La «soledad» del papa Benedicto XVI, la «guerra» en la Curia y la rebelión de obispos por el perdón a los «lefebvristas» y la excomunión de una brasileña por haber autorizado el aborto de su hija violada generan una crisis sin precedentes en la Iglesia.
«El Papa no está solo, sus colaboradores le son lealmente fieles y se unen a él», aclaró ayer el cardenal italiano Tarcisio Bertone, número dos del Vaticano, desmintiendo el análisis hecho por los principales diarios italianos sobre la crisis del pontificado.
Cuatro años después de haber sido elegido Papa en abril de 2005, el alemán Joseph Ratzinger se enfrenta a una serie de críticas inéditas dentro y fuera de la Iglesia, que lo obligaron a escribir una carta pública.
En la inusual misiva, divulgada el jueves por el Vaticano, el Papa admitió los errores cometidos tras el perdón concedido al obispo que negó el Holocausto y expresa su dolor por las críticas, por el «odio sin temor» y por la «hostilidad dispuesta al ataque» contra su persona.
Además de admitir los errores, el Papa, monarca absoluto por voluntad divina, teme que la Iglesia se «devore» a sí misma.
«Pese a la comunión de tantos obispos del mundo, algunas voces desafinan, tal vez por falta de confianza en las decisiones del Papa», sostiene Bertone, acusado por la prensa de inexperiencia en el delicado manejo de los asuntos vaticanos.
«Algo funciona mal en la curia romana (gobierno central, ndr)», subraya el vaticanista del diario La Repubblica, Marco Politi.
«La revuelta de influyentes episcopados, como el de Alemania, Austria, Francia y Suiza, contra el perdón papal a los obispos cismáticos del movimiento ultraconservador lefebvrista representa un grave problema de funcionamiento», escribió.
La maquinaria del Vaticano, conocida por su legendaria eficiencia y reserva, ha sufrido en los últimos meses numerosos tropiezos.
La filtración de noticias importantes ha reinado con el nuevo pontificado, generando escándalo y polémicas.
Entre ellas se incluye la carta del Papa del jueves y el levantamiento en enero de la excomunión a los «lefebvristas», dos noticias divulgadas la víspera por diarios italianos sin haber sido consultadas con los obispos.
«Miserables filtraciones de noticias», denuncia el diario de la Santa Sede, L»Osservatore Romano, en un editorial titulado «Manipulación e instrumentalización».
El ataque del órgano oficial del Vaticano revela el fuerte malestar que se respira en los corredores del palacio apostólico y la fuerte división entre exponentes «fieles y críticos» a las decisiones del pontífice-teólogo.
Resultan sorprendentes los títulos ayer de la prensa italiana, que cuenta por tradición con un experto en asuntos del Vaticano y con varios teólogos como comentaristas.
«Veneno en el Vaticano» (Libero), «La soledad del Papa» (La Stampa), «Los cardenales Silvestrini, Lehamnn y Hummes, los adversarios» (Libero), «Fuga de noticias en la Curia» (Corriere della Sera).
«Los opositores más poderosos se anidan en el corazón de la curia romana», escribe el irreverente rotativo conservador Libero, que menciona al cardenal brasileño Claudio Hummes, prefecto de la Congregación para el Clero, entre los enemigos internos del Pontífice.
Más allá de la comunicación, parece que es un problema de principios, según el teólogo Vito Mancuso, que acusa a la jerarquía de la Iglesia de ser «fría y rígida» ante las exigencias del mundo moderno.
El ejemplo más reciente de esa intransigencia ha sido la excomunión de una brasileña que hizo abortar a su hija de 9 años embarazada tras una violación, lo que valió duras críticas de obispos franceses.
Críticas y protestas que se suman al coro de católicos descontentos por la benevolencia con los ultraconservadores y la inflexibilidad frente a los dolores de la llamada «postmodernidad».
El Gran Rabinato de Israel «agradeció» a Benedicto XVI sus declaraciones «claras» contra la negación del Holocausto en una reunión este jueves en el Vaticano y dijo que la crisis por la reintegración del obispo negacionista Richard Williamson ha terminado.
Esta reunión, que había sido anulada en el momento más álgido de la crisis entre el Vaticano y la comunidad judía, tuvo lugar dos meses antes del primer viaje de Benedicto XVI a «Tierra Santa» (Israel, Belén, Nazaret y Ammán), previsto del 8 al 15 de mayo.
«Fue una experiencia muy especial, que marca el fin de la crisis», declaró durante una conferencia de prensa el rabino Shear-Yashuv Cohen, que dirigía la delegación del Rabinato, destacando la amistad que existe entre el Vaticano e Israel.
«No se podía esperar más» de parte de Benedicto XVI, consideró.
«El viaje de Benedicto XVI (a «Tierra Santa») será importante, pues permitirá a los judíos, los cristianos y los musulmanes reflexionar sobre el hecho de que tienen las mismas raíces», agregó.
Este encuentro «marca un vuelco positivo para la reanudación del diálogo entre nosotros», dijo.
Por su parte, el Papa elogió el diálogo entre las religiones. «El hecho de que reconozcamos que tenemos en común un patrimonio espiritual rico (permitió establecer) un diálogo basado en el respeto y la comprensión mutuos», sostuvo.
En una carta a los obispos del mundo entero publicada el jueves, el Sumo Pontífice reconoció que no explicó «de forma suficientemente clara (…) el alcance y los límites» de esa «mano tendida» a los integristas, y repitió que ignoraba las posiciones negacionistas de Williamson.