El Dalai Lama acusó hoy a China de haber convertido al Tíbet en un «infierno» y de haber matado a «cientos de miles de tibetanos», al cumplirse el 50º de aniversario de la insurreción que llevó al líder espiritual a exiliarse y a Pekín a reforzar la seguridad.
Mientras las autoridades chinas desplegaban masivas fuerzas de seguridad en toda la meseta tibetana para prevenir protestas, el Dalai Lama volvió a reiterar su reivindicación de una «autonomía significativa» para su país natal desde su exilio en Dharamsala, en el norte de India.
Los habitantes de la capital tibetana, Lhasa, afirmaron que no había manifestaciones hoy por la mañana y el presidente del gobierno autónomo de Tíbet aseguró que la ciudad estaba en calma. Sin embargo, la calma parecía debida a la presencia de soldados y policía patrullando las calles.
La policía china expulsó a tres periodistas de una zona tibetana del oeste de China y afirmó que otras ciudades de la región estaban cerradas a los extranjeros.
En un discurso pronunciado en un templo del Himalaya indio el Dalai Lama, Premio Nobel de la Paz 1989, afirmó que «estos últimos 50 años han sido de sufrimiento y destrucciones para el territorio y el pueblo del Tíbet».
«Una vez ocupado Tíbet, el gobierno comunista chino ha realizado allí toda una serie de campañas de violencias y represión (…) Los tibetanos han vivido literalmente un infierno en la Tierra», acusó el líder del budismo tibetano.
«Consecuencia inmediata de estas campañas: la muerte de cientos de miles de tibetanos», fustigó.
La diáspora tibetana convocó manifestaciones con motivo del 50º aniversario de la rebelión, en Dharamsala pero también en capitales como Katmandú y Canberra.
Manifestantes protibetanos y policía se enfrentaron brevemente en la capital australiana y en el interior de un monasterio en Nepal. En Suiza, unos 120 edificios oficiales amanecieron con una bandera tibetana.
Pekín reaccionó acusando al Dalai Lama de «propagar rumores», al tiempo que afirmaba no querer responder a las «mentiras» del líder espiritual del budismo tibetano.
«La camarilla del Dalai Lama no distingue lo verdadero de lo falso. Propaga rumores», declaró un portavoz del ministerio chino de Relaciones Exteriores, Ma Zhaoxu.
«Las reformas democráticas en el Tíbet son las más amplias y las más profundas de su historia», afirmó el portavoz.
Ma Zhaoxu aprovechó la ocasión para pedir al Congreso estadounidense que rechace un proyecto de resolución de apoyo al Tíbet.
Tras la invasión y la ocupación de Tíbet por China en 1950-1951, el 14º Dalai Lama huyó el 17 de marzo de 1959 y cruzó la frontera india el 30 de ese mismo mes, cerca de tres semanas después del inicio de una rebelión contra el régimen chino en Lhasa violentamente reprimida.
Incluso «hoy en día, los tibetanos de Tíbet viven permanente atemorizados: su religión, cultura, lengua e indentidad está amenazadas de desaparición. Los tibetanos son considerados como criminales que sólo merecen la muerte», subrayó el Dalai Lama.
Sin embargo, el líder espiritual tibetano -político pragmático y gran diplomático- siempre ha defendido una estrategia de no violencia y conciliadora hacia China y renunció hace mucho tiempo a la independencia a favor de una diplomacia denominada de «la vía intermedia» que defiende una simple «autonomía cultural».
«Nosotros, los tibetanos, estamos buscando una autonomía legítima y significativa que nos permitiría vivir en el marco de la República Popular de China», afirmó el Dalai Lama, de 73 años.
«No me cabe ninguna duda: la justicia prevalecerá en la causa tibetana», afirmó, llamando de nuevo de cierta ambivalencia a los tibetanos, a los que pidió «esperar todo lo mejor y prepararse para lo peor».
China extremó las medidas de seguridad hoy con ocasión del 50º aniversario de la revuelta tibetana reprimida a sangre y fuego, colocando fuerzas del orden en los pueblos tibetanos, puestos de control en todos los caminos y prohibiendo toda actividad pública.
Los periodistas extranjeros, que trataron de ir a las regiones vecinas del Tíbet, en el oeste de China, no fueron bien recibidos. Y la tensión era evidente.
«No es un lugar público, ustedes no pueden estar aquí», declaró un oficial de policía a tres periodistas, antes de ordenarles que partieran de la ciudad de Lajia, una zona tibetana en las montañas de la provincia de Qinghai, junto a la región autónoma del Tíbet.
Los periodistas pudieron llegar al monasterio de Lajia, pero los monjes se negaron a hacer declaraciones, aparentemente por miedo a represalias.
En las rutas de esta región había puestos de control, y la vecina ciudad de Guomaying era patrullada por unos 20 policías con uniformes antimotines.
Otros periodistas extranjeros describieron despliegues militares en la meseta tibetana.
Unos seis millones de tibetanos viven en el Tíbet y las regiones circundantes, como Qinghai.
Los periodistas extranjeros no pueden viajar por su cuenta al Tíbet.
Sin embargo, según las reglas vigentes desde hace unos dos años, normalmente deberían poder viajar a las regiones tibetanas más cercanas.
En Lhasa, la capital de la región autónoma, los policías patrullaban cerca del templo de Yojang, en la ciudad vieja, en el mismo lugar donde estallaron los disturbios hace casi un año, según testimonios de habitantes.
«Nuestro hotel se encuentra cerca del templo de Yojang, que está rodeado por policías armados. Deben llevar sus documentos de identidad, porque la policía realiza controles», explicó una recepcionista de un hotel de Lhasa.
En la capital de Qinghai, Xining, un joven tibetano se refirió al clima de miedo que reina actualmente, por las informaciones de que cientos de personas desaparecieron después de los levantamientos del año pasado.
«Tengo miedo, porque aunque no he hecho nada malo, sigo siendo alguien sospechoso para el gobierno», declaró este joven.
Tanto en Lhasa como en las regiones vecinas, los habitantes coincidieron en señalar un incremento del dispositivo de seguridad.
En el distrito de Xiahe, en la provincia de Gansu, que también vivió manifestaciones de monjes el año pasado, un empleado señaló que su hotel había sido reservado por los responsables locales de «la oficina de mantenimiento del orden».
«Ya no hay habitaciones para los turistas. Hemos recibido un aviso del gobierno provincial informándonos de que los turistas estaban prohibidos en la zona hasta mediados de abril», dijo este empleado.