Leyendo esta mañana una misiva que los hijos de Alfredo Balsells enviaron al diario elPeriódico me enteré de la publicación que hiciera hace algunos días el coronel Mario Mérida acusando a ese abogado de comunista para descalificar así el informe de la Comisión de Esclarecimiento Histórico de la que fue parte Alfredo. Conocí a Alfredo a principios de los años 70, cuando era Síndico Primero en la Municipalidad de Guatemala en la administración de Manuel Colom Argueta y siempre me impresionó su tajante y radical apego a los principios, al punto de que las críticas que se le hacían entonces era que no era buen político porque no se andaba con chiquitas para llamar a las cosas por su nombre.
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Yo era un patojo, pero me gustaba mucho la forma de ser de Alfredo y llegamos a tener una amistad verdaderamente entrañable, lo que me permitió conocerle a fondo y saber muchas cosas de su vida, de sus luchas de juventud cuando fue de los guatemaltecos que se rebelaron contra la llamada Liberación y de sus muchas luchas cívicas que le acarrearon persecución en aquellos tiempos en los que cualquiera que se mostrara inconforme era inmediatamente tildado de comunista, calificativo que era suficiente para mandar al otro potrero a cualquiera y que, sin duda, fue endilgado a toda la gente de pensamiento democrático que no se subió al carro de los liberacionistas. Recordemos que fueron los días en que se emitió aquella tenebrosa Ley de Defensa de las Instituciones Democráticas en la que se tipificaba como delito el ejercicio del derecho a la libre expresión si la misma no se encuadraba en la postura oficial.
Recién salido de la Universidad, Alfredo vio cómo muchos de sus amigos y compañeros se enrolaron en el Partido Revolucionario de Mario Méndez Montenegro y los vio luego salir de esa formación política decepcionados por las transas dirigenciales. Fue entonces cuando junto a Adolfo Mijangos López, Manuel Colom Argueta, Francisco Villagrán Krámer, Jorge Mario García Laguardia, Roderico Segura Trujillo, íngel Valle y otros profesionales , junto a Alfredo Balsells Tojo, formaron ese partido político que era de auténticos socialdemócratas y que hicieron oposición, lo que les valió a muchos de ellos carceleadas y exilio. No sobra decir que su vocación democrática le costó la vida a Fito y Meme.
Si Alfredo hubiera sido comunista lo hubiera dicho porque no era tipo de dobleces ni de secretos. Quienes le conocimos supimos siempre de su más absoluta integridad y que esa virtud suya fue un defecto en la vida política porque siempre se sabía que nunca ganaría un concurso de popularidad y simpatía porque no era de los que se callaba nada con tal de quedar bien. Su designación en la Comisión de Esclarecimiento Histórico fue una garantía de objetividad precisamente por su personalidad tan atípica y su compromiso con la verdad.
En nuestro país aún hoy calificar a alguien de comunista es un agravio por la polarización que nos dejó la famosa Liberación que dividió al país entre comunistas y anticomunistas. Pero repito que Alfredo fue un demócrata convencido, luchador de toda su vida contra la injusticia, cualquiera que fuera su denominación y adversario de los abusos que se cometieron en nombre de la misma democracia. Si Alfredo era comunista por eso, mucha gente en Guatemala tendría igual calificación porque sus actos fueron propios de patriotas, de amantes de la libertad y enemigos de toda forma de despotismo, aunque éste fuera en nombre de la defensa de un sistema. Por todo ello ofende tanto la expresión de Mario Mérida contra uno de los guatemaltecos más ilustres y honestos del país.