Las elecciones presidenciales que se efectuarán en El Salvador el próximo domingo 15 de marzo, representan, sin duda, una esperanza de cambio para uno de los pueblos más sufridos en el continente americano, que luego de dos décadas de sucesivos gobiernos representativos de la oligarquía, dejan al país sumido en una preocupante crisis económica con la agudización de problemas sociales como la pobreza, la inseguridad en las calles y los excesivos precios de los productos de la canasta básica, además del extendido cáncer de la corrupción.
Casi la mitad de la población (43%) está subempleada y el costo de los productos de primera necesidad ascendió a 750 dólares, mientras que los salarios mínimos en los principales sectores de la economía como la industria maquiladora y la agricultura, apenas son de 160 y 100 dólares respectivamente.
Al acudir a las urnas, los salvadoreños tendrán que escoger entre las dos opciones dominantes, la gobernante Alianza Republicana Nacionalista, ARENA, o el opositor Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, FMLN.
Hasta ahora, las encuestas señalan que el partido de izquierda FMLN, derrotará con gran ventaja al derechista partido ARENA que históricamente ha tenido vínculos estrechos con el gobierno de Washington.
En ese contexto, resulta de gran trascendencia la carta que recientemente 30 miembros de la Cámara de Representantes de Estados Unidos enviaron al presidente Barack Obama para pedirle que su administración se mantenga neutral en las elecciones presidenciales en El Salvador. Hace cinco años, el gobierno intervencionista de George W. Bush fue acusado de amenazar con suspender la ayuda a El Salvador si los votantes apoyaban al FMLN.
Ahora ante su desesperación de perder el poder, el partido ARENA recurrió al discurso del miedo con una campaña de propaganda sucia diciendo a los habitantes que votar por el candidato de izquierda es votar por el comunismo.
Dentro del esquema de la incertidumbre por los problemas que hoy afronta el sistema capitalista internacional, es dudoso que los salvadoreños pudieran votar por el continuismo del partido ARENA, pues el mismo representa la profundización de la crisis y el auge delincuencial. La opción que queda es apostar por la esperanza del cambio del partido de oposición que ha prometido un gobierno de unidad nacional, incluyente de todos los sectores políticos, sociales, académicos y profesionales del país.
Los salvadoreños están ante la encrucijada de escoger entre la necesidad imperiosa del cambio o continuar con más de lo mismo, es decir, un pasado que sólo ha significado beneficio para una minoría y la exclusión para las grandes mayorías.