JESUCRISTO PENSí“ EN EL PAN


Los seres humanos con limitación de la dimensión de lo que somos, no pensamos en la hambruna de las mayorí­as de pobres para su sustento; y al pan diario de su sustento se le encarece el precio, reduce el tamaño y las unidades por la base del costo de un quetzal, ahora de difí­cil adquisición. La ambición de ganar más con el hambre de las mayorí­as continúa a la vista e indiferencia de la oficina que se llama Diaco.

Santiago VILLANUEVA GUDIEL

Jesucristo vio iguales multitudes necesitadas como ahora, y enseñó a pensar en resolverla con compasión como un derecho humano. Para sus cercanos acompañantes era difí­cil, ¡ni siquiera el común salario junto de un año bastarí­an para que cada uno recibiera un pan!; ni reuniendo lo que hubiese en los derredores alcanzarí­a; ahora se piensa de parecida manera en la importación de la harina, etc. Son preguntas que en nuestros dí­as se hacen economistas, estadí­grafos y funcionarios de gobierno. Y así­ pasa el tiempo y otro igual.

La intervención de un muchacho previsor de su hambre que para ello habí­a llevado cinco panes y dos pececillos y estuvo dispuesto a ponerlo bajo la bendición de Jesús para compartirlo fue lo único de lo que disponí­an, y el discí­pulo más entendido dijo ¿Qué es esto para tantos? Y así­ se alimentaron más de cinco mil personas, y aun recogieron 12 canastas llenas de lo que sobró, porque ante Dios lo que se utiliza, como lo que sobra no se desperdicia, sino que se guarda o recicla, tienen igual valor.

La enseñanza de ser honestos panificadores, distribuidores o vendedores del pan sin explotación ni atropello al derecho humano, debiérase de aprender. Vivimos tiempos de carencia de lo básico para sobrevivir, y es recomendable para ser de bendición a otros recortar nuestra propia hambre, los gastos innecesarios; y algo más del presupuesto en todo a nivel personal, nacional, incluso por el Gobierno central como municipales debieran de hacerlo, y no solo hablar de aumento salarial.

Lo poco y justo con la bendición de Dios alcanza; sin hacer extorsión de lo que Dios por medio de la madre naturaleza da a Guatemala, como el trigo, las verduras, etc. que por su geografí­a y climas es uno de los más pródigos y benditos sin la pretensión de decir que sea el mejor o el único; y si no se quemara más el abono o fertilizante natural en los terrenos en el verano, no habrí­a que importar fertilizantes quí­micos de alto costo y la vida serí­a mejor.

Mientras la hambruna ocurre, la Diaco demuestra ignorar los precios del pan popular no a treinta centavos la unidad, sino a treinta y tres centavos, y dan tres panes por un quetzal sin aceptar dar cuatro panes por un quetzal veinte centavos como serí­a lo lógico, sino a la pura ley de explotación dan tres panes por un quetzal quedándose diez centavos más por cada quetzal.

Tampoco reglamenta la Diaco los pequeñí­simos tamaños del pan que popularmente son equivalentes a dos bocados, por no reglamentar el mí­nimo peso. Y que decir del costo de los combustibles que los explotadores no lo rebajo con la celeridad con que sí­ lo suben; ni guarda equidad el incongruente precio del pasaje en los transportes públicos urbano y extraurbano en igual distancia, unos cobraen más, otros menos del mismo lugar a la capital etc. Y de ahí­ los costos desproporcionados de los productos que la Diaco no corrige de estas necesidades diarias.