Después de una semana de tensiones, trabajo y presión, lo mejor es entrar en contacto con la naturaleza.
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Porque, ¿en qué otro lado tenderán a nuestros pies una verde alfombra de frescos y suaves prados?
¿En dónde encontraremos un ambiente libre de humo de olores desagradables y ruidos sin fin?
¿En qué sitio nuestros ojos se deleitarán con el colorido de pájaros, flores y cielo azul suave?
¿Habrá algún lugar en el que nuestro organismo se renueve y fortalezca sin costo alguno?
¿En dónde más disfrutaremos del placer más grande de todos: el que nos dan las cosas sencillas?
¿Y de qué otro modo podríamos sentirnos niños de nuevo, si no es admirando, tocando y oyendo la obra bendita de Dios, regalo suyo para nuestra constante felicidad?