Fritzl admite incesto y violación pero no asesinato


El austrí­aco Josef Fritzl, padre incestuoso que durante 24 años mantuvo secuestrada a su hija en el sótano de su casa en Amstetten (este), se declaró culpable de incesto, violación y secuestro pero no de asesinato y esclavitud, al comenzar hoy el juicio en su contra.


«No soy culpable», respondió Fritzl cuando la presidenta del tribunal le preguntó si se declaraba culpable de asesinato y esclavitud.

Fritzl, de 73 años, que engendró siete niños con su hija durante casi un cuarto de siglo de abusos sexuales, negó así­ la responsabilidad por la muerte de uno de los recién nacidos en 1996 en el sótano de su casa donde mantení­a encerrada a su hija Elisabeth.

El bebé, que sufrí­a graves problemas respiratorios, murió por falta de atención médica, según Elisabeth. En el primer interrogatorio tras el descubrimiento del caso el 26 de abril de 2008, Fritzl reconoció haber quemado el cadáver del pequeño en una caldera del edificio.

El cargo de asesinato podrí­a acarrearle una pena de cadena perpetua y el de esclavitud, juzgado por primera vez en Austria, entre 10 y 20 años de cárcel, mientras que los cargos de incesto, violación y secuestro conllevan una pena máxima de 15 años de reclusión.

El acusado también se declaró inocente de asalto con agravantes por haber amenazado a sus prisioneros con matarlos con gas si intentaban escapar del calabozo subterráneo de 40 m2, sin ventanas ni aireación y protegido por una serie de puertas con cierres eléctricos.

«No dije tal cosa», afirmó.

Para justificar sus acciones, Fritzl relató ante el tribunal su «infancia difí­cil» junto a una madre soltera que no querí­a un hijo y que lo maltrataba.

«Mi madre no me querí­a. Ya tení­a 42 años. Simplemente no querí­a hijos y me trató en consecuencia. Me pegaba», explicó con voz serena. A los 12 años le anunció a su madre que no le permitirí­a tratarlo así­ y que se defenderí­a. «A partir de ahí­, me convertí­ en un demonio para ella», agregó.

Vestido con una chaqueta gris, Fritzl habí­a llegado al tribunal de Sankt Polten, 60 km al oeste de Viena, rodeado de seis policí­as y ocultando su rostro tras una gran carpeta azul.

La jueza Andrea Humer, que preside las audiencias, que se prolongarán hasta el 20 de marzo, es una experta en materia de delitos sexuales. La magistrada, a la que asisten otros dos magistrados, habí­a declarado abierto el que ya ha sido calificado como «juicio del siglo».

Junto a Humer se encontraban el fiscal Christiane Burkheiser, los ocho componentes del jurado, el acusado y su abogado y los abogados de las ví­ctimas, que se presentan como acusación civil.

Estas últimas no comparecerán en persona ante el tribunal. La declaración de la principal de ellas, Elisabeth, la hija de Fritzl que hoy tiene 42 años, fue grabada y las once horas de video se difundiarán por partes al tribunal en los próximo dí­as.

Elisabeth y sus seis hijos, deseosos de escapar a los paparazzis, volvieron a refugiarse en la clí­nica psiquiátrica donde la familia residió desde que la tragedia saltó a la luz hasta finales de 2008.