«En su territorio hay una región que es la región de nuestra infancia. Y en tal región, una ciudad o un pueblecillo. En el pueblecillo, una casa. En la casa, cuatro paredes viejas y manchadas, con muebles rústicos hechos por el carpintero de la familia, con árboles que nos dolió verlos abatir. En medio de la casa, una fuente de la cual nunca dejaremos de escuchar el canto».
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Este párrafo del insigne poeta antigí¼eño Luis Cardoza y Aragón, que forma parte de su libro «Guatemala: las líneas de su mano» sirve de introito a la más reciente obra de un maestro sololateco que, pese a las décadas que ha vivido en la capital de la República, no se ha desprendido de sus raíces en ningún momento, porque constantemente se dedica con otros paisanos y contemporáneos suyos a realizar cuanta actividad redunde en beneficio de su departamento y de su «pueblecillo» en especial, San José Chacayá.
Salvo la ausencia de la fuente de la que habla Cardoza y Aragón, la casa del profesor y escritor Leonidas Letona Estrada responde a la descripción elaborada por el poeta de La Antigua Guatemala. He estado allí. Me he sentado en las rústicas sillas del tosco comedor, he dormido sobre un colchón de paja, mientras afuera el frío se hunde en las mejillas y en las manos y el viento sopla entre el ramaje de los bosques; así como he caminado por las silenciosas y empinadas calles, cuando acepté la invitación de Mynor, el hijo del poeta, el que dice «Vamos todos a Chacayá / a ver sus calles tranquilas / su plaza, su iglesia, sus pilas / el verde vergel de Sololá».
Es que don Leonidas logra llevarnos imaginariamente por todos los municipios de una de las regiones más hermosas de Guatemala donde se posa uno de los lagos más bellos del mundo, en su libro «Aprendiendo y declamando. Breve prontuario monográfico y de poesía del departamento de Sololá», puesto que describe a grandes rasgos las características más importantes de sus 19 municipios, a los que dedica uno o dos poemas.
Lo advierte íngel López Santizo en el prólogo del libro, al indicar que el poeta Letona Estrada se sumerge y se reencuentra con su terruño, por cuyas manifestaciones culturales mantiene una inagotable obsesión, ante la cual pareciera que retorna cada vez con ojos nuevos, como si fuese siempre el primer encuentro; pero, a la vez, como si nunca hubiera emigrado.
Agrega que el autor, con esmero y paciencia, ha ido recolectando a lo largo de los años, datos y cifras que hacen de cada municipio algo menos abstracto de lo que poéticamente pudiera parecer, y con ellos ha formado un conjunto de monografías que logra unificar en un libro la esencia de Sololá.
(En un típico comedor de Panajachel, el turista Romualdo Tishudo le pregunta al mesero: -¿El pescado viene solo? El sololateco responde: -No; se lo traigo yo).