya vemos al Ejecutivo haciendo micos y pericos con los Q 49 mil 723 millones que salen de los bolsillos de los contribuyentes?
Por otra parte, insisto en que ya es tiempo de planificar debidamente las obras y servicios públicos y no seguir haciéndolos a rajatablas so pretexto que el interés general prevalece sobre el particular. Digo esto, porque sería un pecado prolongar los ramales del Transmetro cometiendo los mismos errores de la primera fase, los que siguen causando cuantiosos daños y perjuicios para un grueso número de la población y a otros las molestias que todavía, después de tanto tiempo de estar funcionando siguen padeciendo. En otras palabras, claro que estamos de acuerdo en buscar el progreso y desarrollo de la ciudad, pero ¡Por favor! Que sea «con buena letra».