Revisitando el «Popol Vuh»


Primera página del manuscrito del Popol Vuh, guardado en la Biblioteca de Newberry, Chicago, Colección Ayer. FOTO LA HORA: es.wikipedia.org

La semana pasada, fue develado uno de los frisos de la aún soterrada ciudad de El Mirador, en el norte de Petén. El friso, que forma parte de un acueducto, daba cuenta de una escena del «Popol Vuh».

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

El arqueólogo Richard Hansen explica los detalles del friso, en donde se puede observar a Hunapú saliendo del inframundo hacia la abuela Ixmucané. Este friso se supone formaba parte de un sistema de acuí­fero en donde se desarrollaban rituales el cual data del perí­odo Preclásico de la era maya, 2300-2500 a.C. FOTO LA HORA: AFP EDUARDO GONZíLEZ

«Es una joya increí­ble, un diamante en bruto. No hay nada en América Latina comparado con esto. Es una joya mundial», exclamó en ese momento el arqueólogo estadounidense Richard Hansen, emocionado por dar a conocer el friso, el cual databa de 300 años antes de Cristo. Con ello, Hansen logra así­ un resultado más que satisfactorio en sus 30 años de investigar la antigua cultura maya.

No obstante, con el descubrimiento del friso que data de los años 300 antes de Cristo, se puede afirmar que los mayas habí­an alcanzado un desarrollo antes del que pensaban los expertos.

Aparte de la belleza del friso, ¿qué descubrió Hansen? El mural representa a Hunahpu e Ixbalanque, nadando sobre el rí­o que los conduce a Xibalbá. Es de notar esta particularidad, ya que era una imagen adecuada para el acueducto. Pero, a la vez, genera de nuevo el debate sobre el «Popol Vuh» y sobre su supuesta contaminación con el cristianismo colonial.

GENERALIDADES

El «Popol Vuh» es un libro que sienta las bases testimoniales rescatadas del pueblo k»iche». Ofrece detalles de su cosmogoní­a, de sus orí­genes y de la descendencia, todo ello, probablemente escrito para dejar huella en un cambio de época.

No se sabe quién lo sentó por escrito con caracteres latinos; en algunos casos, se ha considerado que fray Francisco Ximénez, un sacerdote que convivió con indí­genas de Quiché y Chiapas, fue quien los escribió, tras escuchar la narración oral, pero de ello, aún no se ha podido confirmar.

Lo que sí­ es cierto, es que Ximénez fue su primer traductor, en una primera versión la cual tituló «Manuscrito de Chichicastenango», según la región donde recavó la información -ya sea oral o escrita- (Lea: TRADUCCIONES).

La historia presenta varios capí­tulos, pero tal parece que es el intento de enlazar las concepciones cosmogónicas y antropológicas del pueblo k»iche», con lo que el transcriptor -en nombre de su estirpe- sentí­a ante la amenaza colonizadora.

Da inicio con el relato de la creación del mundo. En realidad, es el relato de la creación de los primeros hombres con sus mujeres. Sin embargo, para llegar hasta ahí­, la tradicional oral referí­a la necesidad que la raza iniciara bajo el «signo de la luz». Es por ello, que el relato inicial hace énfasis en que todo estaba en la oscuridad e inmóvil.

Las traducciones no lo han logrado reflejar bien, ya que el «Popol Vuh», incluso en la versión más conocida de Adrián Recinos, parece ser muy confuso el relato. Pero el narrador del libro, se esfuerza por describir el «reino oscuro» que predominó antes de la historia de los k»iche»s.

El relato que forma el eje central es la historia de los gemelos Hunahpu e Ixbalanque, quienes deben derrotar a los señores de Xibalbá, quienes a su vez habí­an matado a su padre. Esta pareja surge de una historia fantasiosa, en la que interviene la princesa Ixquic. Una vez derrotados, la oscuridad desaparece y los gemelos asumen su posición en el firmamento, uno como Sol y otro como Luna, iluminando a la nueva raza.

En adelante, el relato comienza a parecerse más realista, desde la creación de los primeros hombres, hasta el paso de las generaciones para llegar al pueblo k»iche» de entonces.

TRADUCCIONES

El primer traductor fue fray Francisco Ximénez, de quien se conoce la versión original en caracteres latinos, alrededor de 1701 (siglo XVI). Su manuscrito está formado por dos columnas: una con la versión en k»iche» y otra su traducción al español.

Su traducción no fue muy buena, ya que intentó adaptar su pensamiento occidental en una lógica indí­gena, lo que resultó un confuso texto (Lea: CRíTICA NEOCOLONIALISTA). Posterior, intentarí­a una segunda versión, menos literal, la cual fue incluida en «Historia de la Provincia de Santo Vicente de Chiapa y Guatemala» de 1722.

Los manuscritos de Ximénez permanecieron archivados en el Convento de Santo Domingo hasta 1830 cuando fueron trasladados a la Universidad de San Carlos de Guatemala. En 1854, fueron encontrados por el austriaco Charles Scherzer, quien en 1857 la publicó en Viena bajo el tí­tulo «Las Historias del origen de los indios de esta provincia de Guatemala».

El sacerdote y misionero Charles í‰tienne Brasseur de Bourbourg sustrajo el escrito original de la universidad, lo llevó a Europa y lo tradujo al francés. En 1861 publicó un volumen bajo el tí­tulo de «Popol Vuh, Le livre Sacré et les mythes de l»antiquité Américaine ».

Esta versión fue la que dio a conocer en mayor medida este libro a nivel mundial, y por ello, usualmente se le denomina como «Popol Vuh». Varias décadas después, Miguel íngel Asturias intentarí­a una traducción del francés al español, pero su versión no logró aceptación por confusa. Probablemente, el error fue haber traducido el libro de una traducción.

El libro original fue vendido al coleccionista Alfonso Pinart, más tarde su viuda lo vendió a su vez al etnólogo Otto Stoll, posteriormente fue comprado por Edward E. Ayer, quién lo devolvió a América. Actualmente, la primera traducción de Ximénez al castellano, y su «Manuscrito de Chichicastenango» se encuentran en la Biblioteca Newberry, en Chicago, Estados Unidos.

En pleno siglo XX, se han hecho esfuerzos por traducir de mejor manera el «Popol Vuh», iniciando por la versión de Adrián Recinos, la cual ha sido la más difundida en español. Adrián Chávez también intentarí­a una traducción, más completa, pero que no ha tenido tanta difusión. En los últimos años, una nueva versión ha sido publicada por Sam Colop, en la cual revisa la traducción y la mejora, además de modificarle el nombre a «Popol Wuj», por considerar que ése es el nombre correcto.

CONTROVERSIA POR EL NOMBRE

El «Popol Vuh» ha sufrido modificaciones en cuanto a sus nombres. Por ejemplo, la versión de Adrián Chávez fue titulada «Pop Wuj», por considerarlo su nombre correcto. Sin embargo, la más reciente traducción, la de Sam Colop, ofrece justificaciones sobre su nombre, al cual ha sugerido «Popol Wuj».

De hecho, Sam Colop corrige sobre la sugerencia de Chávez, a quien no demerita, sino que le reconoce su valioso aporte en su traducción.

No hay esfuerzo que sea completamente inútil, y por ello, toda sugerencia sirve de base para ir mejorando las versiones y, así­, el conocimiento de las cosas. Es probable, que la controversia en los nombres del «Popol Vuh» sirva para establecer diferencias entre las traducciones, sobre todo las hechas al español, que es donde más existen.

Sin embargo, es probable que al final sobreviva, de un modo general, el nombre de «Popol Vuh», ya que por siglos fue conocido de esa forma, y aunque contenga algunas inconsistencias y señalamientos, es un modo ya estandarizado y consensuado de llamarlo.

En lo que sí­ parece haber consenso, es en la traducción del nombre, el cual ha sido identificado como «Libro del Consejo» o «Libro de la Comunidad».

CRISTIANISMO

Tradicionalmente, el «Popol Vuh» se ha visto como un libro con clara influencia cristiana. Escrito en caracteres latinos en plena Colonia española, se ha considerado que quien lo transcribe -generalmente atribuido a un indí­gena alfabetizado- tení­a ya introducidos muchos sesgos cristianos. Otros más aseguran que el mismo Ximénez, en su transcripción, optó por modificar la historia, a fin de «cristianizarla»

Por ejemplo, la historia de la creación del mundo y del hombre, o el nacimiento de los gemelos de una madre virgen, han sido recursos para quienes quieran justificar la presencia de valores cristianos en el «Popol Vuh».

Incluso, ha habido posturas más radicales, como la de René Acuña, en la cual argumenta que el «Popol Vuh» no tiene raí­ces maya-k»iche». «el Popol Vuh es un libro diseñado y ejecutado con conceptos occidentales. Su unidad de composición es tal, que da pie para postular un solo recolector de las narraciones. Y no parece que éste haya sido un autodidacta espontáneo nativo, que se puso a redactar las memorias de su nación», dice en su libro (Ver BIBLIOGRAFíA). Su hipótesis es que el «Popol Vuh» sirvió para los misioneros lograran cristianizar a los nativos, en un sincretismo entre sus creencias acopladas con las occidentales.

Acuña se basó en los errores de transcripción cometidos por Ximénez. «Si la fidelidad con que Ximénez copió y tradujo el texto quiché fuera el criterio para establecer la autenticidad del Popol Vuh, habrí­a, de inmediato, que declararlo falso. […] Enumerar a detalle todos los desfiguros que Ximénez introdujo podrí­a justificar un trabajo de páginas cuyo número no se puede cuantificar. […] Ante la imposibilidad de efectuar aquí­ un examen pormenorizado de las traducciones que hizo Ximénez del Popol Vuh, tendré que limitarme a decir que son desiguales y muy infieles, y que el fraile omitió traducir un elevado porcentaje del texto. Mi apreciación se basa en el minucioso análisis comparativo que he realizado de las primeras 1180 lí­neas del Popol Vuh con las dos versiones españolas de fray Francisco. Pero mi intención no está dirigida a desacreditar la competencia lingí¼í­stica de este religioso, sino a hacer manifiesto que, con el escaso conocimiento de la lengua quiché que poseí­a, resulta natural que haya desfigurado la obra al copiarla».

Sin embargo, esta hipótesis se basa exclusivamente en el manuscrito de Ximénez, versión de la cual se han producido la mayorí­a de traducciones serias del «Popol Vuh». Pero, ¿si este relato ya existí­a de antes?

CRíTICA NEOCOLONIALISTA

El «Popol Vuh» ha sido explicado, tradicionalmente, desde una óptica occidental. Tan así­, que se le ha denominado como «la biblia de los k»iche»s», intentando hacer una analogí­a entre un referente indí­gena con una imagen occidental-cristiana.

Para intentar encontrar la génesis del libro, que habrí­a generado la versión de Ximénez, muchos han querido explicarlo con diferentes hipótesis, que van desde el relato oral hasta la transcripción en piedra. Incluso, hay quienes aseguran que en algún códice maya, de los que aún se preserva, se encuentra ilustrado el «Popol Vuh» en escritura maya.

Pero en este intento por justificar un texto anterior, se ha querido buscar un texto con caracteres latinos original, lo cual supone un grave error de concepción. La literatura occidental, desde sus inicios en Grecia, supuso la transcripción de la literatura en forma escrita, y con caracteres fonéticos.

Desde ese punto de vista, probablemente serí­a imposible ubicar una versión del «Popol Vuh». Sin embargo, habrí­a que replantearse la forma tradicional de ver la literatura, y reconocer que también hubo otras formas de transmisión.

En primer lugar, hay que recordar que la literatura inició, en todas sus germinaciones, a través de la oralidad, y es probable que ésta siga siendo su fuente primordial en las letras actuales.

Por ello, el descubrimiento de Hansen, en El Mirador, abre los ojos hacia otras dimensiones de la literatura maya. ¿Por qué? Quiere decir que el «Popol Vuh» existí­a desde antes del Cristianismo. De hecho, existí­a desde antes de Cristo. Usualmente, no se han valorado las manifestaciones mayas de su escritura, como la expuesta en los códices, murales, escalinatas y sus frisos -como en este caso-, lo cual ha provocado una pobreza en la investigación. En los últimos años, quizá décadas, los investigadores de la cultura maya han sabido reconocer los aportes en las fuentes que occidentalmente no se consideraban como literatura.

Gracias a ello, hoy podemos tener mayores certezas de la historia maya, ya que se han valorado estas fuentes de información.

El «Popol Vuh» ya habí­a quedado de manifiesto. Incluso, habrí­a que despertar la atención de que no es una historia exclusiva del pueblo k»iche», como supuso Ximénez y los otros estudiosos, sino que proviene de la profundidad de los inicios mayas.

El Mirador también está cambiando la forma de percibir la cultura maya, ya que era usual que se considerara el esplendor de la cultura en el perí­odo Clásico, pero esta ciudad está ofreciendo detalles asombrosos, que se anticipó al desarrollo social, económico y cientí­fico de Tikal, la que hasta hoy se considera la ciudad más importante del Clásico. (Ver: APORTES DE EL MIRADOR)

EL MIRADOR

«Es la cuenca natural y cultural más grande del mundo maya, del hemisferio y del mundo en términos de volumen», refiere el arqueólogo Hansen, como adición a los comentarios hechos tras su descubrimiento del friso de Hunahpu e Ixbalanque.

El experto está convencido que los mayas, junto con la china, mesopotámica y egipcia son las mayores «civilizaciones que construyeron el mundo».

Aunque «el mundo está despertando su interés para que El Mirador se cuide y se preserve», los fondos son insuficientes para devolverle su esplendor, toda vez que la cuenca la forman unas 4 mil pirámides, pero 3 mil 500 están en proceso de exploración.

La más impresionante es la famosa pirámide La Danta, la cual no está totalmente descubierta, hasta el momento la más grande de las construidas por los mayas, con 300 metros de ancho por 600 de largo y alcanza una altura de de 72 metros.

Como una forma de generar ingresos, la embajadora de Francia Michí¨le Remis, anunció que en 2011 se expondrán entre 150 y 200 piezas de El Mirador en el Museo Du Quai Branly en Parí­s.

Entre tanto, el gobierno guatemalteco gestiona los trámites para que el lugar sea reconocido como Patrimonio de la Humanidad por el Fondo de las Naciones Unidas para la Ciencia, la Cultura y la Educación (Unesco).

Según las investigaciones, los mayas construyeron estos inmensos monumentos entre el 200 y 150 antes de Cristo, pero abandonaron el lugar entre los años 150 y 200 de nuestra era.

Después de 500 años de abandono, volvieron a ocupar la zona para construir residencias modestas y la dejaron para siempre hacia el 900 de nuestra era.

Aunque El Mirador es una mina arqueológica, el acceso es difí­cil porque se necesitan tres dí­as para ingresar por tierra, mientras que el tiempo se reduce a 30 minutos en helicóptero desde aeropuerto Mundo Maya, ubicado en Santa Elena, unos 520 km al norte de la capital.

Ante ello, solo unas 3 mil personas visitan anualmente este complejo incrustado en la selva de Petén, considerada el segundo pulmón de América después de la cuenca del rí­o Amazonas en Brasil.

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